Un liderazgo que dé valor de nuevo a la política de asilo y la de inmigración.
Es conocido el modelo descrito por Stephen Covey que permite organizar las tareas que haya que realizar o los asuntos que se deban abordar, bien sea en la vida personal o bien en la profesional. Se trata de clasificar las tareas que uno tiene que realizar entre aquellas que son urgentes, aquellas que son importantes, aquellas que no son ni una cosa ni otra, y aquellas que son ambas cosas. Covey sugiere que, para aumentar nuestra efectividad, debemos prestar más atención a lo importante, anticipándonos a lo que pueda venir. De otro modo estaremos siempre apagando fuegos, es decir, atendiendo lo urgente sea o no importante.
La crisis de los refugiados, principalmente los que huyen de la guerra de Siria, ha pasado para la Unión Europea por esa fase previa de la importancia, antes de convertirse también en urgente. El desplazamiento inicial de refugiados había saturado a los países vecinos, Jordania, Líbano y Turquía, pero no había supuesto aún un problema para la UE. Estábamos en la fase de la importancia a secas. En ese momento se debería haber empezado a comprender la magnitud de la tragedia y el papel que Europa podía llegar a jugar. Tras la intervención del grupo terrorista Estado Islámico en la guerra, y ante la saturación de los países vecinos, el flujo de refugiados se ha dirigido a la rica y próspera Europa, al grito de “We need Germany” (Necesitamos a Alemania). Esto no ha gustado mucho a nuestra Angela Merkel. La respuesta de ésta ha sido la de una mala administradora. Primero planteó junto con Hollande una propuesta para una política unificada de asilo, con el objetivo, es fácil imaginar, de limitar la llamada inmigración económica. Ahora amenaza con suspender el Espacio Schengen (el derecho a circular libremente por los países de la UE que firmaron este acuerdo) si no hay un reparto justo de demandantes de asilo. En fin, lo urgente provoca que los políticos que se dedican a administrar la cosa pública sin más, tomen decisiones mezquinas, contraproducentes y regresivas respecto a los derechos conseguidos, pensando siempre en ellos y en los intereses de sus países.
Se hace necesario un verdadero liderazgo, no una mera administración. Un liderazgo que dé valor de nuevo a la política de asilo y la de inmigración. Ante la situación de emergencia humanitaria, no es posible esperar a la cumbre europea de turno. Europa tiene los mecanismos para actuar. Se podía haber previsto. Al menos se podía haber actuado desde el principio, estableciendo un corredor humanitario a través del corazón de Europa. Claro que para ello habría que meter en el corral al gobierno xenófobo húngaro, que levanta muros y alambradas en su frontera. Habría que expulsar a los mafiosos que trafican con personas sin importarles sus vidas. Todo eso se podría haber hecho antes de que lo importante se convirtiera también en urgente. Antes de que empezaran a morir personas en el corazón mismo de Europa.
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