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Símbolo de modernidad y de pujanza económica en los albores del siglo XX, la edificación en altura nunca ha gozado de predicamento y buena fama en esta tierra de tradición campesina y de difusas influencias anglosajonas. Al crecimiento urbano en altura, salvo en algunas zonas muy concretas y en las barriadas edificadas en los años del “desarrollismo” -muchas de ellas demasiado alejadas del centro-, Jerez ha preferido el crecimiento horizontal que prioriza el espacio privado -la casa, a ser posible con jardín- sobre el espacio público -la calle-, que en vez de lugar de encuentro para el ocio y el negocio queda así reducida, en muchos casos, a mera vía de tránsito para el vehículo privado.

El crecimiento urbano en altura además de abaratar los principales servicios -vivienda, limpieza y ornato público, alcantarillado, distribución de energía y transporte, etc-, incrementa la densidad de población que hace rentables los pequeños negocios de particulares, y favorece una convivencia más estrecha y promiscua entre los ciudadanos. Frente a este modelo más típicamente urbano, los sucesivos gobiernos municipales han preferido la ciudad extensa y horizontal -con las correspondientes recalificaciones de terrenos y los pelotazos de turno-, mucho más cara de mantener y que favorece la proliferación de grandes centros comerciales en el extrarradio y el uso del vehículo privado, al tiempo que hunde al pequeño comercio de cercanía.

En la Edad Media las ciudades resurgieron precisamente como ámbitos de libertad y de negocio en el que artesanos y comerciantes, dentro del perímetro de las murallas, pudieron desarrollar sus actividades económicas al margen del poder absoluto que en el campo ejercían los grandes señores feudales, quienes mantenían a los campesinos reducidos a la condición servil. En este ámbito intramuros de relativa libertad es donde surgió y se desarrolló la burguesía, el grupo social que, liberado de las cargas feudales, con el tiempo fue creando las sociedades liberales, prósperas y democráticas.

Frente a la oligarquía multinacional que cada vez más monopoliza hoy el comercio, y que convierte a una parte importante de la población en asalariados baratos a su servicio, Jerez debería perder el vértigo y el miedo a la altura, dejar de seguir ensanchando el área urbana -demasiado extensa para el total de población residente- y apostar de una vez por la concentración demográfica mediante la construcción en altura en torno al centro histórico, lo que haría de la ciudad una verdadera urbe, con una vida social más intensa y estrecha, con menor protagonismo del vehículo privado, y donde el pequeño negocio pudiera resurgir y hacer frente a los nuevos señores feudales que casi monopolizan el comercio en los grandes complejos ubicados en el extrarradio.

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