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Alguien puso su pie en el agua. Y un pez le preguntó:

-Oye, ¿y vos quién quieres?

Alguien puso su pie en el agua. Y un pez le preguntó:

-Oye, ¿y vos quién quieres?

-Pues yo soy un eminente profesor y trabajo en una cátedra de Lengua y Literatura.

-¿Y qué hacen allá? ¿tal vez enseñar a los niños si hablan o no los peces? -preguntó el bagre, con síntomas de curiosidad.

-¡No, qué va, insignificante criatura! -le respondió con solemnidad su notable interlocutor-, allí discutimos sobre el materialismo epistemológico de los símbolos utilizados por Mariano Cepeda Aguardiente, que es la máxima expresión poética actual del país, en cuya saliva encontramos el antídoto lingüístico perfecto para elevar el yo lírico semoviente.

-Yo que le iba a invitar a un encuentro multitudinario de peces, de esos que vivimos en piedritas de colores, para que nos enseñara algo de su expresión escrita. Mejor le digo a aquel palmo de estiércol que sonríe en la orilla del remanso- dijo el habitante acuático, con una mueca de estupefacción, desapareciendo a continuación en las aguas del río.

Benjamín cerró el libro y lo dejó sobre el edredón de su cama. Había descubierto el significado de la sencillez.

 

 

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