El metal ha vuelto a calentarse en los últimos días en Cádiz. Las protestas de los trabajadores se han producido de nuevo porque reclaman mejoras salariales y de condiciones de trabajo. La manifestación de este pasado miércoles fue masiva, con miles de personas, trabajadores junto a sus familias, y también gaditanos de a pie y formaciones políticas. Pero a día de hoy la protesta laboral es solo un eco, porque el fenómeno de reclamar una mejoría y reventar las calles es algo de otros tiempos, pareciera.
La protesta en la calle de mayor calado en los últimos tiempos es seguramente el 15M, que parió un partido político, Podemos, escindido en otras muchas formaciones y a día de hoy completamente institucionalizado, porque ya nadie se acuerda de los antaño famosos 'círculos'. Desde aquel arranque, las protestas masivas se han ido reduciendo cada vez más. Hay protestas sanitarias, educativas... Están los 8M y hasta habría que mencionar las marchas independentistas de Cataluña.
Hay una izquierda que ha decidido estar en todas las causas menos en las laborales
Pero lo cierto es que la protesta laboral suele quedar encapsulada. En general, no goza de ese apoyo que tuvo en décadas como los 80 o los 90. Y no es 'popular'. Tiene que ver mucho con la información que llega a la mayoría social, si empatiza en esa reivindicación, por ejemplo. Y qué aliados encuentran los trabajadores en esas reivindicaciones.
La vicepresidenta del Gobierno Yolanda Díaz ha decidido hacer mutis. El fin de semana acude a una causa noble como es el Orgullo LGTBI de Hungría, un país de la Unión Europea donde la homosexualidad se considera (recordemos, pleno 2025 ya) un problema público, con un primer ministro, Viktor Orbán, promoviendo un veto contra todo el movimiento. Es una lucha de derechos humanos en plena Unión.
Pero había otras reivindicaciones aquí en España y muchos días en la semana que podrían haberse atendido con un viaje o con una declaración contundente. Estamos hablando del principal cargo político de una formación que se presentó en las generales como una marca que incluyó, entre otros, a Izquierda Unida, en cuyo seno sigue el Partido Comunista.
La pregunta es por qué la representante más importante de la izquierda a la izquierda del PSOE ha decidido desentenderse de las protestas del metal. Seguramente, porque no lo considera útil políticamente, y porque le produciría incomodidades al ser ministra de Trabajo. Hay una izquierda que quiere estar, parece, en todas las batallas (lo cual es bueno) menos en las laborales. Y eso que las luchas obreras son el germen histórico de toda la ideología. No es que sea una traición a los principios fundacionales de la izquierda. Es que para cierta izquierda actual, los principios ahora son otros.
Mientras tanto, en el metal hay trabajadores que consideran que salir a la calle a reclamar mejoras, y acudir al histórico mecanismo de la huelga, sí les resulta útil. Hasta el alcalde de Cádiz salió a recibirles. Hasta Juanma Moreno ha pedido "el mejor acuerdo posible". Con unas distancias tremendas con CGT y CTM, sindicatos que desde el viernes mantienen la huelga, dos líderes del PP al menos han decidido pronunciarse. La líder de Sumar ha entendido que no le era rentable. O que no le interesa. Quizás, si en vez de la Avenida, en Cádiz, hubieran irrumpido obreros en Callao o la Diagonal, la historia sería otra. Pero Cádiz, a la vicepresidenta, le quedaba lejos.




