Pedro Sánchez: de la investidura al 'campo de minas' de la legislatura

En una situación normal habría un plazo de 'gracia' para el nuevo Gobierno, algo que no va a ocurrir, con las manifestaciones de la derecha, las exigencias de los socios y la presión de distintos colectivos de funcionarios

Pedro Sánchez, reelegido presidente del Gobierno, el jueves en el Congreso.
Pedro Sánchez, reelegido presidente del Gobierno, el jueves en el Congreso.

Ya pasó. Pedro Sánchez, con el apoyo de siete partidos ajenos al PSOE, ha conseguido reeditar su investidura como presidente del Gobierno de España. En una situación normal, habría que decir que, a partir de ahora, en el corto plazo, el interés se centraría en ver en el nombramiento del gabinete que acompañará a Sánchez en el inicio de la presente legislatura, y en cuáles van a ser las primeras medidas de dicho Gobierno.

Desafortunadamente, no es así. Los nombres de las mujeres y hombres que acompañarán a Sánchez –por cierto, para cuándo una mujer presidenta del Gobierno–, las primeras acciones de gobierno... tienen su interés, desde luego, pero lo comparten con qué va a ocurrir la próxima noche, y la siguiente y la otra en la calle Ferraz, a las puertas de la sede central del Partido Socialista. Lo comparten incluso con cuál va a ser el próximo colectivo del funcionariado –ya han ‘hablado’ jueces, fiscales, economistas… hasta policías y guardias civiles– que, de una manera u otra, va a dar su opinión sobre la amnistía, siempre con el común denominador de estar en contra y, por supuesto, sin ánimo de extendernos, lo comparten también con ‘cuál va a ser la próxima y de cuál de los socios’, después de que Junts hiciera ya el primer amago de desmarque al no gustarle el discurso de investidura de Pedro Sánchez, por el papel secundario que dio a la amnistía en cuanto a las prioridades de su mandato que fue desgranando en el Congreso.

Todo esto sin hablar de lo que pueda decir la Unión Europea, de que puede pasar si se juzga a algún dirigente de Tsunami por delito económico y no por terrorismo (la teoría Capone), si Podemos cumple una pequeña parte de sus amenazas o si ERC encuentra algo que debatir en el texto de la futura ley de amnistía que se acordó con ellos y se ‘afiló’ con Junts, lo que sería un auténtico fielato, teniendo en cuanta que su aprobación ya se barrunta suficientemente dura de cara a la opinión pública solo con el PP en frente.

Es sabido que Pedro Sánchez es especialista en mantener girando tres, cuatro o cinco discos chinos a la vez sin que se le caigan (es una manera de hablar, claro), en hacer de la necesidad virtud manteniendo alejado a Maquiavelo o en dejar claro que una cosa es mentir y otra es cambiar de opinión, pero esta legislatura va a ser la prueba definitiva del líder socialista que, como se dice popularmente, va a tener que darlo todo y más, entre otras porque probablemente ignore aquella vieja cita de Jaime Gil de Biedma: “De todas las historia de la Historia, la más triste, sin duda, es la de España, porque termina mal”.

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