Del sentido más profundo de esas palabras parece desprenderse un cierto grado de desesperación trufado de benéfica generosidad que es lo que Ciudadanos entiende por sentido de Estado.
No podía practicar mayor ejercicio de sinceridad y nudismo político el jefe de los negociadores de Rivera. Dudo mucho que cuando Girauta afirmó el pasado jueves aquello de: “Deseamos votar a Rajoy, pero dennos motivos”, difícilmente podía ser consciente de hasta que punto estaba desnudando la verdadera naturaleza ideológica de Ciudadanos al tiempo que la auténtica razón de ser de la aparición en el panorama político español de un partido poliédrico y tan dependiente de las circunstancias de la coyuntura.
Esa frase lapidaria estoy seguro que no va a pasar a la historia de la política española, o de lo que quede de ella después de un año tan convulso como el que estamos viviendo, pero a día de hoy da para mucho. Del sentido más profundo de esas palabras parece desprenderse un cierto grado de desesperación trufado de benéfica generosidad que es lo que Ciudadanos entiende por sentido de Estado. Pareciera Girauta al pronunciarlas más un ansioso amante juvenil ante una previsible primera ruptura que el responsable de una delegación negociadora cuyo fin último no es otro que la continuidad del actual estado de cosas de la mano del presidente en funciones.
Y es que la semana que acaba ha estado bien cargada de hitos en la negociación de Partido Popular y Ciudadanos. Todo fue apagarse el último foco de la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos de Río y ver como millones de españoles decidían ocupar las horas muertas de su ocio vacacional asistiendo como oyentes a un máster sobre el auténtico significado de la palabra corrupción y sus muy diversas categorías. El aparato de Génova 13 había reaccionado de manera astuta, es decir, como siempre que la situación lo requiere, convirtiendo en materia de negociación la primera y más importante de las seis condiciones innegociables de Ciudadanos, la lucha contra la corrupción.
Los aparatos político y mediático de la derecha española decidieron emplearse a fondo para liberar a Rivera de tan honorable compromiso y a fe que a día de hoy parecen haberlo conseguido si nos remitimos a las airadas manifestaciones de Girauta en la rueda de prensa del jueves afirmando que sólo ellos están en condiciones de definir el concepto de corrupción por cuanto son los autores de la propuesta negociadora. Curiosos el fondo y la forma en la que tan alto representante del liberalismo político español intentó zafarse de la maestría periodística de ese zorro plateado y laureado de la información que es Miguel Ángel Aguilar.
Para los que no deseamos votar a Rajoy, nos sobran los motivos, porque como canta Sabina: "Este nunca no esconde un ojalá…"
Poca cintura demostró esta vieja cara de la nueva política, además de escaso respeto, por los profesionales que cubrían la convocatoria mediática y también por los oyentes, espectadores y lectores que la íbamos a sufrir en directo o en diferido. Eso sí, su imitación del príncipe valiente concediendo cuarenta y ocho horas al Partido Popular revistió caracteres tragicómicos por su falta de fuerza y convicción al tiempo que por las reiteradas matizaciones del órdago que lanzaba que le restaban cualquier atisbo de credibilidad.
Los españoles, ociosos de este veraneo en funciones y aún bajo el síndrome del medallero olímpico, siguen intrigados por esa maratón negociadora, ansiosos por conocer si Rajoy conseguirá el oro gracias a la liebre de Rivera o si por el contrario ambos tendrán que contentarse con el diploma olímpico que se ha convertido en la recompensa más preciada del deporte español. Para los que no deseamos votar a Rajoy, nos sobran los motivos, porque como canta Sabina: "Este nunca no esconde un ojalá…"


