Saldaña en bicicleta, en una imagen facilitada por el PP de Jerez.
Saldaña en bicicleta, en una imagen facilitada por el PP de Jerez.

Pasan los días y por el barrio Sésamo de la aristocracia gurteliana madrileña como cada tarde una legión de pijoflautas, zombis nostálgicos del Valle y Mingorrubio, pasean sus odios históricos haciendo resonar lo mejor de sus alacenas demandando la libertad que durante años nos negaron a los demás. Maldita ironía del destino que ha convertido a los verdugos en pretendidas victimas. Bien es verdad que desde que han puesto en marcha sus franquicias provinciales todo es más divertido, más cercano a la España de charanga y pandereta de la que hablara el poeta, es lo que tiene universalizar el bochorno, que termina provocando la risa.

Y mientras esto ocurre en el Madrid de la fase cero, aquí en Jerez la otra fase, la uno, le ha jugado una mala pasada al portavoz popular Antonio Saldaña que a punto ha estado de arruinar su vida política por una inoportuna salida de pista antes de poder entrar en boxes para repostar. Con Saldaña me une una relación afectuosa que viene de largo de ahí que no sea yo quien vaya a indagar aquí y ahora sobre el expediente X en el que se ha convertido la larga hora desde que se despidió de los otros comensales hasta que comenzó su atropellada gymkana por su barrio, ni voy a entrar a juzgar sus responsabilidades por cuanto será su señoría quien las determine en el momento procesal adecuado, que no tardará mucho.

Pero de todo lo que rodea el caso Saldaña lo más bochornoso ha sido el espectáculo que nos ha ofrecido su partido y que ha terminado en un desastroso quiero y no puedo. Casi de madrugada el diputado Ortiz, ese pequeño tahúr del Mississippi que la política provincial sacó un día a flote, decidió saldar sus cuentas con Saldaña aprovechando la pista de cochechoques que el jerezano había organizado el día antes. Sin más argumento de autoridad que “en el nombre del padre” buscó en Ana Mestre, presidenta provincial del partido y eterna aprendiz de bruja política, la pareja de baile perfecta para su particular “baile de la silla” que debía acabar con Saldaña por los suelos. Pero he aquí que el afamado enólogo y líder del Partido Popular jerezano tenía armas y explosivos como para hacer saltar por los aires el PP de Jerez, de la provincia de Cádiz y hasta al propio Juanma Moreno.

Cuentan que Saldaña, discípulo aventajado de García Pelayo, puso sobre la mesa todos sus conocimientos sobre la cara oculta de su partido mientras no paraba de cantar a viva voz el famoso Resistiré en una partida de póker político propia de los mejores años del cine negro americano, mientras repasaba una y otra vez su manual de frases celebres hasta que descubrió a Galileo Galilei de cuyas manos retornó al reino de los vivos porque como cantaba Serrat, no estaba muerto que estaba de parranda.

Mestre no tuvo otra opción que emprender la retirada mientras maldecía una y otra vez aquella casi madrugada en la que atendió la llamada del Pinocho vejeriego que una vez más había intentado la jugada imposible con su baraja trucada, ni el padre Casado ni el hijo Moreno estaban dispuestos a volar por los aires con la dinamita que el enólogo guardaba en su bodega, la vendeta debía esperar quizás eternamente porque como decía Galileo: Eppur si muove, que traducido resulta, de aquí no me muevo, según Saldaña.

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