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La lamentable agresión sufrida por el Presidente en plena calle, nos recuerda a lo que tantas veces nos decía nuestra madre a voz en grito cuando nos caíamos después de subirnos a una silla, a la que nos habían advertido que no subiésemos… “ ¿Lo ves? ¡Te lo dije!”

No nos merecemos esto. Lo que debiera haber sido una fiesta de la democracia, aquella en la que se nos permite a todos los ciudadanos hablar a través del voto en las urnas, aquella donde podemos mostrar nuestra indignación por la gestión de los últimos años o nuestra aprobación a las medidas tomadas desde el Gobierno… se nos está hurtando en nuestras propias narices.

La fiesta de la democracia recuerda a estas alturas a una nochevieja a las cinco de la mañana, con tipos (y tipas) trajeados con sus mejores galas, pero con camisas por fuera, corbatas desabrochadas, rímel corrido y tacones rotos. Recuerda a vómitos en una esquina de la calle, a pelea a puñetazos por alguna gilipollez… recuerda a control sorpresa de alcoholemia que sale positivo, a accidente con el coche por no controlar debidamente la ingesta de licores; recuerda a pérdida de las llaves de casa o del móvil  en algún descuido… recuerda a letrina sucia de bar, con charcos de orina lamiendo las suelas de tus impolutos zapatos.

A esto nos han llevado unos y otros. Y no es solo por la última semana de campaña padecida (que también). Es sobre todo por el hartazgo de la población que se remonta a los últimos tiempos del zapaterismo y que tuvieron su colofón con el “marianismo ilustrado”, a golpe de recorte, plasma, golfería y poca vergüenza.

Cuando PP y PSOE han querido darse cuenta, en su karaoke se han colado dos invitados sorpresa a los que primero ignoraron, luego ningunearon y finalmente demonizan empleando los viejos fantasmas que ya agitara en su día Felipe González (¡cuidado que viene la derecha! ¡los tanques en las calles!) y Jose María Aznar (¡que vienen los que se alían con los comunistas! ¡los que se ponen tras la pancarta y no tienen sentido de Estado!).

Todo ello amenizado con el coro de palmeros mediáticos que conducen la, hasta ahora, seria prensa política española por el peligroso sendero del amarillismo cicatero y el partidismo sin complejos, que apartan el halo de imparcialidad y equidistancia que  sería deseable para todos. En resumen, el hooliganismo político, alimentado desde las editoriales de periódicos que ya no ocultan ni disimulan si quiera sus querencias.

Los episodios del debate a dos entre Rajoy y Sánchez, con sus respectivos despliegues de argumentos basados en los insultos, descalificaciones, faltas de respeto y escasez de ideas nuevas, unido a la lamentable agresión sufrida por el Presidente en plena calle, nos recuerda a lo que tantas veces nos decía nuestra madre a voz en grito cuando nos caíamos después de subirnos a una silla, a la que nos habían advertido que no subiésemos… “ ¿Lo ves? ¡Te lo dije!”.

Y es que esto se veía venir. Que la frustración y la rabia cuando se unen al “y tú más”, a las campañas mediáticas y a la sesera poco o nada amueblada de un chaval de 17 años, provocan una mezcla explosiva que solo puede tener una salida y es la que hemos visto en televisión por desgracia… y para vergüenza ante el mundo.

Así que sería deseable que entre todos (políticos y medios) bajaran el tono y recobrasen la cordura y el rumbo, al menos hasta el lunes… que recuperemos nuestra fiesta de la democracia, esa misma que entre ambos colectivos secuestraron hace tiempo, y NOS DEJEN VOTAR EN PAZ, dando las hostias donde hay que darlas: en las urnas.

Y no se engañe, lector. Que la oportunidad del domingo pasa cada cuatro años, y no hay vuelta atrás… ¡Aprovéchela! Vote y atice con las papeletas en la mano.

Verá lo a gusto que se queda repartiendo hostias.

 

 

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