Los médicos se manifiestan a menudo contra la privatización de la sanidad y por mayores salarios, pero no veo que lo hagan también por la incompatibilidad de estar ejerciendo en lo público y lo privado ni que lleven a cabo protestas contra la forma superficial y a veces despectiva e incompetente con que tratan a los pacientes. Ni que lleven a los tribunales a quienes les ordenan tener que aplicar a los pacientes lo que llaman protocolos como si fuéramos objetos y no personas cada cual una e indivisible.
Si un médico o un abogado son profesores de universidad que han firmado una dedicación a tiempo completo con la Administración cuando han llegado a ser funcionarios, unos alumnos van a verlos en horas de tutorías y no están en sus despachos porque se encuentran en asuntos laborales privados, están cometiendo una infracción, un choque de intereses que paga el contribuyente. Nadie vigila eso, la Administración mira para otro lado y los infractores también.
En toda mi vida, por ahora, sólo he conocido a dos amigos médicos que vivían dignamente de su sueldo como sanitarios de la Seguridad Social. Lo más normal que he observado es una fiebre de estar en varios sitios al mismo tiempo para ingresar dinero en una dinámica frenética y en una competencia por la tenencia y el lujo. Si los dejan pueden hacerlo, tienen derecho a enriquecerse, lo que no sé es si es deontológico, para mí no lo es, ni eso ni los aires de grandeza que algunos y algunas proyectan al ser conscientes de que con una bata blanca y en una estancia sanitaria son dueños del lugar, carecen del principio psicológico de incertidumbre que los pacientes sufren y por tanto atesoran el poder del que el enfermo carece.

El problema es doble: el Estado no pone toda la carne en el asador de la Sanidad al tiempo que hay cada vez más médicos carentes de vocación que eligieron la carrera porque se gana más dinero ejerciéndola o eso se supone. La sociedad de consumo que se fue consolidando desde el siglo XIX está mandando a paseo la vocación médica y se junta el hambre con las ganas de comer. Al final pagamos los paganos.
¿Qué es eso de una consulta por teléfono? ¿Qué es eso de que un enfermero o similar recete medicamentos? De la atención más o menos rigurosa hemos pasado a la consulta del médico que sólo toma notas en su ordenador y de ahí a la consulta telefónica, a las recetas a distancia y a las citas intempestivas. La Sanidad democrática es puro desenfreno esté quien esté en el poder. La irrupción de la inmigración ha empeorado las cosas, si no tienes habitaciones para cobijar al necesitado para qué narices lo admites en tu casa, ¿qué es esto?, ¿un albergue de caridad o una democracia avanzada con su estado de derecho?
Si tienes una población envejecida, ¿por qué no la atiendes mejor en lugar de aplicar el edadismo? Hablamos mucho del machismo, de la xenofobia, racismo, odios y demás términos ideológicos, pero, ¿y las personas mayores nacidas en España? ¿Las que levantaron el país tras la Guerra Civil -fueran del bando que fueran- y luchando en la clandestinidad del franquismo, protestando en las calles, emigrando, exiliándose o autoexiliándose? ¿Cómo ha tratado o trata la democracia a ese personal? El rechazo al mayor, al viejo, es patente en todos los órdenes de la vida, muy propio de una sociedad mentalmente aniñada e ignorante que se autodestruye paulatinamente sumida en su absoluto egoísmo.
Les han subido las pensiones a los viejos para que sean ellos quienes acallen el otro atentado contra los derechos humanos: la falta de puestos de trabajo dignos y de vivienda. Los hijos y los nietos viven peor que sus padres en la progresista España campeona del paro y la miseria (Sevilla y sus barrios marginados, sin ir más lejos). Los progresistas han heredado de los conservadores una España que han empeorado. ¿Por qué? Porque la izquierda ha acabado por provocar que rebose la balsa de mediocridad pública que ya estaba levantando la derecha.
Es lo que nos vuelve a demostrar el apagón que llegó sin avisar. Y es inquietante. Ya sé que Ortega y Gasset afirmó que toda sociedad es mediocre y que Nietzsche nos alertó sobre la necesidad de refugiarse de la mediocridad puesto que siempre habrá más mediocres que cerebros nobles y competentes, pero se supone que son los sabios de la utopía platónica quienes tienen que conducir un país desde el gobierno en el que delega la polis.
Sucede al revés en España, hay presidente mediocre, listo, pero no inteligente y menos sabio. Es el tipo listo con buena labia y presencia que sabe escabullirse de todo y armar una colectividad que lo sigue haga lo que haga. Aprovecha toda la fama de cruel destructora que se ha ganado la derecha a lo largo de los siglos y siembra una imagen de místico Robin Hood. La derecha son los ricos y los muy ricos y si es preciso los escalafones más altos de la clase media. Eso se cultiva ahora y la envidia y el rencor de la masa -adormilada por el sueño consumista y de poder que no puede hacer realidad- es permeable a las maniobras del listo. El listo además es débil, los débiles son peligrosos porque aprovechan a “lo otro” para adquirir la energía mental de la que carecen.

El listo mediocre y débil se rodea de mediocres y estos a su vez de más mediocres. El resultado es el que es. Y no sólo en España, la UE está llena de mediocres débiles, empezando por doña Úrsula. En España da penita ver a Bolaños y al exlendakari Patxi López -¿cómo ha podido llegar a lendakari un tipo así?-. Ahora se unen mujeres, una se ha dedicado a las viviendas y de pronto resulta que es experta en electricidad; otra en cátedras especializadas e ilegales. Se parecen a esos tertulianos televisivos que un día predican sobre los aranceles y al siguiente se centran en la estructura energética y en concreto eléctrica de España y Europa. ¡Qué envidia! ¡Son wikipedias andantes!
Por su parte, los medios voceros de la derecha ven en el apagón la oportunidad de afianzar el cerco judicial y político contra el mediocre presidente. Cumplen con su papel de voceros. Mientras, los medios de izquierdas hacen lo que pueden para apagar el fuego. De pronto, se les enciende la bombilla y exclaman: “¡Ya está! ¡Son los ricos empresarios de la electricidad los culpables, sigamos los pasos del iluminado de la secta, del supremo hacedor!”. Y los que están más a la izquierda y se dan de comunistas ya tienen un motivo para respirar tranquilos y seguir iluminados por la luz de sus poltronas. El rico y la ultraderecha son los refugios de su incompetencia, incoherencia, traición a sus principios y a su falta de alternativas estructurales ante los ricos, ya pueden seguir con sus asuntos superestructurales para vivir a costa de ricos, menos ricos, menos pobres y pobres. Así es cómo alimentan sus anémicos cerebros.
Los medios de derechas aprovechan para apostar de nuevo por la energía nuclear. Si llega a estar todo “nuclearizado” no hay apagón, afirman. Cuando gobierne la derecha y ultraderecha, ¿habrá nuclearización? Oigan, derechosos, ¿es imposible, realmente imposible, que tengamos un accidente nuclear? Porque si es imposible me callo, coloquen ustedes más centrales de esas que les gustan. Y más cementerios nucleares ¿Tan malo es que se deseen unas centrales con energías alternativas y se destierre lo nuclear? ¿Todo se va a medir por lo que sale más barato?
Hace años, escuché en una conferencia a un altísimo cargo de Abengoa hablar y muy bien de la energía solar ante la decadencia de las energías fósiles. Los árabes diversifican su capital y se meten en Telefónica, en El Corte Ingles, en el Grupo Prisa, etc., porque saben que sus energías de siempre van de capa caída a medio y largo plazo. Vamos a ver, señores derechosos pro energía nuclear: ¿me garantizan ustedes ante notario y con responsabilidad penal que cuando lo llenemos todo de energía nuclear es imposible que tengamos un accidente? ¿Es imposible que en lugar de un apagón tengamos una invasión de radiación en España? Porque, puestos a elegir, prefiero el apagón.
El apagón tiene algo positivo: trae sosiego a una sociedad que lo necesita, que está atiborrada de contaminación acústica entre sonidos y palabras vacías. La policía tiene más trabajo porque la miseria y la mala leche innata al humano pueden hacer negocio. Pero para mí es un descanso, todo en silencio, la gente acongojada, triste, quieta, como cuando Franco nos ponía música clásica en la radio en Semana Santa desde el Viernes Santo hasta el Domingo de Resurrección porque el Señor estaba muerto. Como cuando la gente se quedó en sus casas en el confinamiento del Covid haciendo videos pamplinosos y los perros tenían más derechos que los niños.
Hace falta silencio. ¿Se acuerdan del dicho? Si se callaran los que no entienden de algo, en el mundo se produciría un silencio casi absoluto. Si nos paráramos a pensar en qué hemos convertido la Piel de Toro, en el ridículo que ya somos ante el mundo -el desarrollado y el otro, el que envidia el desarrollo-, si toda la mediocridad que pulula en las alturas se fuera a casa, el progreso avanzaría en silencio.
Más que nunca, el problema de España es la mediocridad y debilidad mental de sus administradores máximos, el hecho de que quienes saben y se hallan en los escalafones técnico-especializados no puedan hablar con claridad del apagón y de otros temas por orden de los mediocres. Hasta los ricos le tienen miedo al hacedor de la Moncloa, es el mundo marxista al revés, la superestructura manda en la estructura, la superestructura ha sustituido a la religión y su piedad con el pobre y su violencia hacia el rico, eso les gusta a millones de votantes para seguir abajo y no tener retos que afrontar. Es la fe del carbonero.
Han visto ya cómo funciona la mediocridad. Quien no sirve para otra cosa, es dócil y tiene padrino, triunfa. Llega a un alto cargo. Allí está calentito durante años y con esos años casi se resuelve la vida. Puedes estar en la banca de un aula, puedes ser un recién salido de la universidad, puedes decir que tienes grados universitarios sin tenerlos y, sin embargo, colocarte en lo más alto. Puedes falsificar textos académicos y gobernar.
No hay problema. Como en realidad no gobiernas nada tuyo sino algo etéreo que se llama país, nación, con el dinero de todos… ¿Han visto la diferencia con la educación que los ricos de verdad les exigen a sus herederos? Educación en colegios de postín, sí, pero luego pisar terreno, abajo, saber de qué va la vida que vas a seguir conquistando con tu negocio. Esfuerzos, sudor, universidades de lujo, viajes, relaciones con quienes llevan el mundo… Si demuestras que vales, a mandar, es la diferencia entre mandar y gobernar. Los primeros saben que es para toda la vida, los segundos son meros oportunistas, calladitos y calculadores que provocan apagones y largan y largan la misma canción sobre los derechos humanos sin hacer nada efectivo por esos derechos, sólo y, sobre todo, por sus intereses de supervivencia. A eso hemos llegado.




