Hay que debutar con fuerza

Carlos Piedras, nuevo jefe de Edición y Opinión de lavozdelsur.es, en un retrato en la redacción del periódico.

Nací en Madrid, en 1965, aunque llevo exactamente media vida viviendo en Jerez. Soy licenciado en CC de la Información (Periodismo) por la Universidad Complutense. He sido jefe de la sección local del Diario de Jerez y también he trabajado en Información Jerez y el Diario Ya (época de Antena 3). He colaborado con El Mundo, Economía y Empresas, Notodo… Soy socio fundador y colaborador habitual de lavozdelsur.es. Últimamente he publicado el libro ‘Sherry & Brandy 2.0’ y he redactado el guion del documental sobre el vino de Jerez ‘Sherryland’. Todo esto ha hecho que me vaya haciendo una idea aproximada de las cosas… 

Una terraza en Sevilla durante la pandemia. FOTO: JOSÉ LUIS TIRADO (www.joseluistirado.es)
Una terraza en Sevilla durante la pandemia. FOTO: JOSÉ LUIS TIRADO (www.joseluistirado.es)

Vaya diluvio que cae ayer en Jerez. Una lluvia así tiene un punto apocalíptico y a la pandemia –al hecho de pensar en ella- le va que ni pintado que llueva con tanta fuerza. Desde la parte cerrada de la terraza de mi casa hay momentos en que parece que están tirando cubos de agua. Las fuertes ráfagas de viento hacen que, literalmente, llueva de lado. Veo caer agua y agua sobre la cristalera como si estuviera dentro de un coche en un túnel de lavado, solo faltan el jabón y las escobillas. A mí me da igual que llueva, nunca me frenó la lluvia y menos ahora. Soy un buen pandemita y quiero demostrarlo. Decido esperar a que amaine el viento y deje de llover con tanta furia para definitivamente echarme a la calle.

Y eso es exactamente lo que hago. Tengo idea de ir a cortarme el pelo y luego a la librería a comprar algunos libros que tengo pedidos pero por circunstancias, que precisamente son las que les voy a detallar, no termino haciendo ninguna de las dos cosas y, sin embargo, acabo paladeando unas estupendas cervezas de barril en un bar. Ese es el resumen. Y donde pone bar quiere decir bar, nada de terrazas.

Bien… mi peluquero tiene chapado el negocio. Voy hasta allí y lo único que encuentro es el cierre completamente echado. No sé si ha tenido un problema familiar, salió a tomar un café o después de varios días a tope se ha cogido el día (o la mañana) pensando en que con la lluvia no iba a vender una escoba; ni idea. Se lo cuento a alguien conocido con quien me cruzo en la calle y me dice que si no le he llamado por teléfono… Por supuesto, hago una especie de mueca y después me sale una de esas sonrisas que se inician con arqueado de cejas y apertura de ojos manteniendo la boca cerrada, solo con un leve morrillo, a punto de tirar un beso, porque este tipo de sonrisas, definitivamente, las producen los ojos… Vamos a ver: yo no he tenido el teléfono de mi peluquero en mi vida y, en la medida en que pueda, no voy a tenerlo. Me gustan las peluquerías de barrio, conscientemente de barrio. Es una pequeña tontería, claro, pero ir al peluquero en ese plan, en el de toda la vida, es una de las pocas cosas, digamos, viriles (de siempre) que van quedando… Bastante que le dejo que me saque las cejas con la condición de que no me deje como un colaborador de Telecinco, aunque le ha costado varios años convencerme. Ya, ya, la pandemia ha cambiado todo, pero me pasé por allí hace unos días, nada más abrir, y me dijo que fuera cuatro días después (no pude ir), sin tomar nota ni nada parecido, así que no sé cómo lo estará haciendo, pero me da que tras una semana de locura, ahora, cuando llega un cliente y está ocupado, en vez decirle que se siente, como antes, seguro que le manda a dar una vuelta por ahí que están las jacarandas muy bonitas…

Tengo cuatro libros pedidos y como solo hay uno, me voy de la librería sin ninguno. Lógico, ¿no? Ya volveré otro día. Habitualmente compro los libros de dos en dos o de tres en tres. Manías que no tiene que cambiar vivir en pandemia. No leo libros digitales; me gusta tener libros aunque no diría que soy un fetichista… mis fetichismos, de serlo, van otro lado. Leo mucha prensa digital, eso sí, incluso de otros países. Me parece increíble poder hacerlo aunque es evidente que se va imponiendo el modelo anglosajón de capar casi todos los contenidos permitiendo el acceso solo a los suscriptores. Es lógico. En España va a costar porque a la gente se la ha acostumbrado al “todo gratis” desde que tiene uso de razón (o uso de lo que sea) y así es imposible…

Tras fracasar con el pelo y con los libros… está claro lo que debe hacer un pandemita, aunque no venía ayer en el manifiesto de Confesiones: dirigirse a un bar. ¿Que solo están abiertas las terrazas? No es cosa mía, un simple pandemita, es que ya lo dijo Jesús: “el que busca, encuentra” (Mateo). Qué extraña sensación, dos meses después, la barra de mármol a la altura correcta, poder recostarse ligeramente, la cerveza de barril perfectamente tirada con su corona de espuma, bien fresquita… y el punto que tiene disfrutar de algo en plan semiclandestino. Solo falta que pase un Chevy de época por la puerta (no diré de qué calle, agente lector de la comandancia de la Guardia Civil) para pensar que estás en un speakeasy (bar secreto) de NYC o de Chicago durante la pandemia de la ley seca que vivió EE.UU. hace un siglo…

Y llegamos a la que por ahora es la única sección fija de esta nueva etapa de Confesiones, la dedicada al Periodismo, que de momento se va a llamar La Pandemia al día, así, como si fuera un programa de Ana Rosa o similar (total, es con lo que están todo el santo día). Leído en varios medios: “Sanidad plantea una especie de fase 0,5 (de la desescalada) para Madrid y Barcelona”, que supondría la apertura del comercio como en fase 1 pero que las terrazas, entre otros servicios, siguieran sin abrir. Bien… el problema es que mucha gente se lía cuando luego tiene que hacer cuentas con los decimales. Leído en El País: “El 99% de los infectados por coronavirus genera anticuerpos”, lo que se entiende que es una buena noticia después de oír hablar de si era posible que hubiera reinfecciones (se han dicho tantas cosas… no descarten que dentro de unos días esta noticia se ponga en entredicho). Por último, les animo a que extraigan sus propias conclusiones sobre la revuelta de los Cayetanos, sobrenombre que se da en muchos medios de comunicación (de verdad que ignoro quien lo puso primero, le aplaudo el ingenio) a las algaradas contra el Gobierno que se producen desde hace días en el barrio de Salamanca de Madrid, que como saben es de clase media-alta…

Nota para los despistados: Confesiones de un Pandemita es una broma, lo que no quita para que en un contexto de broma se puedan decir muchas verdades.

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