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Convendremos en que, si se hace algo, es para mejorar lo que había, nunca para empeorarlo. Es lo que ha sucedido esta semana con el asfaltado de la calle Frías, que desemboca en el portillo abierto en la muralla medieval hacia la calle Ancha y que en su tiempo se realizó debido a la importancia que había adquirido el antiguo arrabal de Santiago y favorecer así el flujo con la zona intramuros. No estamos hablando del mismo caso, desde luego para mí también inadmisible, de lo que se ha hecho en la plaza de las Angustias, porque el callejón en cuestión, que une el portillo con otra aberración patrimonial como es lo que se hizo con el palacio de Mirabal, se encuentra dentro del área protegida por la declaración como Conjunto Histórico-Artístico de la cual goza, aunque muchas veces no lo parezca, el centro histórico de Jerez desde 1982.

Y lo siento, pero la excusa de que llevaba quince años asfaltado no vale, ya que el hecho de que una mala acción se lleve perpetrando desde hacía tiempo en ningún caso lo convierte en buena. Si apoyásemos esa teoría, obviamente seremos también de los que pensamos que el ganar unas elecciones exime al político de los delitos de corrupción que haya cometido, por ejemplo. Distinta es la urbanización de la plaza Belén: podremos discutir si el proyecto es bueno, malo o regular, pero todos estaremos de acuerdo en que lo que se está haciendo es mejor que lo que había, además de generar cierto movimiento en los alrededores y favorecer la permeabilidad entre unas zonas y otras del centro histórico, o sea, lo mismo que hace siglos se esgrimió para poder proceder a la apertura del portillo de la calle Frías.

"Desde el punto de vista poblacional la plaza Belén conlleva varios factores que la convierte en una actuación que favorece la atracción para vivir en el centro histórico: parques infantiles, de absoluta escasez en intramuros, y un gran espacio peatonal para el esparcimiento, el paseo o simplemente para pasar un rato tranquilo en familia"

Pero, además, desde el punto de vista poblacional la plaza Belén conlleva varios factores que la convierte en una actuación que favorece la atracción para vivir en el centro histórico: parques infantiles, de absoluta escasez en intramuros, y un gran espacio peatonal para el esparcimiento, el paseo o simplemente para pasar un rato tranquilo en familia. Si le sumamos el proyecto del Museo Flamenco de Andalucía (aquí ya tengo dudas más que razonables sobre su ejecución) y pensamos que, al sumarle la apertura del Astoria hace cuatro años, se podrá llegar desde el entorno del Arroyo y San Mateo hasta el centro comercial abierto en unos pocos minutos a pie, llegaremos a la conclusión de que esas obras eran imprescindibles y muy necesarias, por ello siempre han sido tan reclamadas y exigidas.

Seamos realistas. ¿Qué ofrece intramuros actualmente? Una zona deteriorada desde hace décadas, abandonada desde el punto de vista político y que no provoca ningún tipo de identificación con él por parte de la ciudadanía jerezana, que prefiere los centros comerciales de las afueras a los comercios del centro simplemente por el problema del dichoso coche, para la cual el centro histórico es esa zona tan hecha polvo a la que acudo para ver las procesiones en primavera y para cantar villancicos en invierno; una invasión total del coche, limpieza y accesibilidad deficientes y, según en qué lugar quieras vivir, problemas a la hora de poder dormir por las noches. Frente a ese panorama, y a pesar del estado en el que se encuentra, intramuros presenta unas virtudes enormemente poderosas: cercanía con el centro comercial abierto de la ciudad, servicios y administraciones públicas y con todos los eventos culturales o festivos que se lleven a cabo, lo que hace del vehículo privado un elemento totalmente prescindible; precios escandalosamente baratos en comparación con los centros históricos de casi todas las ciudades europeas y, sobre todo (esto para románticos), vivir en un entorno exclusivo y acogedor muy difícil de encontrar en los a menudo asépticos bloques o urbanizaciones de unifamiliares de las afueras.

"Es importante vender lo que de atractivo tiene intramuros, pero sin perder nunca de vista las graves carencias que padece, porque al fin y al cabo la verdad a largo plazo siempre vende más que la mentira o que una verdad a medias"

Muchas veces el rechazo que provoca es tan grande, que la atracción que debiera suscitar entre los autóctonos se puede centrar en el turismo y volcar ahí todos los esfuerzos, cuando lo ideal es que ese sector, aun conviviendo en perfecta armonía y sostenibilidad con los residentes del centro histórico, nunca llegase a superar en número a estos últimos. Ese escenario, que ahora puede percibirse como lejano y difuso, no es tan descabellado, máxime en un lugar donde la despoblación es ya un hecho consumado. Por ello es necesario tomar conciencia de la necesidad de atraer a intramuros a personas y no a simples números. Cuando se alardea de que los apartamentos turísticos aumentan en más de un 60% al mismo tiempo que se ignoran las cifras de “ADN Intramuros”, que alertan sobre una falta de habitantes absolutamente escandalosa, no sólo se están usando las cifras que convienen de una forma interesada, sino que no se está atendiendo al principal objetivo que ese diagnóstico, encargado por el propio consistorio, presentó como imprescindible para conseguir la revitalización del centro histórico.

Es importante vender lo que de atractivo tiene intramuros, pero sin perder nunca de vista las graves carencias que padece, porque al fin y al cabo la verdad a largo plazo siempre vende más que la mentira o que una verdad a medias. Para eso es imprescindible contar con una administración sensible y una ciudadanía comprometida y concienciada. Un esfuerzo de años, pero que redundará en beneficio de todos y que, sin duda, merecerá la pena, aunque ahora no se quiera ver.

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