Monumento español en Mauthausen.
Monumento español en Mauthausen.

El día 5 de mayo se celebra la liberación del campo de concentración de Mauthausen. Todos los años se repite un emocionante ritual: la delegación española dirigida por la Amical (asociación fundada por los supervivientes) hace varios homenajes en el campo de concentración. Visita una placa que puso la Generalitat catalana y otra que puso la embajada española en Viena, ambas en el interior del campo. Después se sale del campo en dirección a la cantera, donde estaban los barracones de las SS y después de la guerra se construyeron unos monumentos donde cada país homenajeaba a unos muertos. El monumento español se hizo en la zona que correspondía a Francia. Después del homenaje al monumento español, tradicionalmente se visita el monumento francés y el monumento italiano.

Todo el recinto tiene un ambiente festivo, cada delegación va con una pañoleta con el triángulo que tenían sus compatriotas en el campo; en este caso, la española va con una pañoleta azul con una “S” blanca. Hay delegaciones que van con muchas personas, tal es el caso de la polaca, de la italiana y obviamente, de la austríaca. Después se vuelve a entrar en el campo y en la appellplatz se hace una ceremonia conjunta; en el centro de la misma hay una vagoneta llena con las últimas piedras sacadas de la cantera maldita de Mauthausen. Allí las distintas delegaciones van haciendo una ofrenda floral. Van pasando delegaciones de países europeos y, en total, son casi cincuenta países. La delegación española marcha con la bandera republicana, la bandera de los españoles que allí murieron.

Cada 5 de mayo se hace esta celebración, siempre emocionante y emotiva. Un año asistió el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, otro año la entonces ministra de Justicia, María Dolores Delgado. Pese a estos gestos, sin duda importantes, no ha habido en España un reconocimiento ni un homenaje adecuado a estos españoles que murieron bajo el yugo nazi. Hasta hace bien poco eran totalmente desconocidos para la sociedad española. Si bien cada vez se tienen más referencias de estos republicanos, falta una agradecimiento de la sociedad española a estos españoles que sufrieron lo indecible, recordando que dos tercios de los que entraron en el campo no salieron y que vivieron el infierno nazi. Una sociedad democrática es más decente en la medida en que asume y reconoce sus víctimas; la democracia española tiene una asignatura pendiente con estas víctimas que escaparon del franquismo y que pasaron por los campos nazis.

Ofrenda floral de la delegación española.

Los republicanos españoles fueron el colectivo más respetado en el campo. La primera deportación de familias enteras metidas en un vagón de ganado que llegó a un campo de concentración fue de españoles, el convoy de los 927. Cuando el primer español murió en el campo sus compañeros pidieron un minuto de silencio al oficial de las SS, éste no daba crédito pero lo concedió. Fue el único minuto de silencio en la historia del campo. Cuando en el último año de guerra la población reclusa se multiplicó, los alemanes hicieron en el exterior del recinto de Mauthausen el “campo ruso” para que los presos soviéticos murieran de hambre y enfermedades y los únicos que les llevaron pan y medicinas fueron los españoles. También lograron sacar los negativos de las fotografías del campo y Francesc Boix fue a testificar en el juicio de Nuremberg. Los republicanos españoles pusieron la pancarta que daba la bienvenida a las tropas americanas, en la que destaca, cómo no, nuestra lengua. 

Cuatro jerezanos coincidieron en un subcampo de Mauthausen llamado Gusen durante unos meses entre 1941 y 1942. Diego Pérez Núñez, Rafael Domínguez Redondo, el Panaderito, Salvador Linares Barrera y Manuel Carrasco Cortijo habían vivido en el barrio de San Miguel, habían pasado horas y horas por las calles Zarza, Molineros, Cerro Fuerte y Lecheras. Se conocerían del barrio y de sus actividades políticas. Cuando se encontraron en un campo nazi en la mitad de Austria quizá hablaran de sus amigos comunes, de las cosas del barrio, de recuerdos comunes, quién sabe. Lo cierto es que ninguno sobrevivió y el último de ellos murió en febrero de 1942. La deportación de jerezanos no se quedó ahí, Antonio de la Rosa Tozo (un colaborador de la Resistencia francesa) murió en Dachau, otro campo de concentración.

La asociación de memorialistas de Jerez tenía previsto poner una placa con sus nombres en la calle Zarza el día 5 de mayo. Una placa sufragada por subscripción popular que servirá de homenaje de nuestra ciudad a estas víctimas. La actual pandemia nos ha obligado a posponer este reconocimiento, que aunque se retrase no duden que llegará porque es de justicia.

Artículo de Bartolomé Benítez Reyes

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