Juan Antonio Reig Pla, saludando al Papa Francisco. FOTO:  DIÓCESIS DE ALCALÁ
Juan Antonio Reig Pla, saludando al Papa Francisco. FOTO: DIÓCESIS DE ALCALÁ

Leo con estupor, señor Juan Antonio Reig Pla, que el obispado que usted dirige en Alcalá de Henares celebra cursos ilegales y clandestinos para ‘curar’ la homosexualidad. Que ser gay, lesbiana, trans o cualquier orientación alejada de la heterosexualidad le parece a su persona y a su diócesis religiosa una enfermedad, una maldición. Entonces un escalofrío recorre mi cuerpo.

Verá usted, empecemos por lo más básico: la orientación sexual, sea cual fuere, en todas sus dimensiones, nunca es una enfermedad. No lo digo yo, lo dice la Organización Mundial de la Salud. ¿Acaso pone usted en duda desde su atril los postulados de la OMS? ¿Desmiente a sus más de 7.000 profesionales médicos? ¿De verdad cree que es una enfermedad o se trata de una cuestión política? Cuestiones médicas aparte, le hablaré con franqueza. A lo largo de mi vida he perdido la cuenta de los amigos y amigas que vi sufrir por cuestiones de identidad sexual o de género, gente que lo pasó muy mal en su despertar sexual y que salió adelante como pudo. He visto con mis propios ojos la homofobia en la Iglesia y fuera de ella. Vivimos en una sociedad cruel que se ceba con los más débiles. La homofobía y el machismo siguen ahí, adoptando formas muy diversas.

Cuando usted niega a los homosexuales su condición, no solo está inflingiendo un insoportable dolor a estas personas, está haciendo daño a todo su entorno: su familia, sus amistades, su pareja... Porque está negándoles ser y sentir. Solo hay que leer los testimonios recogidos por eldiario.es para hacernos una idea de la angustia existencial que estos homosexuales han sufrido por la represión impartida en tales cursos.

Amar y sentir no son compatibles con sus prácticas coercitivas (propias de regímenes políticos felizmente superados) y menos aún con el integrismo religioso; los derechos humanos y civiles están por encima de cualquier teología. Es más, está por ver si esos cursos que usted auspicia, apoya y financia están fuera de la ley. Porque si así fuera, entonces no será Dios quien le juzgue por sus pecados, será un juzgado madrileño. Habrá que estudiar si usted, como parece, ha delinquido y ha pasado por encima de la Ley de la Comunidad de Madrid contra la LGTBI-fobia, si usted ha consentido conductas dolosas que van en contra de los derechos civiles.

Pero independientemente de si usted pisa o no un juzgado, tal vez la cárcel, me permito hacerle varias preguntas: ¿Qué problema tiene con la homosexualidad? ¿Por qué le molesta que dos personas se amen o practiquen sexo? ¿Por qué pretende revertir el amor? ¿Es usted consciente de la angustia vital a la que condena a los creyentes homosexuales?

Reflexione usted, aparque el cinismo y haga autocrítica; abandone el fundamentalismo y lea la declaración de la ONU sobre orientación sexual e identidad de género de las Naciones Unidas, que recoge que los derechos sexuales son derechos humanos universales basados en la libertad, dignidad e igualdad inherentes a todos los seres humanos.

Deje, por favor, de infundir dolor y sufrimiento y haga examen de conciencia.

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