Verano del 25: cagar en las piscinas

El verano dejó de tener pícaros hace tiempo: son delincuentes de poca monta o gamberros que merecen el castigo correspondiente

28 de julio de 2025 a las 09:37h
Un día nublado y gris en el puerto de Santurtzi.
Un día nublado y gris en el puerto de Santurtzi. Pablo Martínez-Calleja

Cagar en las piscinas se vuelve a poner de moda entre cierta caterva adicta a ciertas redes antisociales y a la ideología libertaria del "haga yo lo que me dé la gana y jódanse todos los demás". Pena de una justicia poética que le llenara el culo de agua de piscina a quien defeque libérrimamente. También debería haberla para el taxista estafador que me llevó, por otro lado, con el bulo de que había una manifestación de maestros, y me cobró casi treinta euros por la carrera que hizo, cuando su precio no hubiera debido subir de quince.

Le pedí el recibo, viendo que me estaba timando y que no era responsable, por mi parte, negarme al pago. Le pedí el recibo y me lo entregó de prisa y corriendo, doblado, y se largó pitando. Cuando lo desenvolví comprobé que le había arrancado al papel del recibo su número de licencia. Lo que el taxista no sabe es que, naturalmente, hice una foto de la matrícula de su taxi. El verano dejó de tener pícaros hace tiempo: son delincuentes de poca monta o gamberros que merecen el castigo correspondiente. Pero ni caganers de piscinas, ni ovejas negras del taxi, ni jejenes, ni precios siderales, ¿o esto sí?, van a arruinar a nadie este verano. Hay que darse cuenta de que ni Gaza arruina a nadie este verano y que de la montería ya casi solo habla Martín Pallín, menos mal.

Un greco adornaba la pared de la casa de unos amigos, de lo más lindo, y todos pensando si devorará a todos los jejenes que me devoran a mí, especialmente cuando releo Sonata de primavera junto al ciprés, ahora que se vuelve a contemporaneizar, aunque solo sea por lo de echarle encima la Inquisición al Marqués de Bradomín, que resultaba acusado del delito brujería que había sufrido. Me dirán que el marquesito…, pues sí, pero no mezclemos.

Echo de menos, desde que llegué, a los grillos y a las chicharras. Es verdad que sopla viento, que ha llovido, que el calor no es asfixiante. Me pregunto dónde estarán, porque sin ellos desaparecería el verano. Sin el calor desaparecería el verano. Y si nos pusiéramos de acuerdo con el tiempo, desaparecerían hasta los ascensores, los rellanos de escalera, los zaguanes de portal. Llevar la contraria sin meterse en , para eso es el tiempo. Sin grillos no hay verano: estamos casi en agosto y no somos conscientes de que han dejado de cantar.

Espero que no pase como con las abejas, algo mucho peor, porque como no cantan no llaman la atención. A los pájaros se les sigue oyendo. A los disidentes, cada vez menos, y ¿qué desaparecerá si dejan de cantar los disidentes? Los simples disidentes, que únicamente quieren que nadie se les meta en sus vidas, que quieren ir por la calle como les dé la gana, que quieren banderas universales, para evitar las banderías, y los de las banderías, empeñados en no sé qué deseos de victorias ideológicas, se lanzan con cañones contra los mosquitos. Qué triste verano sin grillos, ni chicharras, sin ascensores, ni rellanos, ni zaguanes, sin abejas, ni disidentes, ni piernas, todas muertas a cañonazos lanzados contra jejenes, o contra niños y adultos.

Los veranos grises no tendrían futuro, nombrados así, salvo refiriéndose a la excepción de un verano: siempre serán azules, pase lo que pase.

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