Se nos fue el maestro

A Manolo Sanlúcar en su último viaje la ha faltado la bandera, su bandera por coherencia lamentable de quienes aprovechan cualquier oportunidad para negarla

Salida del féretro con los restos del maestro Manolo Sanlúcar, el pasado domingo en su tierra natal.
Salida del féretro con los restos del maestro Manolo Sanlúcar, el pasado domingo en su tierra natal.

Parece mentira que en Sanlúcar de Barrameda la adelantada, última escala antes de salir al Océano en la primera circunnavegación y primero al regreso, lugar dónde resistió la lucha por la independencia de Andalucía, no hubiera siquiera una bandera andaluza para cubrir su féretro. El féretro dónde descansaba su cuerpo ya cansado y gastado de tanto luchar por la dignidad de su Tierra, de su Andalucía.

Parece mentira que el chino quetienedetó no las tuviera, ni siquiera que la vecina de al lado se pusiera a toda prisa a coser una y así emular el trabajo de doña Angustias García Parias, cuando cosió con sus manos la que se conservó contra todo pronóstico en el despacho de Blas Infante en Coria del Río. Parece mentira que a las autoridades pertinentes, a las que quizá falte el prefijo unisilábico “im”, les sobra algo más que impertinencia y les falta algo más que sensibilidad.

Además de su música de exquisita sensibilidad, como corresponde a un arte plenamente andaluz, Manolo Sanlúcar, hizo una música andaluza, andalucista por ensalzar el valor artístico de Andalucía. Defendió los derechos de Andalucía, el derecho de ser dueña de su arte, su cultura y su historia. Dispuesto a extender el duende de la guitarra andaluza y hastiado con el sistema educativo que le impedía darle en España la categoría que merece, llevó su creatividad hasta el norte del continente al que llegaban los barcos después de hacer escala en su ciudad, último enclave antes de entrar en la mar océana.

Llevó a América el flamenco, el espíritu del flamenco en el sonido de la guitarra flamenca, que nunca se le permitió dónde ahora, de súbito y sin razón, otros quieren auto nombrarse “capital mundial del flamenco” después de haberlo despreciado durante siglos calificado de  “música de señoritos y tabernas”. Como la memoria es débil y en algunos casos más, hay quien la pierde, o la esconde, peor aún, faltos de la dignidad necesaria, para darse bombo sin conocer las raíces de un arte con algunos siglos ya, nacido de la sociología, la psicología y la historia de un pueblo despreciado, al que se quiere infligir un nuevo desprecio con ese auto-nombramiento.

A Manolo Sanlúcar en su último viaje la ha faltado la bandera, su bandera por coherencia lamentable de quienes aprovechan cualquier oportunidad para negarla porque no creen en Andalucía ni en la obra de Manolo Sanlúcar y varios miles de artistas, literatos, poetas, historiadores, inventores que siguen enterrados en su mayoría bajo la tierra ingrata de unas autoridades interesadas en seguir ocultando qué es, quien es Andalucía. Y la Junta ¿de Andalucía? No tiene nada que decir.

Frustrada, hasta ahora, su lucha por conseguir que la guitarra flamenca entre en la Universidad, porque para eso haría falta tener en cuenta la calidad del experto, como en cualquier carrera nueva y la Administración se empeña y esfuerza en obligar a la contradicción de que sólo la puedan enseñar los licenciados de clásica en vez de crear nuevos licenciados y doctores como se ha hecho con otras carreras nuevas entre las que periodismo es un ejemplo contundente. Manolo Sanlúcar, el poeta de la guitarra, no ha podido ver materializado su sueño de poder enseñar en la Universidad andaluza como sí se le atendió en la americana, junto a un puñado de compañeros, profesionales de la guitarra flamenca como él.

Quienes se lo han impedido es “normal” que “olvidaran” despedirlo con  el símbolo de su Nación. La Nación sin Estado cuya cultura defendió. Olvidaron su símbolo para dejar bien claro la clara y urgente necesidad de un Estado andaluz, para que no se sigan olvidando nuestra historia, nuestra cultura, nuestro arte. Para que no se sigan olvidando de elevar la cultura y el arte, entre ellos la guitarra flamenca, al pódium que merecen.

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