Manifestación en Sevilla el 4D de 1977 con multitud de banderas.   PABLO JULIÁ
Manifestación en Sevilla el 4D de 1977 con multitud de banderas. PABLO JULIÁ

El 4 de diciembre de 1977 intentó ser hurtado a los andaluces. El 28 de febrero de 1980, también. El 4 de diciembre intentaron que Andalucía no saliera a la calle, que no reclamara Autonomía, que no se oyera su voz. El 28 de febrero, también. Primero intentaron acallar la voz de los andaluces, luego invalidar la votación, siempre con la mordaza del fracaso, un fracaso trabajado, elaborado, pero nunca obtenido. Si fuéramos “de su cuerda” podríamos llamarlo contubernio. El contubernio de Suresnes. Porque desde 1974 estaba programado que Andalucía se quedara sin Autonomía. Por eso la pseudo izquierda del momento pregonaba a los cuatro vientos “no podemos entretener ni un gramo de la lucha por la democracia para pensar en la autonomía”; o el clamor general del PSOE y el PCE. “Ahora no podemos minorar esfuerzo para luchar por la democracia”. “Cuando tengamos democracia ya podremos pensar en la autonomía”. Y esto lo decían quienes se entregaron a la primera ocasión, abandonando la idea de ruptura trasladada en un momento al entreguismo del pacto, porque el pacto llevaba dentro la semilla envenenada del continuismo. El objeto, en primer término, era aplazar indefinidamente la reclamación autonómica hasta postergarla a perpetuidad, como se vio con claridad meridiana en cuanto, tras obtenerla legalmente pese a las trampas, el gobierno andaluz se esforzó en hacer creer a los andaluces que la Autonomía no era capaz más que de aumentar el gasto.

Ese afán de imposibilitar la reclamación, primero, y a continuación impedir la victoria en el referéndum, es lo que une ambos momentos históricos, pero el segundo sigue siendo consecuencia del primero. a pesar de la trampa del 28 de diciembre de 1979, urdida y materializada por UCD y PSOE, los dos partidos con mayor número de parlamentarios. Pero dos fracasos del no se pudieron convertir en una victoria porque —ahí falló el pueblo andaluz— el sabio pueblo andaluz puso su futuro en manos de quienes no querían, ni podían, ni sabían, ni quieren saber nada de Autonomía ni de progreso para Andalucía. Bueno, algo sí sabían: cómo destruirla, pues, como ahora, es más fácil destruir que construir, continuación de táctica en este caso para los de calle Génova, que aunque se muden para tapar bufos, Génova está en todas partes, como Ferraz. Siempre unidos, siempre de acuerdo si se trata de maltratar a Andalucía, de extraerle el jugo para entregarlo a disfrute de intereses foráneos.

Hace cuatro años dos asociaciones se auto-arrogaron la organización del 4-D. Para eliminar a todas las demás y tomar delantera, se reunieron con secretismo, sin avisar y confundiendo para impedir que los demás llegaran a reunirse, ya fuera conjuntamente o por separado. Una vez creada la estructura, simularon abrirse a los demás, pero sólo si aceptaban las decisiones ya aprobadas por ellos dos. Desde entonces, como corresponde al estilo oscurantista y divisorio, la manifestación ha ido languideciendo. Porque al actuar en sentido opuesto a su palabra, estaban destruyendo el espíritu del 4 de diciembre, que desde 1977 era de unidad. Unidad operativa, de acción en lo referente al objeto de aquella fecha, que era empujar todos juntos para obtener la Autonomía. Cada grupo seguía manteniendo su personalidad, pero todos iban al unísono en cuanto les unía. Así ha sido hasta que dos grupos en busca de protagonismo decidieron imponer y se erigieron en antagonistas de todos los demás. Lo ha pagado el pueblo andaluz, empujado a la indiferencia hacia lo que ha perdido interés, diluido en el mar de protagonismos con que echar fuera precisamente a los impulsores de aquel ejemplar 4 de diciembre de 1977. El protagonismo de dos grupos ha hecho perder interés en lo que debe ser unitario y lo han reducido al ansia de figurar.

La celebración del 28 de febrero, de menor trascendencia como fecha subsidiaria de la anterior, sigue siendo promovida desde el primer año por los mismos grupos y su convocatoria abierta y conjunta, como debe ser, y debería seguir siendo la del 4D. Pero ya en marcha la de 2022, alguien se ha lanzado a convocar “una manifestación para celebrar el 28F”. ¿Duplicidad con el sólo objeto de obtener el protagonismo que no le corresponde? ¿con el fin de provocar más desunión y dar más fuerza a los enemigos de Andalucía? Escuálido y traidor protagonismo, en ambos casos anular una Fiesta para orillar a otros y, sin darse cuenta, anularse a sí mismo, porque la historia los va a juzgar y los hechos ni se equivocan ni perdonan.

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