Un ejemplo de pintada de ignorancia atrevida.
Un ejemplo de pintada de ignorancia atrevida.

Para recordar con pánico aquel olvidado Farenheit 451, la temperatura a la que arde el papel, la temperatura a la que está llegando la política por la presión antidemocrática de un grupo que utiliza la democracia limitada del reino de España para acabar con la democracia, el Estado de las autonomías para acabar con las autonomías, la libertad para acabar con la libertad. Con la libertad, la enseñanza, la sanidad, el salario… para acabar con todo e imponer el régimen más autoritario que jamás el reino de España haya conocido. Para recordar aquel nefasto día de los libros arrojados a una pira en la plaza de Bib Rambla por el integrismo y el totalitarismo imperante siglo tras siglo, que ahora reverdece de la mano de un partido votado en gran medida por las principales víctimas de su política integrista y totalitaria.

“Menos libros y más España”, recuerda aquella aciaga y funesta frase de “muera la inteligencia”; recuerda aquellos momentos infaustos de la historia menos y más reciente, en que la cultura y el saber se han considerado y se consideran enemigos del absolutismo tiránico. Pero ¿qué es más España? Sus apologistas ¿sabrán qué es? Verborrea vacía, ausente la posibilidad de construir una patria, una, a la que sus panegiristas se vienen oponiendo desde el principio de los tiempos, una patria inexistente en el consciente y el inconsciente colectivo de sus exaltadores porque falta el sentimiento de unidad consciente, la única unidad real que puede darse, sustituido por el egoísmo, el egocentrismo, el racismo, el supremacismo. El deseo de situarse sobre los demás y de convertir la ciudadanía en rebaño para tener a quien conducir, a quien engañar con palabrería ausente de contenido y de compromiso. ¿Más España? ¿Qué es “más España”? ¿Desde cuándo la cultura es opuesta al Estado? Tan sólo desde que esos españolistas de tres al cuarto confundieron unidad con uniformidad, Estado con opresión, libertad con la suya para eliminar la de los demás.

El día que el absolutismo y el integrismo absolutista volvieran a imponerse, sus votantes, responsables de esa imposición, se arrepentirán como se arrepintieron los alemanes de haber votado a Hitler después de conocer sus desmanes. Pero no se habían arrepentido: se habían horrorizado de ver de lo que habían sido capaces sus elegidos, sus elevados al poder, porque no lo habían pensado antes. Pero no llegaron a reconocer su responsabilidad como votantes. Porque los gobernantes solamente pueden llegar hasta dónde le permitan sus electores. En Alemania, en España y en todas partes. Peor aún cuando los aspirantes a envolver y dominar a cuarenta y siete millones de personas, se jactan de pregonar sus verdaderas intenciones en lo social, en lo económico, en su negativa a mejorar la vida de los más desfavorecidos, cuando niegan la eutanasia y quieren implantar la pasiva, eliminando con sufrimiento a enfermos terminales, cuando niegan el derecho a la vida, al alimento, a una vivienda digna a los más necesitados. Esa dictadura criminal perseguida por quienes enfrentan los conceptos “patria” y ”cultura” es lo que están apoyando muchos con su voto. Eliminar libros, cultura, saber, no hará más grande a España, la hará más inculta y, por lo tanto, más vulnerable. Vulnerable a la demagogia, a la especulación, a la manipulación, al engaño, a la utilización de la fuerza en contra de los propios intereses del votante.

Antes de introducir una papeleta en una urna es conveniente, más que eso: necesario, debería ser obligatorio, meditar muy bien qué tipo de política apoya ese voto. Si la que piensa en las necesidades de la inmensa mayoría o la que defiende las prerrogativas de una ínfima minoría. Si busca sacarnos de la miseria o hundirnos más en ella. La oposición a los libros, la negativa a la cultura, nos acerca a Pol Pot, a Cisneros, a Franco. La defensa de la cultura nos hace más conscientes, nos da armas para defendernos y para acertar a la hora de encargar a otros el gobierno y la administración de nuestros intereses. Si votas a los enemigos de la cultura votas a banqueros, eléctricas, grandes inmobiliarias. Si votas cultura votas por ti mismo. Esa es la diferencia.

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