Artículo de opinión escrito por Rafael Sanmartín, titulado 'El día que nos hicieron pobres'.
Artículo de opinión escrito por Rafael Sanmartín, titulado 'El día que nos hicieron pobres'. MANU GARCÍA

Andalucía nunca fue una sociedad “perfecta”, simplemente porque las sociedades perfectas no existen. Hay sociedades justas, o que se acercan a la justicia o simple y llanamente, perversas. Andalucía ha sido desposeída de todo: cultura, historia, identidad, valores, economía. Y sigue. En 1854 nos quitaron los bancos, para que por fuerza tuviéramos que «amamantar» a los del norte y fortalecer su industria. En 2008 por una ley dictada a propósito, nos volvieron a quitar los que habían nacido de nuevo. Con el mismo fin. Con el mismo fin entre 2006 y 2012 nos quitaron las cajas de ahorros, para que nuestro dinero cotice y se invierta en otras comunidades. No conformes con eso, por decisión de los distintos gobiernos nos han cerrado cientos de empresas y nos inundan con cadenas comerciales para llevarse nuestro dinero y nuestros ahorros y a continuación reclamar que “pagan más impuestos”, como si sus productos se vendieran sólo en la ciudad dónde está su sede social. Entre las cerradas se pueden contar: siderúrgicas, todas las textiles (que eran miles) y a continuación el cultivo del algodón. Las azucareras, y el cultivo de la caña y de la remolacha. Han intentado cerrar Abengoa, por negarse a trasladar su sede a Madrid. Antes de que los bancos se hicieran cargo de la empresa, su beneficio era superior a los ocho mil millones de euros, que después ha bajado a menos de la mitad. Son miles de casos, enumerarlos requeriría un libro.

Dos gobiernos españoles se opusieron a que las multinacionales GMC y Ford se instalaran en Andalucía. Las comunicaciones internas y exteriores son las peores, con las peores carreteras, los peores ferrocarriles, los peores trenes, los peores servicios. ¿Qué motivos tenemos para ser "los más españoles"? Y los diputados elegidos en Andalucía, ni se molestan en defenderla. En el Congreso hace años ni siquiera se escucha el nombre de Andalucía. Son los planes del Billderberg, ejecutados por la Unión Europea. Pero en el siglo XIX no existía U.E. Billderberg, sin embargo fue cuando empezó el desmantelamiento industrial de Andalucía. El industrial, porque el cultural, social, histórico, identitario, empezó mucho antes. Y todo ello ha seguido en continuidad.

¿Desde cuándo? ¿Hasta cuándo? Empecemos por la segunda pregunta: hasta que los andaluces quieran. Mientras Andalucía aguante y siga enviando sus hijos a buscar alimento a otras latitudes.

¿Desde cuándo? Desde el momento en que una fuerza militar exterior impuso sus normas al pueblo andaluz, a la tierra andaluza. El conquistador consigue validar su conquista cuando el conquistado cree no haberla sufrido. Eso requiere eliminar su personalidad, su cultura, su idiosincrasia, su forma de ser. Hacerle olvidar sus raíces, enterrar o, cuando menos, encerrar su identidad, hacerle creer que su identidad es la del conquistador y que cultura, experiencia, lengua, todas sus señas de identidad no son propias, sino las debe al conquistador.

Es difícil enterrar la identidad y la cultura. Pero se pueden tergiversar, darles un tinte que las haga parecer distintas. Eso empobrece la cultura y la identidad; pero es lo que se busca. Hacer creer al conquistado que no es conquistado sino, en todo caso, “liberado” es la verdadera victoria que las armas dejaron pendiente.

Sólo falta un detalle para redondear este empobrecimiento general: el empobrecimiento físico. Cuando un pueblo ha gozado de capacidad propia para disfrutar una economía floreciente, cuando su cultura ha brillado tanto que se ha hecho luz y ejemplo a seguir en el mundo, es difícil robarle su brillo, su capacidad, su identidad, en una palabra. Sólo queda una forma: impedirle llenar el estómago. Hacerle sufrir la visión de sus hijos faltos de alimento físico e intelectual. Por eso los sucesivos gobiernos españoles, después de intentarlo por todos los medios, de utilizar un léxico excluyente, de mentir sobre la historia, de insultar sobre la cultura y el conocimiento, llegaron a la conclusión de que sólo arrebatar su industria a Andalucía e impedir su recuperación, permite concluir “su obra” de despersonalización.

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