Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, tras la firma del acuerdo de Gobierno.
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, tras la firma del acuerdo de Gobierno.

Por lo que se ve, ignoran que “todo o nada” sólo es una frase teatral de Pemán plagiada en un eslogan comercial, no un principio político, que en política sobran los tontos útiles. Y los inútiles también, claro. Un año después nadie asume su parte de responsabilidad en una repetición electoral más contraproducente que innecesaria. “Cosas de la política”, según la hispana costumbre de tomar por normal las costumbres hispanas que tan bien conservan el atraso secular. En toda actividad humana se deben medir las consecuencias de los propios actos, al menos a medio plazo. O más. Y en política, con más motivo.

Los políticos, acostumbrados a defender su idea por encima del encargo de sus votantes, por encima de las necesidades reales de la población, llegan al paroxismo de la incongruencia con intereses y forzadas convicciones personales, cuando se lanzan directos al precipicio. Dejar sólo a un presidente en minoría le acorta su periodo lo lega a finiquitar. El ridículo de acabar con Rajoy para facilitar el acceso a la derecha más fascistoide del partido derrocado hace unos meses. Ganará o no. Pero, si no necesitamos encomendarnos a Santa Rita, no será por la “coherencia” ideológica de grupos incapaces de darse cuenta que se pierden votos si se pierde la confianza de sus electores, y también si se facilita el acceso al enemigo.

Con el riesgo goebbeliano encima las diferencias internas deberían ser internas también en su tratamiento y discusión. El derecho a criterio propio y a marcar diferencias no ampara el de fortalecer a sus competidores. Salvo que en realidad no sean competidores. La política debería estar basada en la tolerancia y el diálogo. Se corrompe cuando se basa en la cerrazón y la intransigencia.

La izquierda no puede seguir legitimando a la derecha. Hasta ahora el mundo se ha estado riendo de la política y de los tribunales españoles. Ya le están dando motivos para que puedan reírse, también, de los opositores a este régimen de oprobio. Una pena, porque la risa aquí es dramática. Quien se ríe por no llorar denuncia la tragedia. La lección de Madrid es para tenerla en cuenta, aunque no es determinante: si Madrid “es España” los demás debemos ser otra cosa No es fácil que el modelo se repita, pero deja bien claro el crecimiento del fascismo, o quizá mejor el crecimiento de la confianza en el fascismo y eso no es un triunfo de la derecha; es un fracaso de quienes tomaron como suya la palabra “izquierda” y se postraron ante el IBEX y la gran banca a quienes ha favorecido hasta el éxtasis.

Las próximas elecciones pueden ser de quienes quisieran acabar con la democracia, quienes niegan el derecho a disfrutar de un salario mínimo, de una vivienda digna, de una sanidad y una enseñanza de cierta calidad. Pueden ser de los enemigos de la libertad que pregonan libertad para aplastarla, si los enemigos de la dictadura no reaccionan. O si en realidad la dictadura no tiene enemigos.

Por ahora no espabilan. Unos con liderazgo de Peter Pan , otros, víctimas de una masacre organizada, pero sobre todo de sí mismos, por no haber sabido hacer frente a esa masacre y por tampoco haber sabido mantener su oferta en el máximo nivel de coherencia. Está claro que el IBEX y la banca reforzada por Gobiernos de “izquierda” y de derecha, no van a perdonar ni siquiera la oposición a la privatización de la sanidad, mucho menos que los obligaran a soportar una mínima subida de salarios, cuando su objetivo es aumentar el nivel de paro para mejorar su ya abultado beneficio. Pero con eso ya debían haber contado. ¿O esperaban parabienes y ayuda de los enemigos del bienestar general? Si no se lleva ilusión al electorado, volverá a ganar la abstención, y muchos seguirán entregándose a “lo contrario”, a los que no han gobernado, sin fijarse en sus propuestas. A los que niegan sus derechos a los mismos que les apoyan. A los nostálgicos de la dictadura, a quienes, una vez en Europa, les estorba la democracia que necesitaban para entrar.

¿Quién va a mantener la ruptura del bipartidismo? Es posible que Podemos se mantenga, si se baja al “ruedo” de la calle y es capaz de ilusionar a quienes fueron sus seguidores y a quienes aún no, pero podrían haberlo sido. Pero, aún así, para alcanzar mayoría juntos ¿cuánto tendría que subir el PSOE, lastrado como está por el conservadurismo de sus viejos dirigentes? O quizá la izquierda no reacciona porque no hay izquierda. Entonces mejor será olvidar a quienes malgastan ese nombre y plantearse  su nacimiento. ¿Qué esperan?

Es necesario que sean representantes de sus gobernados, y evitar las dañinas mayorías absolutas. Se necesitarán pactos, acuerdos, diálogo, negociación y participación, única forma de practicar la democracia que viene faltando en este reino autodiscordante, desde 1982. Pero, sobre todo, se necesita coherencia, firmeza en los postulados.

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