800 años de represión

Cómo es posible que un pueblo tradicionalmente progresista, avanzado y de carácter revolucionario ha llegado a esta situación de indiferencia.

Pedro Sánchez y Juan Manuel Moreno, en Moncloa. La conexión política entre Madrid y Sevilla.   JUNTA DE ANDALUCÍA
Pedro Sánchez y Juan Manuel Moreno, en Moncloa. La conexión política entre Madrid y Sevilla. JUNTA DE ANDALUCÍA

A menudo nos preguntamos por qué el andaluz se comporta de forma conformista rayando en lo irresponsable. Cómo es posible que un pueblo tradicionalmente progresista, avanzado y de carácter revolucionario, que ha provocado acciones de gran calado, incluidos cambios de gobierno, ha llegado a esta situación de indiferencia. Quizá la respuesta nos la pueda dar Carl Gustav Jung, uno de los discípulos aventajados de Freud («Froid» para los moelnos anglicistas) y su análisis del "inconsciente colectivo": las vivencias quedan guardadas de forma inconsciente, se van acumulando y llegan a formar parte del carácter. O, cuando menos, del comportamiento.

Desde 1212, en que miles de guerreros alistados en los ejércitos de casi toda Europa en busca de la indulgencia plenaria con su participación en la batalla de las Navas de Tolosa, recién declarada cruzada para obligar a los «herejes» andaluces a aceptar el rito romano, todo ha venido al revés para Andalucía. La conquista de cada una de las ciudades andaluzas se hizo a un alto precio, altísimo, porque no sólo supuso muerte, también hambre. Porque se despoblaron los bosques, incendiados para desproteger a las ciudades y facilitar su sitio, porque se forzó la desaparición de la rica cultura andaluza, de la industria, que se ha seguido persiguiendo en siglos posteriores; se perdió o se infrautilizó la agricultura, al repartir los campos en grandes predios, la mayoría de los cuales fueron abandonados por sus nuevos propietarios, pasando los agricultores a la categoría de jornaleros dependientes de la voluntad de sus nuevos «amos».

Cada respuesta a esta situación de dependencia fue contestada con una represión sangrienta que empeoraba la situación, desde la rebelión de La Alpujarra, los motines, las revueltas del pan, la revolución de Arahal-Loja, la "Gloriosa" y las múltiples huelgas de los siglos XIX y XX, reprimidas todas con la mayor dureza. Se podría decir que América fue un interregno al comienzo de la Edad Moderna. Pero no fue así. Porque, aunque Andalucía recogió frutos de aquel trabajo, dio mucho más de lo que recibió, pues incluso fue desprovista de la posibilidad de comerciar con el continente americano, monopolio que se concedió a otra comunidad.

A partir de la Guerra de la Independencia —en la que Andalucía fue protagonista principal— se ha remachado con nuestra despersonalización, en base a la apropiación de nuestra materia prima y nuestra cultura, hasta hacernos creer que todo se lo debemos a España, figura supuestamente superior. Para que, al defender nuestras costumbres, creamos estar defendiendo ese "ente superior" que «nos ha dado desde el idioma a la música», cuya falsedad hoy estamos en condiciones objetivas de demostrar.

Para redondear la situación, al despotado de Franco, más en concreto desde el gobierno personal de Felipe González, siguió una fingida democracia, que ha separado peligrosamente el discurso de la acción. Y que, con la ayuda inestimable de una propaganda hecha con el control de los medios y el enaltecimiento del espectáculo futbolero como aliado, ha llevado a la mayoría a la conclusión de que las cosas son como tienen que ser y que no sirve de nada oponerse, porque la situación —provocada ex-profeso— no estaría provocada por nadie. «Es así». «Las cosas son así», es una expresión muy extendida, en vez de la más real «las cosas las han puesto así». La especulación inmobiliaria, por poner un ejemplo, no «es así». No debe serlo porque no es natural. Es una presión de especuladores grandes y chicos que han modificado los precios, no en función de los costos, sino solamente con el objetivo de ganar más, aún a costa de crear más pobreza

La especulación es una responsabilidad de todos y, como especialidad del Estado español, es responsabilidad específica del gobierno. Pero el gobierno tiene más responsabilidades, como, por ejemplo, la represión ejercida contra Andalucía para reducirla, para dominarla. Toda la represión recibida mezclada con el hambre provocada, toda la opresión, todos los reveses, el castigo de todas las revoluciones fomentadas desde Andalucía y los últimos ochenta años con la acentuación de esas condiciones, han hecho mella. Han conseguido adormecer al pueblo. Recuperarlo es posible. pero tenemos que espabilar. Y eso supone un esfuerzo conjunto, que ningún partido, asociación, sindicato ni persona individual podrá hacer solo.

 

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