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Me sirve el título de la película que dirigiera Clint Eastwood en 2006 para encabezar el artículo de esta semana debido a la proliferación de banderas que se ha dado en la misma. Pero antes de entrar en materia permítanme que reflexione sobre el argumento del filme en cuestión. Como seguramente sabrán si lo han visto, se trata de una visión sobre la batalla de Iwo Jima y la famosa foto en la que un grupo de soldados estadounidenses levantan su bandera en el monte Suribachi de dicha isla. La película nos habla sobre héroes y antihéroes. De una generación que luchó por su bandera y los valores que ésta significaba.

Efectivamente, las banderas, más allá de referirnos un lugar geográfico, son también portadoras de los valores de los pueblos. Fue muy polémica la aparición de Pedro Sánchez con nuestra enseña nacional. Primeramente porque la izquierda ha sido tradicionalmente internacionalista y los símbolos nacionales no han sido los portadores de sus valores. Y segundo, al igual que en la película de Eastwood, también en nuestro país hubo una generación que luchó por una bandera distinta de la que hoy tenemos, una bandera que representaba la libertad, y, como sabemos, perdió esa lucha. Casi 80 años después pervive todavía en el ideario de la izquierda un cierto sentimiento de que la bandera que ondea en nuestros edificios oficiales no es la suya. Pero, por otra parte, desde 1978 es la bandera de todos, y aunque es legítimo usarla puesto que es de todos, también es, o debería ser, algo superfluo, puesto que todos pueden reivindicarla.

Esto me lleva a la reflexión sobre otra polémica de la semana. La matanza en la iglesia de Charleston, Carolina del Sur, ha puesto de manifiesto que, por muchos años que hayan pasado, en el ideario de una parte del pueblo estadounidense permanecen vivos los valores del racismo. Prueba de ello es que siga ondeando la bandera confederada, la que defendieron los estados racistas del sur en la guerra civil norteamericana, en los terrenos del capitolio de la ciudad de Columbia, capital del Estado. La misma bandera con la que se había retratado el presunto asesino y que fueron publicadas junto a un manifiesto en el que defendía ideas supremacistas.

Por otra parte, empezamos la semana con noticias de otras dos banderas. La negra del Estado Islámico, que ha vuelto a golpear cruelmente y sigue su expansión. Expansión que se mira de reojo y con espanto desde una Europa atribulada con sus problemas domésticos, que no sabe cómo poner orden en la desbandada que llega a sus fronteras provocada por la guerra en la otra orilla del Mediterráneo. Una Europa cuya bandera azul de doce estrellas, está un poco desteñida hoy para muchos europeos que creían en el proyecto de integración europea. Y particularmente muy desteñida para los ciudadanos griegos. Uno no sale de su asombro al ver tanta miopía. ¿Dónde quedan los valores de nuestra bandera de Europa, la bandera que forjaron los padres fundadores para darnos un futuro de paz, libertad y prosperidad?

Juan Antonio Cabello Torres es Licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales.

 

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