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Señora alcaldesa, lo estamos viendo desde hace demasiado tiempo: cuando un político afirma que una situación le ha desbordado, hay unos matices secundarios que se deben tener muy en cuenta. La situación con los refugiados de la guerra de Siria ha provocado la percepción generalizada de que la Unión Europea se ha visto desbordada ante tal flujo de personas que buscan asilo dentro de sus límites geográficos. Y todos estaremos de acuerdo en afirmar que los políticos europeos no es que se hayan desbordado, es que se ha destapado su manifiesta incompetencia a la hora de resolver un problema que les ha venido grande, provocando la vergüenza y la indignación de una gran parte de ciudadanos de la Unión. Como la historia se repite, es cíclica y a menudo predecible, sobre todo en lo que a su vertiente negativa se refiere, usted ha utilizado esa misma expresión para referirse al descontrol zambombero que llevamos viviendo todo el mes, que no sólo el pasado fin de semana, en el centro histórico. Ese frenesí bañado en orina y en bebidas de alta graduación, ese escudarse en las tradiciones para infringir las leyes y normativas, ese eterno deja vu que no por repetido deja de sorprender e indignar. ¿Ha reconocido, señora alcaldesa, su incompetencia al utilizar ese argumento? ¿De verdad que no se ha tenido tiempo de valorar y prever lo que está pasando? Esto lleva sucediendo ya varios años, ¿en serio que no se ha dado cuenta usted y ninguno de sus delegados? ¿No les contaron los otros incompetentes que les antecedieron lo que estaba pasando? Y por último, ¿cree que los residentes somos tontos o carajotes y que nos vamos a quedar calladitos y de brazos cruzados?

Dice que para el año que viene se tomarán medidas, al igual que se han tomado este en relación al anterior, ¿no? ¿Qué pasa, que en lo que resta de fechas navideñas nos tenemos que aguantar con su brillantísima teoría del desbordamiento? Si de verdad tiene la sincera voluntad de atajar el caos en el que se está convirtiendo a ciertas horas la Navidad de la ciudad que supuestamente gobierna, coja el toro por los cuernos, ordene a la Policía Local que actúe ante las numerosísimas denuncias de los vecinos y las llamadas de atención de cada vez un sector más amplio de la sociedad, que ven cómo la declaración de Bien de Interés Cultural no va a durar mucho a este ritmo. “Hablaremos con los hosteleros para que la celebración no degenere en botellón”, dice. ¿Alguna vez piensa hablar con los residentes, conocer sus aportaciones al respecto y solidarizarse con su situación? ¿Qué hay que hablar con los hosteleros? ¿Esos que no cumplen con lo estipulado en un bando escrito sobre papel mojado y lleno de negligentes mentiras? ¿No sería más sencillo comenzar a imponer algunas cuestiones? Por ejemplo, no es nada descabellado pedir a quien organice una Zambomba (o como se llame eso que al final hacen) que garantice unos servicios higiénicos mínimos, como pueden ser la instalación de urinarios portátiles o la limpieza, superficial al menos, de la zona donde se haya celebrado eso que han llamado Zambomba. Entiendo que es más cómodo para usted dejar que se instalen barras por todas partes sin contraprestación alguna, pero es que no se le paga para eso. No intente vendernos una moto que está más gripada que el famoso coche de Carlos Sainz. ¡Trata de arrancarlo, Mamen, trata de arrancarlo, por Dios! Si de verdad espera esa actitud animosa, ese pensar que existen las buenas intenciones, se equivoca. No existe ni la comprensión ni la empatía en cuestiones políticas: a nadie se le pone un cuchillo en el cuello para gobernar, por tanto de nosotros sólo recibirá palos, palos y más palos en una dimensión directamente proporcional a las mentiras y la inoperancia que padecemos.

¿Y qué decir de los demás grupos del pleno? Tú, que lees esto, ¿has observado u oído alguna interpelación, alguna declaración de cualquier partido político de la oposición respecto a este tema? No, ¿verdad? Eso los convierte en cómplices de la situación. A todos, sean de izquierda, de derecha o de la madre que los parió. La conclusión es que no existimos, que no se nos tiene en cuenta y que nadie con o sin responsabilidad política se preocupa por nosotros. Es más, se ríen y cachondean de nosotros, o eso es lo que creen. Y como eso es así, nosotros asumimos nuestro rol de colectivo marginado y profundamente independiente. Tal vez en nuestra ciudad no se nos preste atención y se nos mire como espíritus errantes dentro de nuestras propias casas, pero la situación de incompetencia e inactividad política, esa falta dolosa de voluntad a la hora de afrontar y resolver una problemática (de cumplir con tu obligación, vamos), va a ser conocida hasta por la última instancia a la que podamos llegar y a todos los niveles que podamos alcanzar. ¿Sabe usted, señora alcaldesa, saben ustedes, delegados, o vosotros, miembros del resto de partidos del pleno, lo que hay detrás del adjetivo “desbordado”? Pues ni más ni menos que la triple “I”: Incompetencia, Irresponsabilidad e Inutilidad. Así, con mayúsculas.

Feliz Navidad.

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