Técnicos municipales remodelando el parque infantil de la plaza del Progreso.
Técnicos municipales remodelando el parque infantil de la plaza del Progreso.

Muchos de los que soléis leer los ladrillazos que escribo os habréis dado cuenta a estas alturas de que esta serie sobre cómo repoblar el centro puede parecer que no va a terminar nunca. Salvo las primeras entregas, estoy intentando introducir algunos temas de actualidad para no parecer monotemático, aunque entiendo que el asunto merece un martilleo más continuo, y para no cansarte demasiado con aspectos que quizá son puramente técnicos o que, por atemporales, puedan llegar a aburrir al lector, por muy interesado que esté en estos temas que atañen al centro histórico. Y espero que también entiendas que todo esto, aunque aparezca por entregas separadas, forman parte de un conjunto en el que no podemos prescindir de nada. Dicho de otra forma, estamos ante una serie de medidas que se deben aplicar de forma transversal, de un todo en el que no puede fallar nada o dejar apartado algún aspecto, ya que todo se iría al garete por mucha voluntad que se pusiera en ello. Hay que reactivar el corazón con la cabeza y que ésta esté lo más fría posible, si pudiera ser. Por ello hay que tener la mente abierta y unas alturas de miras lo suficientemente amplias como para alcanzar a ver más allá del gasto inmediato o de la inversión actual que haya que asumir para según qué cosas.

Esta séptima y no por ello última entrega, versa sobre un asunto que puede llegar a confundirse con el anterior, que hablaba de los equipamientos públicos (parques, colegios, polideportivos, etc). Hablamos en esta ocasión de los servicios que la administración oferta, paga y hace pagar para que las necesidades elementales de la población se cubran de forma suficiente como para que la ciudad sea segura, esté limpia y la movilidad esté garantizada dentro de ella. En la esencialidad del servicio es donde reside la diferencia con los equipamientos, o sea, que los segundos son aspectos complementarios que hacen más atractiva y habitable una zona, mientras que los servicios no pueden faltar bajo ningún concepto. Y tal vez sea en este punto donde el caso del centro histórico esté más en sintonía con el resto de la ciudad, ya que los servicios son los mismos para todo Jerez y, por tanto, las carencias que se observan en ellos se pueden apreciar por igual independientemente de la zona de la que hablemos.

El tema limpieza, sin duda, es el que más problemas provoca. Jerez ha visto reducida drásticamente el número de operarios dedicados a esta labor, eso es cierto, pero no es menos cierto que Urbaser no se ha ganado la renovación de la concesión: hemos vivido huelgas salvajes que han dado la vuelta a todo el país y observamos continuamente quejas de los jerezanos sobre, por decirlo de una forma suave, el poco esmero que los trabajadores aplican en su labor. La guinda en este cóctel explosivo es el evidente ascenso de las actitudes incívicas por parte de los propios ciudadanos, esa mediocridad social a la que tanto hago referencia siempre que tengo la oportunidad de hacerlo. El centro no es ajeno a todo ello y se presenta sucio, muy sucio, y dejado, muy dejado. Con el pretexto de que no existen máquinas de un formato adecuado a las dimensiones de las calles estrechas de la antigua medina árabe, esas que observamos en todas las ciudades a las que vamos menos en ésta, hay vías que llevan muchos años sin ver un chorro de agua.

Los contenedores están sucios y su sistema de apertura está averiado en un gran porcentaje de ellos o directamente los propios bidones están rotos. Los barrenderos no abundan y, dependiendo del afán que les pongan, hay zonas más sucias que otras, asumiendo que ninguna está limpia del todo. No descubro nada nuevo ni creo que haya alguien que pueda decir lo contrario. Claro, me podrás decir que esto pasa en todo Jerez, que me pase por aquí o por allá y veré que está peor que el centro, pero debes entender que del centro va este y todos los artículos que escribo. Es evidente que hay que cambiar la empresa concesionaria y aumentar el presupuesto no sólo en limpieza en sí, sino en campañas de concienciación que, es cierto, no producen un efecto inmediato, pero terminan funcionando, si se es constante. ¿Recuerdas lo de las alturas de miras que dije antes? Pues eso.

El servicio de transporte público es la otra gran carencia de esta ciudad cuando hablamos de servicios públicos. ¿Qué se puede añadir a lo ya visto de continuas averías, autobuses que literalmente salen ardiendo, su antigüedad, sus retrasos, bajas frecuencias de paso o suciedad y nulo mantenimiento? Desde principios de legislatura llevamos esperando los autobuses nuevos que se anunciaron, de los cuales sólo algunos llegarán a pocas semanas de las próximas elecciones y que no paliarán en absoluto el problemón que esta ciudad tiene al respecto y que tardaremos muchos años en ver resuelto, si es que no vamos a peor, que en Jerez todo puede pasar y nada nos debe extrañar. Con este estado de cosas, hablar de un transporte público adaptado al centro histórico es ciencia-ficción pura y dura.

Y si hablamos de seguridad, con recordar que cuatro de los seis nuevos coches patrulla se han averiado en dos semanas ya está todo dicho. Pero también podemos hablar de los robos continuos que se producen en comercios o en garajes del centro últimamente o las graves carencias en alumbrado público que se observan por algunos lugares. En estos días la asociación de comerciantes Acoje ha propuesto que se instalen cámaras en la vía pública, cosa que como medida de carácter temporal puede venir bien y ayudar a una policía local falta de medios para cubrir una extensión tan grande como la de Jerez. Yo comenzaría por la nueva plaza Belén, cuyo futuro en este sentido no es nada halagüeño.

En fin, hablamos de muchos aspectos que arrastran unas carencias enormes durante demasiados años. Sin duda merecerían un artículo por separado para analizar este asunto con la profundidad debida. Y como ya se ha comentado en alguna ocasión, la desmesurada extensión de esta ciudad es la gran culpable de ello. Si Jerez tuviese bloques de pisos en lugar de tanta dichosa casa unifamiliar, con la extensión actual seguramente podría tener fácilmente un millón de habitantes. Tenemos doscientos mil, pero la extensión es la misma haya pisos o casitas, por lo que los servicios hay que cubrirlos con cinco veces menos población. Es la misma razón por la cual el centro histórico sufre tal abandono y despoblación, la misma que ha provocado la falta de identidad del jerezano con su zona patrimonial. Y dicho despropósito en la planificación urbanística de esta ciudad es responsabilidad de los gobernantes políticos, pero también habrá que agradecérselo a más de un técnico que, para desgracia de todos, seguro que todavía ocupan puestos de responsabilidad en esta administración. Convendría no olvidarnos nunca de esto.

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