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Hemos asistido a unos meses de promesas, cercanía de nuestros políticos y gobernantes locales, obras eternas que por fin avanzaban como la antigua Nacional-IV -y tan antigua- que a estas alturas más que Avenida Reina Sofía debería pasar a llamarse Reina Letizia. Tras un inicio de legislatura muy duro, donde medidas como los despidos municipales se ponían en marcha esgrimiendo palabras como "herencia" y "crisis", llegó el tramo final donde el cumplimiento de todas los compromisos se acelera y se desbloquean los proyectos imposibles como por arte de magia.

Pues bien, se lo advierto, gane quien gane, ahora comienza la cuesta arriba. Porque la crisis, esa serpiente con más cabezas que una hydra, va a seguir siendo el argumento para emprender medidas impopulares que, curiosamente, no se anunciaban en los mítines, multitudinarios todos, que se han celebrado el fin de semana. Pero no teman demasiado a mis palabras, no quiero ejercer yo de Cassandra local. Les recuerdo que a la vuelta de la esquina están también las generales -a ver si Rajoy apura el puro- y un poco de vaselina para los electores -¿o debería decir ciudadanos?- no vendrá mal.

Así que le digo, desvirgado lector -políticamente, se entiende- algo que usted ya sabe, por lo que a buen seguro estará asintiendo con una sonrisa de suficiencia al leer mi artículo, mientras instintivamente de agarra el trasero con una mano (la otra es para la papeleta). Como dirían los fans de Julio Iglesias, le han mentido, y lo sabe. Ya lo decía Churchill, "la democracia es el peor de los sistemas con excepción de todos los demás".

Así que a votar que, salga quien salga, a partir de mañana se quitará la careta de cordero y volverá a ponerse la de lobo. Un licántropo suave al menos hasta las generales, que algo bueno tenía que tener el pastizal que a todos nos cuestan las elecciones. 

Ejerza su derecho a menos que decida hacer como los protagonistas del Ensayo sobre la lucidez de José Saramago, que se ponían de acuerdo votando en blanco y haciendo ingobernable el país imaginario del escritor portugués. Ya saben, si quieren desencadenar el caos, no hace falta como dicen los políticos del PP que no les voten a ellos. Hay otros métodos. Solo que aquello acabó como el rosario de la aurora, con militares y tanques de por medio. No seré yo quien lo sugiera. Y una epidemia se extendió por la ciudad...

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