Abramos nuevos caminos

Los jóvenes andaluces, una especie que merece la especial protección política y que se encuentra en peligro de extinción

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Premio Rafael Viso 2022 y miembro de Marea Verde.

Síntomas de hartazgo ante la 'turistificación' en Andalucía. Sabotajes en Sevilla en diferentes cajas con llaves de apartamentos turísticos, en una imagen difundida en las redes por @Toni_Marco (TONI MARCO).
Síntomas de hartazgo ante la 'turistificación' en Andalucía. Sabotajes en Sevilla en diferentes cajas con llaves de apartamentos turísticos, en una imagen difundida en las redes por @Toni_Marco (TONI MARCO).

El camino se abre y aquí estamos, tú y yo, andaluces, enfrentándonos a la tempestad singular que se asoma en los nuevos días de campaña electoral. Hoy nos toca aceptar las fraudulentas “inquisiciones” políticas que cada cuatro años aparecen, de un lado y de otro, como es de costumbre, a intentar solucionar todo lo que no han podido realizar en 1.460 días. Pero todo sigue igual, las mismas consecuencias de la pésima gestión institucional, las calles sucios y la fuerza del yugo contra la dignidad popular de los ocho millones que componen Andalucía. 

Desde luego, estamos siendo los jóvenes los especialmente afectados y protagonistas, por suerte o desgracia, del debate político de actualidad. Y no solo la juventud, sino también el espacio geográfico de Andalucía, el núcleo físico donde se desarrolla a nivel social el pueblo andaluz, y al que ciertos medios de comunicación llama “escenario político”.

Podríamos pronosticar el futuro, incierto y deleznable, que nos corresponde en la próxima legislatura a sendos grupos o conceptos sociales, marcados aún más cuando se combinan la juventud y Andalucía, creando un protagonista singular: los jóvenes andaluces, una especie que merece la especial protección política y que se encuentra en peligro de extinción, aunque, realmente viendo lo que está sucediendo en Doñana, que estemos en peligro de extinción de poco les va a importar a ciertos “líderes nacionales”.

Futuro incierto de promesas prescritas por el tiempo, de trabajo digno y de una calidad de vida que permita desarrollarnos como personas. Los datos siguen como siempre, los jóvenes somos los más perjudicados. Seguimos en la cola del paro, con una mayor tasa en las mujeres, obviamente, que no se nos olvide la brecha de género (aunque algunos se siguen definiendo como “ni machistas ni feministas”). Tres de cada diez jóvenes siguen en paro. En Andalucía uno más, por el hecho de ser andaluz (4/10). Unos datos alarmantes cuando se comparan en la perspectiva europea, en este mes de mayo que celebramos el Día de Europa, que tiene una media de solo el 6% de paro juvenil, que se enfrenta al casi 40% de los datos andaluces, que asumen cada vez más cuando los jóvenes somos menores de 20 años, con un porcentaje del 60%.

Somos también los destinados a la emigración. Seguimos sin tener oportunidades en nuestra tierra, ni académicas ni profesionales. Es difícil no conocer a alguien cercano que se haya visto obligado a ir a Madrid, Barcelona o Dublín, como nuestros abuelos, y compartir piso con 6 personas más en una colmena tercermundista con un sueldo de miseria que le permite subsistir a base de seguir hipotecando su futuro como persona.

A otros se les aparece Astarté y les ofrecen algún trabajo que le permite seguir en su pueblo, con su familia. Una temporada de camarero, en verano, soportando temperaturas extremas, en un chiringuito, en un bar de centro o en cualquier pub, al servicio de guiris que se pasean en pelotas, celebrando despedidas de solteros, desplegando violencia, odio y radicalismo en finales de fútbol por los centros históricos de nuestras ciudades y causando el desahucio de centenares de vecinos, gente trabajadora, de barrios como la Macarena, en Sevilla, o el Huelin, en Málaga, convirtiendo sus viviendas en micro-hoteles repartidos por toda la geografía que llenan aplicaciones de alquileres de pisos. Las calles se quedan sin almas y se llenan de candados concertados en las rejas esperando a algún turista, esperando alguna limosna que se deje ver por Andalucía y que le podamos reír las gracias. ¡Y encima se asustan porque un político andalucista de Málaga critique tales hechos!

Futuro deleznable, nada nos quedará sin el compromiso de impulsar y valorar a la juventud honrada de la que nos hablaba Blas Infante. Nos da miedo asumir la iniciativa de pensar en lo que pasará, ¿qué quedará aquí en nuestros pueblos blancos? En nuestras manos está, en el poder del pueblo soberano y la democracia, hacer de lo Nuestro lo que de verdad nos merecemos, abriendo nuevos caminos con pisadas verdiblancas. Y es que los jóvenes no podemos ser una herramienta, un arma política arrojadiza con la que pretender comprar votos a base de interrailes, bonos culturales, turísticos o de transporte. ¿Cómo pretenden que viajemos por Europa y España si ni siquiera existe una línea que conecte Algeciras con Málaga, Cádiz o Sevilla, o es más, que conecte Algeciras-Madrid sin necesidad de convertirse en un viaje al ferrocarril de siglos pasados, tal cual tren de la escoba/bruja? ¿Cómo pretenden que un joven jornalero de El Gastor se mueva por Galicia si ni siquiera ha conocido Córdoba, Patrimonio de la Humanidad, ni la Alcazaba de Almería?

Es más deleznable aún cuando van adaptando nuestro futuro a la extinción de los jóvenes rebeldes, cuando hipotecan nuestras vidas y actúan para causar una de las mayores sequías de la historia reciente, que aumenta deliberadamente con las acciones contra Doñana, la mayor muestra de la biodiversidad verdiblanca, incumpliendo la normativa de la Diosa Europa y que nos condenará para siempre. Sin trabajo, sin oportunidades, sin tierra y sin agua. 

Pero no, Andalucía no puede seguir siendo el parque temático de Europa. No es material ni moralmente viable. Nuestra tierra merece dignidad y pan, libertad y esperanza para el futuro, para nosotros, jóvenes andaluces que resistimos en nuestros pueblos, que seguimos estudiando en nuestras facultades y universidades provincianas, alejados de las grandes capitales y subsistiendo con becas que ni siquiera valoran nuestro esfuerzo como excelentes estudiantes universitarios. Eso es Andalucía, sudor currante, luz de sabiduría y cultura popular. Quizás debamos volver a cantar esa canción de Morente, para que se nos caiga la venda que los ojos nos tapan y que vuelvan los labradores de las tierras abandonadas de los campos andaluces.

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