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Un libro que no debe de faltar en ninguna casa de Casas Viejas. Es su historia la que está en él y con él pueden formarse las futuras generaciones.

Lo bien o lo mal que lo hacen los poderes del estado, políticos, jueces y Gobierno, llenan las páginas de los diarios, las imágenes de televisión y cientos de sesudos artículos de opinión. No me parece mal. A fin de cuentas son una parte de la cosa pública de esta España, en la que el partido del rencor parece haber vuelto, ante la dejadez de los demás, con una fuerza que hacía décadas se desconocía. Mucho menos publicitadas son las actuaciones de lo que llaman “sociedad civil", la ciudadanía en acción, de forma individual o colectiva. En España es algo que, cuando sucede, produce alergia entre los detentadores oficiales que se consideran protagonistas únicos de la acción pública. La minoría de edad de la ciudadanía se prolonga ya, al menos, 85 años.

Entre la derrota de 1939, la represión, la emigración, los largos años de dictadura y el despotismo ilustrado del actual régimen la participación ciudadana ha quedado reducida a votar cada cuatro años las listas cerradas que le proponen las oligarquías de los partidos turnistas y, en todo caso, a hacer de comparsa cuando es requerida para ello. Cierto es que no es una situación generalizada por igual. Hay lugares donde la estructura social es más fuerte que en otras y depende de para qué.

Andalucía tiene una fuerte estructura de “sociedad civil”. Basta fijarse en mundos como el de las cofradías, el carnaval o determinadas fiestas populares. Sin embargo, en lo que respecta a la intervención pública es más bien escasa. Es verdad que, en los años ochenta, se produjo la sistemática demolición del tejido asociativo vecinal, por ejemplo. Como también que es difícil que muchas iniciativas puedan sustraerse a los cantos de sirenas del sistema caciquil administrativo. De grado o por la fuerza.  Aquellas que siguen adelante, no tuteladas, terminan encontrando fuertes resistencias que suelen tener altos costos colectivos y personales. Algún día habría que hacer su historia.

Este sábado 11 de noviembre se presenta en Casas Viejas un nuevo libro sobre los sucesos, Los sucesos de Casas Viejas. Crónica de una derrota, su autor es Salustiano Gutiérrez Baena, un profesor de instituto de historia. Escribo lo de instituto no vaya a ser que alguien se equivoque y piense que es de universidad. Lleva años en el IES Casas Viejas y de granadino ha hecho de la localidad y la gente donde trabaja, su tierra. Su compromiso le ha llevado a salir del cómodo papel de erudito local para meterse en charcos en donde, en más de una ocasión, le ha alcanzado el barro. Unas veces en solitario y otras en compañía de otros. Es decir, se ha creído eso de que es un ciudadano que tiene derecho a intervenir en la vida  de la ciudad.

Por eso este libro no es sólo un trabajo producto de años de estudio, de recogida de informaciones, de todas clases, de entrevistas personales, de contactos con centenares de personas a través de su blog. No es un libro concebido como el lujo cultural que maldecía Gabriel Celaya. Es algo más: es el resultado de muchos años de compromiso personal y social. Un ejemplo de qué hacer historia no es escribir un tocho con muchas notas, aunque este las tenga, sino un compromiso con la sociedad en la que se vive poniendo su grano de arena en hacerla mejor o, por lo menos, con la posibilidad de serlo. 

La consecuencia es que el libro se ha ido de las manos del autor para tener vida propia. Lo que empezó por un estudio más sobre la matanza de enero de 1933 ha terminado por convertirse en uno sobre la historia de Casas Viejas entre su creación como actualmente la conocemos y los años cincuenta del siglo pasado, cuando una nueva época comenzaba a abrirse paso. No es poca cosa.

Hoy, Casas Viejas tiene la suerte de contar con un patrimonio documental, escrito, gráfico y digital que es de envidiar. Una suerte para todos, sobre todo para sus vecinos. El libro de Salustiano Gutiérrez se suma a otros, como el de Jerome R. Mintz o el Espacio Conmemorativo Casas Viejas. Todavía faltan por revalorizar otros como la desaparecida en combate declaración de BIC o el destino de la escultura de la Alameda. Todo se andará. Hoy toca felicitarnos porque, de nuevo, ha sido la iniciativa ciudadana la que ha abanderado el nuevo paso dado. Un libro que no debe de faltar en ninguna casa de Casas Viejas. Es su historia la que está en él y con él pueden formarse las futuras generaciones. ¡No saben todavía la suerte que tienen!

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