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"Las personas con TDAH tienen el cerebro diferente". Este es uno de los titulares que ofreció el periódico La Vanguardia el día 16 de febrero. El titular conmociona, pero el resto de la noticia tampoco tiene desperdicio. Se conoce como TDAH al Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad, un trastorno que la noticia no duda en calificar como neuropsiquiátrico, cuando la realidad es que se trata más bien de una mezcla entre invención educativa y farmacológica. Las bases científicas para catalogar a estas personas de enfermas es bastante pobre, y en su lugar se utiliza el término ambiguo de trastorno: un manojo de síntomas para describir a los niños rebeldes o a los que plantean interrogantes en el aula.

Desde luego es más fácil endosar una etiqueta a un niño que plantearse si el déficit no lo tendrá acaso el profesor: resulta un poco injusto señalar únicamente al que no atiende y restar responsabilidad al que no sabe motivar o realiza su trabajo sin pasión. Y cuidado, me adelanto a las críticas, sé muy bien que existen profesores geniales, profesionales como la copa de un pino. Pero venga, admitamos que el citado trastorno "existe", signifique lo que signifique, parece ser que la segunda parte es que tienen el cerebro diferente. Ahora bien, ¿diferente a qué o a quién? Parece que diferente a un cerebro "normal". Resulta difícil imaginar el sostén ciéntifico de todo esto. ¿Todas las personas catalogables de normales tienen el cerebro igual?, ¿cómo llega uno a la idea de ese cerebro normal?

Lamentablemente, la locura continúa, y todo esto sin pasar del titular. Uno no puede pasar por alto que señalar que alguien tiene el cerebro diferente significa que podría haber tenido el cerebro mejor. No creo que haya que disponer de mucha imaginación para tener la sensación de que en lugar de "diferente" se podria haber colocado la palabra "defectuoso", si el autor del artículo hubiese tenido menos pudor. El resto del artículo lo confirma, aunque nunca se mencione de modo explícito. Pero sí queda claro que estas personas supuestamente tienen problemas en cinco áreas del cerebro que las personas llamadas normales no tenemos. Aunque quizá voy demasiado deprisa catalogándome de normal, tengo que admitir que no me mandé mirar las citadas áreas cerebrales.

El disparate prosigue y el propio artículo llega a decir que las causas del TDAH no están claras, pero que podría ser debido a un retraso en la maduración del cerebro. Pero entonces, ¿cómo se establece un trastorno del que no se saben las causas? La realidad es que se estigmatiza a personas con un trastorno que desde el inicio no puede probarse, y que luego se examina el cerebro de las citadas personas a la espera de encontrar irregularidades orgánicas.

Pero lo peor es que esta etiqueta lleva asociada un tratamiento farmacológico; sin ponernos demasiado técnicos, a estos chicos y chicas se les droga con derivados anfetamínicos por una enfermedad de la que no se sabe la causa, pero curiosamente son personas que plantean interrogantes para la comunidad educativa y resultan lucrativas para la industria farmacológica.

Y en resumen, a mí es un titular que me da miedo. Pavor. No sé dónde está el límite. La locura en la búsqueda de todo lo relacionado con lo humano en alguna parte del cerebro se desató y este tipo de titulares, esta forma de enfocar lo científico, abren las puertas a la segregación y a los discursos totalitarios. Lo digo alto y claro: no existe nadie normal, y puestos a encontrar diferencias en los cerebros sería interesante estudiar el de los propios científicos del experimento. Un experimento, por cierto, solo uno, a cuyos datos no pude acceder por ser una web de pago. Estaría bien poder repetir los experimentos un número significativo de veces. Estaría bien no dar por sentado algo en un titular para luego desmentirlo en el cuerpo de la noticia. Estaría más que bien que los científicos nos enseñaran cómo es eso de un cerebro normal. A ver si lo encuentran.

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