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Poner de acuerdo a dos es harto difícil. Pero poner de acuerdo a cuatro ya roza lo imposible.

Hace tiempo que lo veíamos venir, pero no quisimos darnos cuenta. Nuestro país se nos hace viejo. Y como todo anciano venerable, le salen los achaques, las dolencias… lo que vulgarmente llamamos “goteras”.

Y se veía venir porque hemos estado disfrutando de una vida intensa, y en las últimas décadas nos habíamos entregado sin rubor al sedentarismo en forma de conformismo; hemos intercambiado a socialistas y populares en el poder (obvio la introducción de la UCD, porque a la larga se ha considerado como un periodo “pre-popular”, por los analistas políticos) pensando que no había más opción que la de dormitar frente al televisor, intercambiando el sillón y el mando con el adversario cuando tocase.

Y así llegamos a las últimas elecciones europeas donde, válgame Dios, aparece la amenaza de dos nuevas formaciones que rompe con ese “sedentarismo”. Y claro… a un señor tan mayor, y con el historial clínico de la Vieja España, le metes unas pesas de más, un par de ejercicios aeróbicos por aquí, y unos estiramientos por allá y… aparecen las agujetas, las torceduras, las lumbalgias… y todo porque no estaba entrenado para tanto ejercicio político.

Porque poner de acuerdo a dos es harto difícil. Pero poner de acuerdo a cuatro ya roza lo imposible.

Pero no crean que la culpa la tienen los partidos emergentes, no… no me malinterpreten. La culpa la tiene el viejales, que ha pensado que podía subir pesas de veinte kilos, y doblar el espinazo como cuando tenía veinte años.

El caso es que vinieron elecciones andaluzas, elecciones generales, nuevas elecciones generales… y los dos partidos emergentes siguen ahí. Y no contentos con eso, en el horizonte se vislumbran elecciones gallegas, catalanas, vascas… y en todas ellas se les atribuye un papel incluso más importante del esperado por los partidos tradicionales.

Si a eso le sumamos que tanto PP como PSOE se empeñaron en decir en su momento, que la aparición de Ciudadanos y Podemos era un tema “coyuntural” por la crisis económica, “coyuntural” por la corrupción política, “coyuntural” por los recortes, “coyuntural” por la desilusión… En esa estamos.

Al final el problema era tan coyuntural, que hemos desarrollado una artritis que bloquea las instituciones… a España, señores, no se engañen, lo que le duele son las “coyunturas”.

Lo más triste es que, entre que los de siempre no asimilan el cambio de rol, y los nuevos no asimilan que ya son parte de la solución (y del problema), el país se descose por las costuras. Y no me refiero a temas de soberanía y esas zarandajas, sino a las pérdidas en materias sociales, que son las que de verdad importan a la gente de a pie.

Mientras nos duela que se alce un trozo de tela pintado con colores “anticonstitucionales” más que ver cómo se llenan nuestros comedores sociales, y aumenta la pobreza… mal andamos. Seguiremos con dolor de coyunturas, mientras otros (los de siempre) de descoyuntan de la risa con sus millones en Suiza.

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