8M en Buenos Aires

Una de las impresiones más marcantes que viví en Buenos Aires desde que llegué acá fue el lenguaje corporal de muchas mujeres, especialmente las mujeres jóvenes

8M en Buenos Aires.   Pablo Martínez-Calleja
8M en Buenos Aires. Pablo Martínez-Calleja

Un día luminoso terminó con un gran apagón entre la Avda. 9 de Julio y el Congreso de la Nación, cuya cúpula resplandecía sin embargo. La marcha del 8M en Buenos Aires llenó las calles el día de ayer. Dos marchas caminaron Avda. de Mayo abajo, una hacia el Congreso, “Ni una menos”; la otra hacia la Casa de Gobierno, Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito. El aborto es ya legal en Argentina, pero el reclamo se fija en la ausencia de financiación para la aplicación de esa ley y contra las dificultades que de facto se presentan ante las mujeres que quieren abortar legalmente.

La avenida de los españoles, como también se conoce al tramo de Avda. de Mayo, entre la 9 de Julio y la Casa Rosada, estaba ayer llena de gente y en el tramo final, a la altura del Cabildo, se unió a la marcha Nora Cortiñas, Nora Morales de Cortiñas, histórica Madre de la Plaza de Mayo, línea fundadora. Una nube de cámaras la rodeaba. Pregunté su nombre, no quién era, y tardé hasta que una fotógrafa me lo dijo: los fotógrafos querían explicarme, seguramente por mi acento, que era una Madre de Plaza de Mayo y lo que eso era, pero no sabían su nombre: claro, su pañuelo era visible.

La marcha, avenida abajo, hasta la Casa de Gobierno, expresaba su bronca contra el machismo y el patriarcado, al mismo tiempo que la alegría en la protesta. Niñes por todas partes, personas de muy diferentes edades, pero sobre todo MUJERES. Pedí permiso para fotografiar a una mujer con su cartel y me lo dio, además de las gracias: “qué bueno es que te pidan permiso”. Ella misma había sido fotoperiodista. Algo diferente entre tantes fotógrafes que ocupaban la cabecera de la marcha, pegades a la pancarta como haciendo guardia. Un fotógrafo iba caminando y mirando sus fotos en ese lugar y yo queriendo poder hacer una foto contextualizada: la cabecera con el Cabildo de fondo. El tipo no se apartaba, aunque no hacía fotos, y solo ocupaba el espacio, público. Llegó un momento en que le pedí. Me respondió desabrido: “un buen fotógrafo tiene que buscar su sitio”.

En mis años de documentalista, cuando el público de Carnaval, por ejemplo, quería abrirme paso rechazaba esa amabilidad: ‘”soy yo quien tiene que buscarse el sitio, no quiero interrumpir.” Que un fotógrafo, que no está haciendo otra cosa que ocupar un espacio público sin más función que su propia arrogancia y falta de respeto al resto, diga que un buen fotógrafo es el que se busca su sitio, es un acto machista, si me lo permiten. Hay, además, un acto pornográfico que constantemente observo en ese echarse encima con la cámara, encima de las verdaderas actoras. Un acto de darse una importancia excesiva en esa ocupación del espacio público que es de todøs.

A veces es difícil de evitar echarse adentro del ángulo de visión del otre, pero responder con arrogancia y burla cuando se ocupa deliberadamente un espacio común sin más función que el capricho o una costumbre sin duda revisable llama la atención. Sobre todo, llama la atención en una marcha en la que las mujeres nos convocan para ocupar el espacio público que siguen transitando con verdaderas dificultades.

Una de las impresiones más marcantes que viví en Buenos Aires desde que llegué acá fue el lenguaje corporal de muchas mujeres, especialmente las mujeres jóvenes. Un estar en los lugares sin pedir permiso, sin mostrarse, sin esconderse replegadas en una timidez aprendida: un estar en el espacio público con todo el derecho y su soberanía de actoras como los demás.

Los letreros que se podían leer, al margen de los lemas oficiales, eran de lo más naturales, en mi opinión: pedían respeto, no ser agredidas, no temer durante el regreso a casa.

 

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