Las 11 sobre Feuerbach y la reapropiación del folclore a través del movimiento LGTBI

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Julio Cascobelo

Isabel Pantoja fue el gran reclamo en el Orgullo de Madrid.
Isabel Pantoja fue el gran reclamo en el Orgullo de Madrid.

Primero en Andalucía fue María del Monte, ahora en Madrid Isabel Pantoja, y mucho antes siempre estuvo nuestra querida Marisol o nuestra Jurado, todas ellas enfundadas en la bandera del orgullo y la diversidad, apoyando explícitamente al movimiento LGTBI, porque nadie mejor que ellas saben quiénes las han apoyado siempre y con ello reivindicado históricamente el orgullo de un pueblo y por tanto su folclore.

Decía Isabel “vuestro orgullo es mi orgullo porque sin vosotras no sería grande”, y es que todas sabemos que mayoritariamente han sido nuestras mariquitas, sí mariquitas con orgullo, reivindicación y reapropiación, quiénes han vestido a nuestras folclóricas, pero también a nuestras vírgenes, santos, patios, plazuelas, casas, calles y templos, junto a muchas mujeres, en ese trabajo invisible que ahora es tiempo de visibilizar, porque han estado siempre ahí, detrás de cada costura, detrás de cada verso, de cada imagen, de cada voz que no era apagada, que junto a esas madres resistentes detrás de cada familia luchando por salir adelante, han sido realmente la España que nos ha cuidado y nos ha dado la seña de quienes eramos y somos, incluso tras la larga noche del franquismo (que nunca regrese nada parecido). Por eso nosotras ya tenemos nuestras heroínas, desde aquellos años, y por eso perviven en nuestra memoria colectiva y siguen estando ahí, sólo tenemos que volver a recordar quienes fueron, no hace falta inventarse ningún liderazgo nuevo, no me refiero a las folclóricas, ellas son sólo un símbolo de las que estuvieron detrás, como ya he mencionado, las verdaderas heroínas, fueron muchas personas de a pie, cada una desde su rincón del excluido y la excluida, quienes lucharon por cambiar esta España, en sus peores momentos, dando lo mejor de sí.

Es cierto, que durante mucho tiempo muchas personas pensamos que esa España folclórica pertenecía a una época a la que no queríamos regresar, e injustamente no nos dimos cuenta que nuestro folclore fue la única resistencia y seña de identidad del pueblo que nos quedó a la gente humilde, algo que sí se dieron cuenta la generación del 27, con grandes como Alberti o García Lorca. Por eso es necesario recordar (del latín re- cordis, volver a pasar por el corazón) y por tanto amar, nuestra raíces, para que no nos la quiten ni nos confundan, porque es nuestra vacuna para seguir siendo el pueblo diverso y abierto que somos. Y es que detrás de cada traje de faralaes estaba nuestra historia migrante, detrás de cada vestido colorido nuestra alegría de comunidad reunida alrededor de una fogata tras la dura jornada de trabajo, detrás de cada verso o copla cantada nuestra memoria cotidiana de resistencia, y detrás de todo, siempre ellas, diseñando y tejiendo, porque esa cultura y esa España, la nuestra, fue construida a golpe de puntá e hilo, por todas las personas que no tenían voz para protestar abiertamente, las excluidas y los excluidos, pero sí para visibilizar sus colores, su genio y nuestro duende, nuestra personalidad, con toda su rebeldía, apertura y valentía, frente a esa España en blanco y negro, encorsetada en la rigidez de las apariencias, con sus mantillas negras y grises ocultando las emociones libres, que eran más propias del pueblo que de la aristocracia y los señoríos. Por eso era fundamental que nos diéramos cuenta que ese folclore y nuestras folclóricas, junto a todo el orgullo y movimiento LGTBI feminista y plural, son la punta de lanza de un pueblo, de un país, de una España de la diversidad, de la alegría y de la valentía, frente a quienes quieren encorsetarnos de nuevo en tiempos oscuros.

Y es que en esta batalla cultural, por saber qué es y de quién es España, planteada especialmente por Vox, e importada intelectualmente por el Trumpismo yanqui, se les escapó que España ya existía como pueblo, y es gracias a nuestras raíces flamencas, humildes, trabajadoras, migrantes, y es gracias a todas las personas que impidieron que nos olvidáramos de nuestro folclore. Y sin embargo todavía hay quienes se arrogan la patria como suya y tratan de apartar o visibilizar a las mujeres y a los colectivos feministas y LGTBI, que son quienes nos han construido como pueblo… Pues déjenme decirles, que si se quiere, entre todos y todas, podemos volver a recordarles quienes somos y cargarnos de un plumazo (nunca mejor dicho) todo ese odio.

Afortunadamente, cada vez veo más jóvenes tratando de buscar, recuperar y conectar con sus raíces, y es que recordemos en clave clásica, que no es el arquetipo de Ares/Marte quién preserva la cultura e identidad de un país, sino el arquetipo de Artemisa/Venus, que con su belleza es el que inspira los deseos de la gente, incluso y sobre todo, más allá de los yugos a los que sea sometida. O si prefieren, en clave política, repasemos las once tesis de Marx frente a Feuerbach en que nos decía que la actividad cultural, subjetiva, sensorial, religiosa y humana se fundamentaba sobre todo en su posibilidad de materializarse en la práctica ejerciendo así su capacidad de transformación. Y es que esto no son solo ideas, son raíces que florecen. Feliz Orgullo.

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