Un animal no está en el mundo para estar siempre en el mismo lugar. Por naturaleza, tienden a desplazarse. Y eso mantiene un cierto equilibrio, pues gracias a ello muchas especies favorecen la polinización, evitan engendrar con otros animales de su especie con los que están emparentados -mejorando así la genética- y hasta ayudan a evitar que se produzcan incendios forestales al alimentarse de los pastos secos cuando comienza el calor. Esta última es una de las aportaciones de las ovejas. Y gracias a un antiguo oficio, el de la trashumancia, hay más margen para evitar las catástrofes. Porque recorren las seculares vías pecuarias, la red de caminos para pastores, con los cambios de estación.
Este viernes partían de El Gastor 1.750 ovejas segureñas -algunas, merinas- con destino al término de Las Cabezas, pasando alrededor de las ocho de la mañana por la localidad Algodonales, en la Sierra de Grazalema, donde en una plaza les esperaba un abrevadero, el de la Fuente Alta. Eduardo Siles es uno de los miembros de la explotación, propiedad de su hermano. "Ahora hay poca comida por esta zona. Volverán aquí a finales de agosto", explicaba. Por eso, seis pastores iban acompañados de dos burros, un caballo, cuatro perros y tres cabras. Unos, para desplazarse por turnos ellos mismos. Otros, para ayudar a encauzar a las ovejas. Los perros evitan que se salgan de los caminos, y sin las cabras, "que son muy nobles", las ovejas no se reincorporan a la marcha. "Cada vez quedan menos personas porque es un oficio muy duro. Y cada vez son más controles de Sanidad, por temas como la lengua azul, pero parece que nos están permitiendo algo más últimamente".
Marco es uno de esos pastores trashumantes. "Yo solo hago la trashumancia. Tardaremos dos o tres días. Es un oficio muy duro. Caminamos por la noche y dormimos al mediodía porque con el calor no andas las ovejas". Es de los más jóvenes del grupo. Juan Cubiles, a sus 68 años, se dedicaba a la agricultura hasta que hace más de una década ayudó a recuperar un oficio que conocía desde siempre. Ahora, su hijo le coge el relevo. "He venido a acompañar", explica. "Cuando yo era chico no había los problemas que hay ahora. ¿Por qué nos dan problemas para pasar por la carretera? Esto no es un coche. ¿Qué es más antigua? ¿La carretera o la vía pecuaria?". "Nos tienen abandonaítos por completo", resume. Habla de zonas de viviendas nuevas por donde no les dejan pasar, que han aumentado por la Sierra. Vecino de Algodonales, recuerda cuando "por aquí pasaban 10 o 12 piaras".
Según explica, "las ovejas son mucho más inteligentes que una persona con carrera". Porque "si te equivocas de camino, ellas mismas buscan por el que pasaron hace un año". Lo ha vivido en sus propias carnes, pasar por una de esas vías, explica que acortando, y ellas mismas cruzaron en busca del lugar donde habían marcado el itinerario. "Yo tengo carrera y no sé llegar andando a Las Cabezas desde aquí sin el móvil", se le dice. "Pues ellas sí. No le cambies el sitio".
Eso sí, estos días "son sin dormir". Y teniendo en cuenta cuestiones como "dónde beber. Hay un pozo que da muchísima agua que se llama el Pozo de la Cierva, en Villamartín. Aquello tiene tres o cuatro hectáreas de abrevaderos. Y hay un chalé, otro, otro, otro, y tienen mastines. Se lían a ladrar y no hay manera de que beban agua. Y no beben hasta Las Cabezas. Siempre se mueren algunas, o se pierden". Por eso, "no paramos de andar" hasta llegar.
El camino a seguir es el siguiente: bordeando Algodonales, al río Guadalete en dirección Villamartín, pero sin llegar a entrar. Porque después, un desvío a Montellano, por otra vía pecuaria. Luego, otra vía a Villamartín, al Pozo de la Cierva. A continuación, una vía casi llegando a Utrera. Vuelven a Los Amarguillos (barriada de Fátima) muy cerca de Espera. Hay otra vía que llega casi a Jerez, y por último un cruce hacia la vía que va de Jerez a Sevilla para llegar a Las Cabezas. "80 y tantos kilómetros", cuenta Juan Cubiles. "Domingo, lunes... No sé cuándo se llegará. Eso no es un coche que se enciende y sale andando. Son ovejas".
La hermana de Juan tiene la función de abrir camino. Su nombre es María Dolores Cubiles. De ella cuentan que "a esa no la cansa nadie" entre risa. "Los más importantes somos los que vamos adelante y los que van atrás, abriendo y cerrando el camino". "Es una experiencia muy bonita, pero no me dedico profesionalmente a esto". Tiene 61 años "y esto rejuvenece", explica. Una experiencia de sufrimiento y naturaleza por el que, quién sabe, quizás algún día algún turista esté dispuesto a pagar.
Un batallón en Algodonales
La llegada de las ovejas deja tras de sí, y es evidente, un reguero de excrementos. En la Fuente Alta de Algodonales, dos operarios se situaban estratégicamente junto a las jardineras para que las ovejas no se comieran las flores ornamentales de la plaza. Otra media decena de personas, exclusivamente para la limpieza. Y policías locales para la llegada. Ángel Acuña, alcalde, explicaba que "nos hemos preparado para que sea lo más fácil para el pueblo y para ellos mismos", dice sobre los pastores.
"Creo que hay una juventud que está apostando por el campo y la forma de vida del campo. Con ella y con el apoyo de las administraciones podrá mantenerse esta forma de vida", señalaba. "Intentamos que se mantenga. Es muy complicada y muchas veces se encuentran la intolerancia de propietarios y ciudadanos. Y las ovejas limpian zonas forestales que luego nos acordamos si hay un incendio". Algodonales es un pueblo "fundamentalmente agrícola y ganadero. La mayor parte, olivar, pero también estas familias de pequeñas explotaciones. Estamos encantados de recibirlos":
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