La 'Sierra Nevada' de Sanlúcar: esta es la historia de las salinas de Doñana

En pleno Parque Natural, la empresa Proasal trabaja para hacer una de las sales más puras de toda Andalucía: "Lo que nos diferencia es que estamos rodeados de mar y pinos"

Mariano y Andrés López, director de las Salinas de Proasal y su hijo, posan en una montaña de sal
Mariano y Andrés López, director de las Salinas de Proasal y su hijo, posan en una montaña de sal MANU GARCÍA

En pleno parque natural de Doñana, en Sanlúcar de Barrameda, se esconde una pequeña Sierra Nevada gaditana: la salina de la empresa Proasal. Sobre las montañas blancas de sal se deslumbra un horizonte rodeado de los pinos de la Algaida; el mar se asoma de fondo en la desembocadura del Guadalquivir. Proasal es un paraíso creado por el hombre, un antiguo desierto que ahora conforma un hogar para cientos de aves que vienen a vivir. Alejado de cualquier núcleo urbano, estas salinas es una de las menos contaminadas de España.

Dicen que en Cádiz no hay nieve porque no hay frío, sino que hay salero porque tenemos sal. Aquí saben de lo que se habla. En concreto, estas salinas cubren 550 hectáreas de terrenos y  este año han recogido 90.000 toneladas de sal, aún más si le suma lo recogido en la salina de Bonanza, que hacen 120 hectáreas de producción. La primera salina, la de Bonanza, se fundó en los años 30, Andrés López Galindo vino a trabajarla desde Alicante con sus hijos pequeños. En los 80, un portugués le propuso hacer una nueva, la que más producto da hasta ahora. En la otra banda, en Doñana, había dos pequeñas. Si se podía sacar sal allí, ¿por qué no iba funcionar aquí?

La historia la cuenta Mariano López Valencia, el hijo del fundador y director de Proasal, que se ha encargado de seguir la tradición del oficio. “Ser salinero es un trabajo muy antiguo, de la época romana, cuando era todo artesanal. Ahora se conserva mucho de esa forma de trabajar, pero mi padre aquí lo modernizó todo con una maquinaria muy innovadora”. Las dos salinas que componen la empresa llevan muchos años unificadas desde que un empresario sevillano las compró.

Mariano López pasea por las toneladas de sal que ha extraído este año
Mariano López pasea por las toneladas de sal que ha extraído este año.   MANU GARCÍA

Mariano López: "Lo que nos diferencia es que estamos rodeados de mar y pinos"

El producto sanluqueño es totalmente puro por su localización. No pasan coches, no hay naves industriales y está en medio de un parque natural, en medio de la nada, entre Sanlúcar de Barrameda y Trebujena. La sal no roza la contaminación. “Lo que nos diferencia es que estamos rodeados de mar y pinos, ni siquiera estamos cerca de una carretera”, afirma Mariano.  Si miras alrededor no ves nada que no sea naturaleza: flamencos, colibrís o cigüeñas se pasean de un lado a otro. Ese hogar  para las aves es posible porque esta construido la salina, si no todo ese terreno sería un secarral. “Los flamencos se alimentan del plancton marino de las primeras aguas que traemos. Se sienten tan bien aquí, que a veces el Seprona tiene que venir para llevárselos al Coto”, dice el director.

Mariano López y su hijo, Andrés López, recogen la sal de las montas. MANU GARCÍA
Mariano y Andrés López, muestran la sal que recogen del suelo.   MANU GARCÍA 
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Montañas de sal.   MANU GARCÍA
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Flamencos entre las salinas.   MANU GARCÍA

El proceso para hacer la sal, aunque si bien el fundador lo mecanizó para ser más eficiente, tiene mucha mano del hombre. La clave es ‘el movimiento de las aguas’: “Cada salina tiene un movimiento de las aguas diferente, un diseño hecho para que la producción sea más efectiva. El diseño de la salina se hace según la técnica de cada salinero, cuando mi padre hizo esta salina tuvo una visión de futuro bastante grande y la hizo muy simple y manejable.”, cuenta Andrés. Las máquinas solo ayudan, pero son las personas las que hacen todo antes, las que marcan el camino, aunque “también ayuda la climatología”, añade.

Turismo sostenible para conocer las salinas 

Hace más diez años quisieron hacer un proyecto innovador para dar a conocer las salinas, ya que estas se encuentran muy escondidas: propusieron la idea de un plan de turismo sostenible. “Hablamos con el ayuntamiento y con la Junta de Andalucía. En el proyecto se planteaba una inversión recuperable que implicaba excursiones de niños, visitas en piragua y en bicicletas con baños termales, pero no recibimos ningún tipo de ayuda, por lo que entonces se descartó, cuenta. El entorno es un lujo visual para quienes pueden acceder a él.

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Impresionante vista de las salinas.   MANU GARCÍA
Vista de las salinas de Proasal desde el coche. MANU GARCÍA
Vista de las salinas de Proasal desde el coche. MANU GARCÍA

No lo conoce mucha gente, aunque bien que se adentró en este territorio mágico el cineasta Steven Spielberg, rey midas de Hollywood que rodó en la zona algunas de las secuencias de El Imperio del sol. Y es que la salina está ubicada en un lugar casi fuera de los mapas en la frontera municipal con Trebujena. Puede que eso fuese lo que despertó el gusanillo al pequeño de la familia. Andrés López Bernal, actor y salinero, es el nieto del fundador, el encargado de que la próxima generación siga trabajando la sal. Le gustaría compaginar su carrera en el cine con el oficio de la salina, porque aún que su pasión es actuar no le gustaría la tradición se perdiese. Su padre, para enseñarle a trabajar, le hizo pasar por todos y cada uno de los puestos que componen de la empresa. Es la única forma de aprender.

Mariano López junto a sus dos hijos, Andrés y María, en los años 90
Mariano López junto a sus dos hijos, Andrés y María, en los años 90

El pequeño de los López recuerda cómo era crecer entre montañas blancas. “Cuando tenía pocos años me tiraba metido en bolsas de plástico como si los montones de sal fueran un tobogán”, dice. Su visión de futuro en la empresa es que más gente pueda venir a conocerla, que sea un lugar para explorar de forma respetuosa: “La gente tiene que venir a ver esto y conocer este sitio. Ojalá se hiciera más cine aquí”, añade.

Mariano y Andrés López muestran las salinas con Doñana de fondo.
Mariano y Andrés López muestran las salinas con Doñana de fondo.   MANU GARCÍA

El acceso a las salinas es complicado, tienes que atravesar la Algaida o coger por la carreta comúnmente llamada la del Plástico “Como la salina se encuentra en un sitio fronterizo, entre Sanlúcar de Barrameda y Trebujena, nadie se pone de acuerdo en arreglar el acceso”, dice Andrés. Salvador afirma que esto conlleva pérdidas en el negocio: “A veces, la dificultad de la carretera provoca que muchos clientes no quieran entrar aquí y acaben yéndose a la competencia”. Llevan muchos años peleando por la recuperación. Por ahora, los únicos arreglos que han tenido son los realizados por ellos.

En todo caso, no parece que nada vaya a cambiar, las puertas de Proasal seguirán cerradas al público y seguirán peleando por que la gente pueda venir a conocerla con una carretera esfaltada. Eso sí, el producto seguira siendo el mismo, una de las sales más limpias y ecológicas de toda Andalucía nacidas en un enclave de ensueño.

Sobre el autor:

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Lucía Velázquez

Natural de Sanlúcar de Barrameda, estudió periodismo en la Universidad Complutense de Madrid. Aprendió el oficio entre las paredes de la redacción de Europa Press y luego pasó a seguir creciendo en el diario Público. Especializada en temas de feminismo, migración y fake news, cree en un periodismo comprometido con el derecho a una información veraz a través del respeto de testimonios, las fuentes y la empatía.

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