Regreso a la escena del crimen de Juan Holgado

Un cuarto de siglo después del horrendo suceso que marcó para siempre a la sociedad jerezana, lavozdelsur.es conversa con el juez instructor del caso, el primer periodista gráfico que llegó al lugar de los hechos, el alcalde de la ciudad por aquel entonces, y con el jefe de guardia en Bomberos de aquella fatídica madrugada, la última persona que quizás vio con vida al joven

Escena del crimen de Juan Holgado, fotografiada por Esteban Pérez. Y una imagen del joven asesinado en la portada que publicó el día después el rotativo local 'Información Jerez'.

Estudiaba psicología, era muy trabajador, buen jugador de fútbol —curtido en las categorías inferiores del Xerez CD—, escribía en un diario —"amar al prójimo hasta morir por él"—, era amigo de sus amigos, divertido y afable, devoto de La Yedra, tenía planes de boda con su novia… A las cuatro de la mañana de aquel 22 de noviembre​ todos los sueños de este joven, que vivía con sus padres en el Parque de la Serrana y al que todo el mundo recuerda como ejemplar, se esfumaron de forma abrupta. Juan Holgado Castro tenía 26 años cuando fue asesinado de forma atroz en la oficina de la gasolinera de la avenida Martín Ferrador, la gasolinera de Juan Holgado. Muy cercana a la rotonda que desde hace unos años lleva su nombre. Es imposible pasar por allí, cruzar en coche, y no echar una mirada más allá de los surtidores.

La última operación de la caja se registró a las 4:02 de aquella fatídica madrugada, poco antes de que Juan fuera asaltado y acuchillado. Desangrándose durante casi una hora, fue un taxista, al filo de las cinco de la mañana, quien al ir a pagar tras repostar su coche, comprobó que no había nadie para atenderle. Entonces descubrió al joven inerte en el suelo. Este domingo se cumple un cuarto de siglo de un salvaje crimen que conmocionó a Jerez, sobre el que todos en su tierra guardan unos segundos de silencio cuando se les recuerda, y por el que sus autores nunca pagaron. Ya prescrito, después de décadas de lucha de los padres de Juan, Antonia Castro y Paco Holgado, la madre coraje y el padre coraje, para encontrar justicia, este es uno de los 468 asesinatos sin resolver en España que la Policía tiene anotados entre 1990 y 2015.

La Audiencia Provincial de Cádiz archivó la causa por el crimen de Juan Holgado en 2015, una decisión que el padre, Paco Holgado, recurrió ante el Tribunal Constitucional. Las únicas huellas dactilares, encontradas en un tetrabrik, pertenecen, como se determinó en 2016, a Agustín M. R-B., alias El Gata, pero no fueron suficientes para dar con los culpables. Uno de los supuestos autores del crimen murió en 2006 en prisión, tras acumular 17 detenciones, llevándose a la tumba los nombres de sus supuestos compinches. Un juicio en 1999 y una repetición del mismo, por orden del Supremo, en 2003, al aceptar las grabaciones que obtuvo Paco Holgado al infiltrarse en el lumpen jerezano, no sirvieron más que para absolver a los cuatro procesados gracias al puzle que conformó el juez que instruyó del sumario del crimen. Los medios eran otros.

No había móviles, no había grandes avances tecnológicos en materia de análisis de ADN, no había esos monos blancos que a menudo pueden verse cuando la Policía Científica accede a la escena de un crimen, no había cámaras de seguridad en las avenidas, entonces había carretes en las máquinas de fotos… 25 años después del terrible crimen de Juan Holgado, lavozdelsur.es ha conversado con el juez instructor del caso, Manuel Buitrago; el primer periodista gráfico que llegó al lugar de los hechos, Esteban Pérez; el alcalde de la ciudad entonces, Pedro Pacheco; y un vecino del parque de Bomberos aledaño a la gasolinera, Antonio Fernández, que no solo estaba como jefe de guardia aquella trágica madrugada, sino que pudo ser una de las últimas personas que vio con vida a Juan Holgado.

Escena del crimen, en una imagen captada por Esteban Pérez.

Esteban Pérez: "La pared era un montón de sangre horrible. No sé ni por qué pude entrar"

Esa madrugada acabó antes en Jerez, el día clareó más temprano. El teléfono del salón sonó implacable en mitad de la noche.

“Los trabajadores de la rotativa, que estaba al lado de la gasolinera, en la calle Córdoba, salieron en torno a las cinco y media de la mañana. Cuando fueron a la gasolinera a repostar y ven a la Policía allí, vuelven al periódico y me llaman directamente a mi casa. En esa época no había móviles y cuando sonaba a esa hora el teléfono en tu casa es que había pasado algo. Mi mujer y yo somos periodistas y a lo mejor en otra casa no se hubiera cogido el teléfono, pero allí se cogió. Descolgué y tiré para allá. Yo estaba llegando en la moto, desde Puerta de Sevilla, y vi cómo metían tapado en la ambulancia a este hombre. Fue el tiempo de vestirme, coger carretes y tirar pitando para allá. No sabía a qué iba. Lo primero que me encuentro es a mogollón de policías allí, pero entré sin problemas porque ya alguno me conocía de aquella época, ten en cuenta que entonces no había gente con móviles echando fotos ni tantos fotógrafos… estábamos Rafael Iglesias, Corrales, Pascual y Miguel Ángel González a lo mejor empezando… nos tenían controlados a los cinco fotoperiodistas que éramos en la ciudad".

"Yo llegué el primero, vi a la Policía volcando ceniceros, papeleras, pero entré, hice fotos del charco de sangre inmenso, la caja fuerte, de toda aquella zona. Cuando ya acotaron ya salgo, pero yo me moví durante un cuarto de hora o veinte minutos con total libertad por allí, toqué el mostrador, pisé a lo mejor donde no debía sin querer, creo que había huellas mías por allí… Entré y luego un compañero de Onda Jerez. Tampoco quiero decir que la escena del crimen fuese un desastre, pero era la época, no es lo que hay hoy. Hoy hay un excesivo celo en todo, te cortan a un kilómetro, pero en aquella época… vamos, que ojalá nunca hubiese podido entrar porque yo al chaval lo conocía. Yo paraba allí, a veces iba sin un puto duro y él me dejaba echar gasolina, me daba un sandwich, y me decía: mañana me lo pagas. Yo le conocía, había jugado al fútbol, era un chaval al que conocía personalmente y era de puta madre, enrollado, educado, afable, agradable, y no lo digo por lo que pasó, es que le conocía personalmente y era así. En esa época no había sensación de inseguridad, yo iba muchas veces a la gasolinera cuando acababa en el periódico a las tres de la mañana, después de positivar, porque me fallaba algo, o iba antes y charlaba con él porque esperaba a que terminase mi mujer…”.

Esteban Pérez Abión ha sido fotógrafo de prensa en Publicaciones del Sur y en La Voz de Cádiz. Nunca vivió nada igual.

"La pared era un montón de sangre horrible, todo manchado, como de haber estado el chaval sentado. Lo que te puedes imaginar de un desastre como aquel. Yo en principio no sé si es él. Me entero ya por la tarde noche de ese mismo día, que ya se le pone cara. No había internet, ni redes, ni nada de eso. Al llegar no calibras la magnitud de lo sucedido. Entras, ves el reguero de sangre y ya hilas, y dices: hostias. Yo no tenía el equipo armado al llegar y vi la ambulancia yéndose. No llegué a tirar un carrete, haría menos de 36 fotos. Lo que hice fue muy rápido para que tampoco me dijera nadie ¿usted qué hace aquí? Ligero, callado, en silencio. Yo entré, y quizás debí pensar en no entrar, pero mi profesión me obligó a entrar. Y no te creas que estoy orgulloso de esas fotos. No es algo que me guste, no estoy nada orgulloso de ese trabajo, esas fotos no eran nada para recordar. Fue un trabajo que hice por casualidad, porque me tocó a mí que me llamaran, lo que cualquier fotoperiodista hubiese hecho en mis circunstancias, y tampoco sé ni por qué pude entrar. Eran fotos del caos y del desastre, y nunca sabremos qué ocurrió exactamente”.

Entierro de Juan Holgado, en el cementerio de La Merced. Autor: Esteban Pérez Abión

Pedro Pacheco: "Falló todo. Qué más hubiese querido como alcalde que hubiese habido justicia..."

Pedro Pacheco Herrera llevaba en aquel momento 16 de los 24 años que se mantendría como alcalde de Jerez. Aquel día también amaneció muy pronto para el veterano dirigente andalucista. Y eso que desde bien temprano lo suyo era dar vueltas y vueltas por la ciudad haciendo lo que hoy se llama running. Conocía el trágico suceso pasadas las ocho de la mañana. Casi a la misma hora que Antonia Castro, 73 años, y Paco Holgado, 76 años, se enteraban por dos agentes de la Policía Local de la pésima suerte que había corrido su hijo Juan.

“Creo que, mirando hacia atrás, en retrospectiva, aquello fue un hecho que ocupó muchos espacios de la opinión pública de forma lamentable. Fue algo muy desagradable, y los padres de ese chaval, ante ese asesinato, movilizaron a la opinión porque realmente, tantos años después, puede decirse que aquello fue una suma de desaciertos. Falló todo. Fallaron los medios materiales de la Policía, la investigación, lo judicial… falló todo. Años después, en este triste aniversario del asesinato de este chaval al que se le dedicó una rotonda en la ciudad, lo que tiene que quedar claro es que cosas así no deben jamás volver a repetirse porque fue una suma de despropósitos. Si vemos las grandes series de televisión, con equipos de investigación con enormes medios, pensamos que en aquella época hubieran hecho falta como mínimo la mitad para descubrir realmente qué ocurrió porque aquello fue un lío”.

¿Cómo recuerda el Jerez de la época? “La ciudad estaba en plena ebullición urbanística, social y económica, y esto fue un trágico acontecimiento que la lastró bastante. Los familiares, buscando justicia, interrumpieron muchos actos municipales, como si el Ayuntamiento fuera quien tuviera que devolver esa justicia tan necesaria. Fue una cosa bastante preocupante, porque ocurría en todo momento: Feria, Semana Santa, en la procesión de La Merced… lógicamente, los padres y sus hermanos querían justicia, pero acudían al Ayuntamiento que precisamente no era el responsable de impartir justicia. Fue una época muy fea, unos meses muy desagradables. El público en esos actos se quedaba anonadado cuando se interrumpían… yo soporté en todos los actos públicos las interrupciones de los familiares, guiados por la búsqueda de justicia, pero hasta en mi casa particular. Se me bloqueaba la salida de mi casa, en fin. ¿Yo qué culpa tenía ante un crimen tan injusto de ese chaval y ante esa suma de desaciertos de la investigación, qué pintaba el Ayuntamiento, los concejales o yo mismo como alcalde? Es que nunca lo he entendido, pero bueno, son cosas que nos ocurren. Alguien, por h o por b, pensó que el Ayuntamiento iba a impartir justicia, lo cual es imposible. No creo que nadie alentara eso, pero lo que sí creo es que entonces el Ayuntamiento era el sumo hacedor de la ciudad, todo pasaba por el Ayuntamiento, y dijeron: si todo pasa por ahí, pues también confío en que se haga justicia por ahí".

"¿Yo qué culpa tenía ante un crimen tan injusto de ese chaval y ante esa suma de desaciertos de la investigación, qué pintaba el Ayuntamiento, los concejales o yo mismo como alcalde?"

"Lo que yo sí recuerdo es que en esa época eliminamos mucha infravivienda, o el deplorable estado en el que se encontraba el barrio de Rompechapines, mejoramos la seguridad y luchamos contra la droga… pero claro, todo eso no satisfizo porque se confiaba en el poder omnímodo del Ayuntamiento, que incluso se pensaba que podía ser capaz de encontrar al asesino y ponerlo ante la Justicia. Eso era imposible. No es que nos faltaran ganas, qué más hubiese querido como alcalde que hubiese habido justicia, pero era imposible. A mí aquella gasolinera en La Constancia me traía siempre un recuerdo de juventud negativo. Hace muchos años se originó un incendio en la aserradora y estaba el peligro de que el fuego se corriera a los depósitos de la Campsa, y siempre he tenido mucho respeto a esa zona porque puso en vilo al Jerez de los años 60. Vivíamos al lado, en la calle Arcos, y lo pasamos mal. Si miramos hacia atrás sobre aquel crimen lo que sí podemos reconocer todos como ciudadanos es que fue un cúmulo de tantos errores para hallar a los culpables que espero que se hayan corregido esas cosas años después”. 

Aspecto del acceso de la gasolinera, en la madrugada del 22 de noviembre de 1995.

Antonio Fernández: "Tengo la imagen grabada del chaval mientras barría, a las tantas de la madrugada"

Antonio Fernández Ferral llevaba quince años como bombero aquella madrugada. Otra noche más de las muchas que había vivido desde una década antes como jefe de guardia. Hoy, 25 años después, todavía recuerda a Juan barriendo el perímetro de la gasolinera de Martín Ferrador pasadas las dos de la madrugada. Apenas dos horas antes de que fuese brutalmente asaltado y asesinado en su puesto de trabajo.

“Llevaríamos poco más de un año en el nuevo parque de Bomberos de Martín Ferrador. Estaba con un compañero de Medina, lo recuerdo perfectamente, que nos habíamos quedado abajo charlando. Yo siempre daba una última vuelta por el parque antes de retirarme. Estando charlando en la zona de la televisión, en torno a las dos o dos y pico de la mañana, como las ventanas de la planta baja que dan a la zona de la gasolinera estaban abiertas, escuché unos ruidos. Me asomé a una de las ventanillas, que son altas y estrechas, y vi al chaval de la gasolinera. En principio, no le reconocí porque llevaba una camisola de estas de franela, pero el chaval estaba barriendo. Me sorprendió por la hora que era. Me acuerdo que estaba pelado corto y con un cepillo barriendo todo el perímetro de la gasolinera. Me quedé mirándolo hasta que lo reconocí. Cerré la ventana y nos retiramos a la planta de arriba, a la zona de descanso. Yo le conocía de vista, cargábamos gasolina allí, pero tampoco era yo el que hacía esa función. En todo caso, lo que sí pensé es: vaya tela a la hora que está este chaval barriendo, ya de madrugada”.

¿Cuándo se enteran de lo ocurrido a escasos metros del parque? “Si la noche está tranquila, a las siete de la mañana el personal se activa. Antes de esa hora, el jefe de guardia, yo en concreto, que tenía la zona de descanso en la misma oficina, oí que habían empezado a llamar a la puerta. Me asomé y vi que eran policías. Me quedé muy sorprendido de que tan cerca nuestra se hubiese producido ese crimen, aunque es verdad que aunque parezca cerca había muchos metros hasta llegar al sitio donde se produjo, no solo por los surtidores, sino también por las puertas y el interior de la gasolinera. En cualquier caso, cuando a nosotros nos avisaron, aquello fue un impacto absoluto. No habíamos escuchado nada de nada, ningún ruido ni nada".

"Paco Holgado, de las tantas cosas que hizo tratando de encontrar a los culpables del asesinato de su hijo, fue venir a los meses a hablar con nosotros, conmigo concretamente, y le enseñamos todo el parque. Entendió que era imposible que hubiésemos oído algo"

De hecho, rememora, "Paco Holgado, de las tantas cosas que hizo tratando de encontrar a los culpables del asesinato de su hijo, fue venir a los meses a hablar con nosotros, conmigo concretamente, y le enseñamos todo el parque, las distintas zonas. Entendió que era imposible que hubiésemos oído algo. Toda la parte de abajo son zonas de trabajo de día y todo lo de descanso está arriba, y eso da todo hacia el interior del parque. Para nosotros fue un impacto muy gordo. Yo incluso he llegado a pensar en todos estos años si fui de las últimas personas que vio a este hombre con vida… ha habido muchos rumores, que si un taxista, que si tal, no he seguido personalmente tampoco muy detenidamente todo este tema, pero lo cierto y lo fijo es que la impresión que tengo es que todo fue un desastre absoluto, tanto al principio como en la investigación posterior, y todo. Esta familia sigue buscando a los culpables y, aunque puedan tener certezas, nadie fue condenado. Tengo la imagen grabada del chaval mientras barría, a las tantas de la madrugada. Con toda la lucha y las reivindicaciones que vinieron después, ahora sería impensable algo así, tener a ese hombre solo ahí, totalmente desprotegido”.

Primer juicio celebrado en 1999 en la Audiencia, con Paco Holgado ante los acusados. Autor: ESTEBAN PÉREZ

Manuel Buitrago: "Si matan hoy a Juan Holgado, a los diez días tendríamos al autor en prisión. Casi seguro"

El juez instructor del caso Holgado, un magistrado murciano que había llegado a Jerez tras pasar por el Ejército, era un hombre meticuloso y trabajador que, de la noche a la mañana, tuvo que cargar con el peso de la falta de medios de la época para tratar de esclarecer un crimen que partió de un escenario dantesco donde el trasiego de personas pudo contaminar las pruebas que, a la postre, debieron de haber servido para apresar y condenar a los autores materiales de aquella salvajada. Su ingente trabajo nunca tuvo recompensa en forma de condena para los autores de aquella salvajada.

"No considero una desgracia haber tenido que asumir aquello, era mi trabajo. Sí es verdad que me trajo algún dolorcillo de cabeza porque, hombre, verte en las paredes de Jerez con alguna que otra pintada, cuando, si te vas a lo que hay en las actuaciones, soy el menos responsable de que aquello quedara como quedó... Si alguien creyó que había unas personas que podían ser los autores, si alguien los procesó, si alguien los puso en prisión, fui yo. Si después, por lo que sea, las pruebas no eran, o si quien dijo en el juzgado a, en la audiencia dijo b, si por aquello del principio de presunción de inocencia ante la duda, la audiencia prefirió absolver que condenar, yo ahí no tengo nada que ver. El problema del asunto de Juan Holgado es que se vendió a nivel nacional una idea que no era la real.

Antonia Castro y Paco Holgado, en el primer juicio del crimen de la gasolinera. Autor: Esteban Pérez
 

¿Cuál era esa idea?

Pues fundamental que si Paco, el padre de Juan, no se mete a disfrazarse y no se mete en ese submundo, no se habría sentado nadie en el banquillo. No es verdad. Cuando Paco hace eso, el sumario está en la Audiencia, hay cuatro personas procesadas, cuatro personas que ingresaron en prisión, la Audiencia puso fianza, tres pudieron pagarla y uno no, y es verdad que ahora es muy fácil, con las series de CSI o Crossing Jordan, y toda esta gente que ve un pelo donde no lo hay porque tiene una vista fabulosa, y ahora tenemos unas técnicas de investigación que entonces no existían. ¿Qué hubiéramos querido nosotros? Encontrarnos el DNI del asesino en el suelo. ¡Hombre, por Dios! Entonces el ADN no estaba tan avanzado como ahora. Ahora hay un asesinato y vemos a la Científica vestida con un mono blanco para que no se caiga un pelo. Entonces no existía eso. He estado en muchos cursos y en uno en concreto sobre Policía Científica, que nos dio el comisario de Policía Científica de Valencia, terminó diciéndonos que los señores jueces de instrucción, aunque la Ley de Enjuiciamiento Criminal diga que los jueces de instrucción pueden realizar la inspección ocular, por favor déjenla a los técnicos. Tuvo un ejemplo de un asesinato en Valencia, donde vieron una huella en el suelo, de haber pisado la sangre, y supuestamente era la del asesino. Se pusieron a buscar qué tipo de zapato, qué pie… se volvieron locos. Y resultó que era del juez instructor, que llegó antes que la Científica".

"Entonces, ¿qué hubiéramos querido nosotros y yo el primero...? Lo que hicimos fue montar un puzle. Y con ese puzle, se procesaron a cuatro personas, se las puso en prisión, recurrieron, la Audiencia les permitió una fianza, y si luego ese puzle se desmonta en la Audiencia porque el testigo que ha dicho esto, allí va y dice que no se acuerda y que lo que dijo lo diría porque en aquella época estaba enganchado en la cocaína, y no sé qué… Como le dije al primer abogado que llevó la acusación particular, Juan Pedro Cosano, cuando la primera absolución —porque hubo dos juicios, ya que el Tribunal Supremo ordenó repetirlo—, si lo poco que he leído en la prensa es lo que ha pasado en la sala de vistas de la Audiencia, yo habría absuelto. Abstrayéndome de lo que había visto en Instrucción, y era que una señora dijo que ella había estado en casa de Juan José de Dios Rincón cuando llegaron tres personas, con ropa manchada de sangre y la quemaron, pero luego llega a la Audiencia y dice que si dijo algo fue obligada por la Policía y porque estaba enganchada... la declaración de Instrucción ya no me vale. Y además traían 70.000 pesetas, que es justo lo que faltaba en la gasolinera. No me vale. Si hubiese estado sentado en la Audiencia, olvidándome de lo que yo sabía del procedimiento, también hubiese absuelto. Yo hice mi trabajo, y creo que lo hice con toda la honradez del mundo y echando muchísimas, muchísimas horas, hasta los sábados en la sala de vistas tomando declaraciones.

"Si se llega a descubrir veinte minutos o media hora antes, posiblemente hoy Juan estaría vivo. Según el forense, estaría posiblemente vivo"

¿Hubo desesperación por resolver como fuera el caso?

No. Allí lo que hubo fue mucha injerencia. Lo que hubo fue, en primer lugar, que al comisario se le ocurrió la feliz idea de montar dos equipos de trabajo, pero a ninguno de los dos les dijo en lo que estaba el otro equipo. Entonces claro, cada cual fue por libre. Se cometieron fallos. Encontramos una medalla, parecía que podía identificarse con alguno de los procesados o uno de sus familiares, pero claro, si vas por la barriada de esa familia, con la medalla en la mano, preguntando si conocen al dueño de la medalla… Las cosas, al menos desde mi punto de vista, no se hacen así. Luego, en cierta medida también, y no quisiera culpar al padre, le dije muchas veces a Paco, porque Paco venía muchas veces y la puerta de mi despacho la tenía abierta, que no hiciera caso de lo que le dijera el primer Policía que llevara una placa en el bolsillo y cruzara de la Comisaría al Mónica (un bar frente por frente). Don Manuel, porque me han contado… No se le podía hacer caso a eso, le decía que cuando quisiera saber cualquier cosa viniera a preguntarme porque el único que estuvo en todo fui yo".

"Y curiosamente, para hacer el guion de la película —se refiere a la miniserie Padre Coraje, de Benito Zambrano—, con quien únicamente no hablan es conmigo. Y no lo digo dolido porque no se hiciera, pero quien sabía todo lo que estaba en el sumario era yo porque lo instruí. Y en el sumario hay muchas cosas que no están porque, a lo mejor, no son interesantes para el sumario, pero quien se reunía cada dos o tres días con el comisario era yo, y lo que hablábamos el comisario y yo lo sabemos él y yo. Ni lo saben los policías de la investigación, ni el inspector jefe de Homicidios que vino de Sevilla. Y cuando yo me reunía con el fiscal, el comisario no sabía lo que yo hablaba con el fiscal ni cómo orientábamos la instrucción del sumario. El único que tenía centralizada toda la investigación era yo y es verdad que jugábamos con una época en la que el análisis del ADN no estaba tan desarrollado como ahora".

"Cuando el 061 dice que está muerto, automáticamente la Policía Local da aviso a Nacional, y la primera persona que llega allí soy yo"

"En todo caso, no sé si examinando ahora los resultados analíticos con las técnicas de hoy, los expertos podrían dar una interpretación distinta a la que se nos dio en aquel momento. No lo sé. Tengo mis dudas, lo que pasa que ya ha prescrito. Pero verme de pronto insultado en las paredes de Jerez con el esfuerzo que hice, bueno, nunca me gustó. Pero nunca he reprochado nada a la familia, ni he puesto querellas por injurias, he pasado olímpicamente del tema. Hice mi trabajo y la Ley de Enjuiciamiento Criminal es muy clara: el juez de Instrucción tiene que tener indicios. No tengo que tener certeza de quién es o no, tengo que tener indicios y con esos indicios dicté auto de procesamiento que no revocó la Audiencia, dicté auto de prisión que no revocó la Audiencia, aunque pusiera una fianza para una libertad condicionada, y llegué hasta donde pude llegar.

Antonia Castro, en una imagen de hace unos años, depositando flores en la rotonda dedicada a la memoria de su hijo. Autor JAVIER FERGO

¿Hay que asumir que hay casos que no se resuelven?

¿Dónde está Anglés —el presunto asesino de las niñas de Alcàsser—, por ejemplo? Y si nos vamos hacia atrás, homicidios y asesinatos en España se quedaban bastantes sin resolver. Con las técnicas de investigación que van avanzando se cogen muchas cosas; las conversaciones telefónicas..., entonces no había móviles, no tenía todo el mundo teléfono… Yo en la guardia tenía un busca y ahí me localizaron. A la gasolinera llega un taxista que ve algo raro, avisa, llega una patrulla de Policía Local, miran por la ventana, ven a Juan tendido en el suelo y automáticamente rompen la puerta para entrar porque lo primero es auxiliarle, no saben si está muerto o vivo. Y llaman al 061. Cuando el 061 dice que está muerto, automáticamente la Policía Local da aviso a Nacional, y la primera persona que llega allí soy yo. El Juzgado de Guardia se desplazaba en un taxi de Manuel Martín Romero, y cuando me sale la clave en el busca, llamó a la Comisaría de Policía y me dicen que en la gasolinera de Martín Ferrador hay una persona fallecida. Llamo a Manolo el taxista y le digo que busque al forense y a la secretaria judicial y que se vaya para allá. ¿Don Manuel le recojo a usted? Y le digo no, no, yo me voy en mi coche. Yo llego el primero. Todo lo que se hace dentro se hace no solamente con mi visto bueno, sino que muchas de las cosas de la inspección ocular son ordenadas por mí. Y se hizo dentro de lo que se pudo con las técnicas de aquel momento. Estuvo Policía Judicial, Policía Científica… pero entran los del 061, la Policía Local… lo que pudieron tocar o no tocar... No se les puede culpar de nada porque cuando miras por la ventana y ves a una persona desangrándose, no puedes darla por muerta y paralizar todo. Se entra a ver, a auxiliar. Es más, si se llega a descubrir veinte minutos o media hora antes, posiblemente hoy Juan estaría vivo. Según el forense, estaría posiblemente vivo".

"Juan no muere de veintitantas cuchilladas, no es cierto. Eso también es un bulo. Juan tenía muchos cortes superficiales, y tenía algún pinchazo con un poco de profundidad pero no en sitios vitales. Lo más gordo que tiene sí es una cuchillada bastante profunda en el cuello y por ahí se fue desangrando. No le dieron una puñalada en el corazón de las que duras quince segundos. No soy médico, pero el forense lo dijo: murió desangrado. Parece ser que los que lo hicieron lo que pretendían era saber dónde se guardaba el dinero, porque en la caja registradora había unas 70.000 pesetas. Pero había una habitación, con una rendija, donde ellos, cada vez que había unas 100.000 pesetas, debían meterlas por ahí en un sobre. A esa habitación no pudieron entrar. Aquello fue una especie de interrogatorio y yo creo que si tenía una clave esa habitación, Juan no la sabía.

"Juan no muere de veintitantas cuchilladas, no es cierto. Eso también es un bulo. Juan tenía muchos cortes superficiales, y tenía algún pinchazo con un poco de profundidad pero no en sitios vitales"

¿Fue obra de drogadictos?

Primeramente, la familia insistió mucho en que aquello era una equivocación en el sentido de que había un empleado de la gasolinera que le tocaba el turno de noche y que parece que este estaba metido en algún asunto turbio y que pudieran ir a por él y por error se cargaron a Juan. Eso, que incluso se deja caer en la película, no responde a la realidad que a mí me plantean. Campsa me dice que esa persona ya llevaba un tiempo en Valladolid, que es verdad que le hubiese tocado trabajar aquella noche, pero que no era un cambio de turno. Se rehicieron hacía tiempo todos los turnos. Por otro lado, si eres un sicario y vas en busca de alguien, o llevas una foto de ese alguien, o llegas, entras con la excusa de comprar una chocolatina, y dices: hola, Fernando (nombre ficticio), qué hay… y dice el otro: perdona, yo no soy Fernando, yo soy Juan, aquí había un Fernando, hemos rehecho los turnos y ya no está, mira el nombre que pone en mi placa. Eso se cae por su peso. Hubo otro individuo que llegó más tarde, que se decía amigo de Juan, al que se le ocurrió decir que él había escondido dos kilos de cocaína y que Juan había dicho que conocía los escondites de Jerez para guardarlos. Luego resultó que este individuo estaba un poco mal de la cabeza y, aparte, qué es eso de los escondites de Jerez, ¿tienes dos kilos de cocaína para esconder, con lo que vale eso? No había ningún elemento en la vida de Juan, en su economía, ni en la de su novia que pudiera decir que estuviera metido absolutamente en nada de eso".

El puzle

"Los elementos de los que partimos fueron que había una persona, un confidente, que señala a uno de los cuatro que yo procesé. Y que indica que tiene una cazadora manchada de sangre. Resulta que esa cazadora estaba efectivamente manchada de sangre, pero era de él mismo. Eso se comprobó tras una orden de busca y captura, se comprobó la cazadora, y esa persona tenía varias denuncias por hurto en la gasolinera… Esa persona siempre dijo que si se sentaba de testigo nunca diría absolutamente nada porque tenía miedo a uno de los cuatro procesados. Luego hubo una chica que escuchó a tres personas proponiendo dar un golpe en la gasolinera, y que uno de ellos dijo que él no quería porque era drogadicto pero trabajaba en la Azucarera de Guadalcacín y ganaba dinero para pagarse la droga. Se dijo que esas tres personas llegan aquella noche con ropa manchada de sangre, la queman y que venían con un dinero similar al que faltaba en la gasolinera. Compusimos un puzle con una serie de piezas que, como indicios, encajaban. Pero luego la Audiencia… y luego el Supremo anuló la sentencia de la Audiencia por no haber admitido las cintas grabadas por el padre. Las cintas se transcribieron y tampoco condujeron absolutamente a nada. Se celebró un segundo juicio y volvieron a salir absueltos. Esa es la historia.

Paco Holgado, ante el monolito dedicado a su hijo en la gasolinera donde lo asesinaron. Autor: JAVIER FERGO

Hubo otra figura muy conocida en la ciudad al que señalaron, quizás injustamente, el cantaor Nano de Jerez, ¿qué le dijo en la declaración?

Siempre se dijo que él llegó y que debió ver algo y se fue corriendo de allí... y se fue a otra gasolinera. Él lo niega y yo le tomé declaración y tampoco vi nada. Hombre, cuando alguien miente a veces se le puede notar algo, y no noté que mintiese; y luego te digo otra cosa: el miedo es libre. Si él pudo ver algo…, no que lo estuvieran matando, porque eso ya sería algo más que miedo y debiera haber avisado, pero yo creo que no. El problema es aquí enseguida que había un bulo se apuntaban al carro. Y comprendo a Paco y Antonia, porque que te maten a un hijo en esas condiciones tiene que ser brutal, pero todo se magnificó, con manifestaciones… Por supuesto que había que hacerle justicia y que, lamentablemente, no se le ha hecho, pero la Policía no iba a hacer mejor o peor su trabajo porque los sindicatos salieran a la calle con la familia, o se concentraran todos los miércoles en la puerta del Juzgado. Vino un equipo de Sevilla y lo primero que hizo el inspector jefe de Homicidios de Sevilla, que luego fue comisario y era un hombre con peso específico, fue reunirse conmigo y me pidió no saber nada del sumario para partir de cero. Y de cero le conté, sin hablarle de nada, ni de nadie. Investigó y prácticamente llegó al mismo sitio. Entonces, tampoco andábamos aquí con una comisaría de cuarta categoría, ni los policías estaban aquí ya para jubilarse, se hizo un trabajo…"

"¿Que con lo que vemos ahora se podía haber hecho mejor? Sí, pero es que en aquel momento no se hacía así. Si matan hoy a Juan Holgado, el autor está seguro en diez días en prisión. ¿Con lo que hay ahora? Casi seguro que sí. Hubiéramos encontrado más cosas, hoy en día se ha avanzado mucho en las técnicas policiales. Si yo siguiera de juez en este momento y me tocara este tema, yo habría llegado allí y no hubiese entrado nadie hasta que no viniese Científica, cosas que ya no habría ni que decir; se habría peinado todo y habría más huellas dactilares en otros sitios, y conversaciones de móviles… En esa época, fíjate, los de la gasolinera dieron mucha lata para reabrir porque estaban perdiendo dinero, y aun así, no nos dejamos presionar. Pero cuando llegó Científica y nos dijeron que ya no había más que buscar, pues yo autoricé que limpiaran y siguieran con el negocio. Claro, es muy fácil decir ahora lo que pudo haberse hecho, pero es que CSI es una serie americana".

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