Un sol radiante arropa una finca ubicada en San José del Valle. En el Sotillo, varios agricultores se encargan de recolectar las zanahorias que se sembraron en septiembre del año pasado. Guillermo, encargado del campo, supervisa cómo la cosechadora recorre el terreno, que forma parte de las 250 hectáreas donde cultiva Arcoval. Esta empresa familiar se dedica exclusivamente a la producción de zanahoria de pelao, es decir, aquella que no tiene hoja, y se encarga de todo el proceso, desde la semilla hasta la comercialización, con varias plantaciones diseminadas por la provincia.
La provincia de Cádiz es una de las principales productoras de este tubérculo en Andalucía, junto a Sevilla y Huelva. En pleno abril, la entidad, que tiene la industria envasadora localizada en Jédula (municipio de Arcos), se encuentra en plena campaña, con unas cien personas trabajando. "Empezamos la recolección a primeros de marzo y no terminamos hasta junio... todas las zanahorias se transportan en un camión hasta la nave", explica Raquel Martínez, responsable de calidad del proyecto que su padre, José Martínez, oriundo de Cuenca, arrancó con esfuerzo en 2005.
El fundador, que a sus 74 años sigue al pie del cañón, ya lleva más de 30 años dedicándose al sector agrícola. Antes de que iniciara Arcoval junto a dos socios, entre ellos Juan Pedro Raya, que continúa en la actividad, José trabajó en otras ocupaciones. Cuando era joven, por motivos laborales, emigró a Cataluña, donde estuvo en una fábrica textil durante varios años hasta que estalló la crisis.
En el 86, la familia, tras distintas vicisitudes, se radica en Andalucía. Ella obtuvo plaza de médica y él se encargó de llevar unas tierras, cuenta Raquel sobre sus padres. Raquel es barcelonesa de corazón arcense, donde llegó con 7 años.
Así, José se empapó del trabajo de cultivo del campo andaluz y, con el tiempo, dio un paso más. “Él pensó que podía hacer la cadena completa, que podía ser el productor, que sigue siéndolo, pero también realizar el procesado y el envasado del producto para llegar al consumidor final”, comenta su hija, que vivió la primera campaña de Arcoval. Ella, farmacéutica de profesión, apoyó a su padre en esos inicios “que costaron mucho trabajo” y, tras unos años en el ámbito de la farmacia, en 2016, decidió incorporarse a la plantilla. Conoce en profundidad el funcionamiento de esta empresa en la que desde hace unos años se encarga de gestionar la documentación de distintos certificados de calidad.
Raquel se dirige a la zona donde los camiones descargan las zanahorias recogidas en el campo. “Hay veces que vienen excelentes, con muy poca tierra”, comenta mientras los operarios vuelcan las unidades en un búnker. Cada vehículo transporta unos 12.000 kilos, una vez limpiados, y cada saca que reposa en la nave, una media de 500 kilos. De ahí, a través de una cinta, se introducen en el tren de lavado, donde pasan por una máquina llamada Hydro cooling que permite preenfiarlas a tres grados. “De esta forma, la zanahoria ya va fría para su envasado y, después, se meten en las cámaras para que la mercancía que salga de nuestras instalaciones tenga una temperatura fría. Los camiones que las transportan son frigoríficos, para que llegue al destino en condiciones óptimas”, explica.
Una vez que se han lavado, los trabajadores las seleccionan, es decir, retiran aquellas que no son comerciales, ya sea porque están rajadas, picadas o incluso torcidas. Acto seguido, se llevan a un calibrador que las separa en distintos grosores.
La última fase del proceso es el envasado, que se realiza en una gran nave donde el color naranja es el protagonista. Los envasadores están llenando bolsas de medio kilo que se colocan en palos de cartón o madera y que en unos días llenarán las estanterías de Aldi y Lidl. “Hay desde big bags de mil kilos hasta bolsas de uno, dos, cinco, seis, diez, 12 y 15 kilos, según las especificaciones de los clientes”, comenta Raquel rodeada de maquinaria que han ido adquiriendo poco a poco.
Arcoval contabiliza una producción diaria de 150.000 kilos aproximadamente y, en total, 12 millones de kilos en los cuatro meses que dura la campaña andaluza. El 80% de las zanahorias son exportadas a países de Europa como Alemania, Holanda, Portugal, Inglaterra o Irlanda, y el 20% se queda en España. “Aprovechamos un periodo en que estos países de Europa no tienen producción propia y necesitan importar. Nosotros les servimos. Gracias a nuestra climatología podemos producir en esa ventana de tiempo, que suele ser de marzo a mediados de junio. En el resto de España y en otros países de Europa, en esa época del año registran unas temperaturas que no permiten la siembra. Aquí la clave es el clima”, explica Maggie Galán, comercial de Arcoval.
Según explica, estas zanahorias se venden a otras envasadoras que no cuentan con el producto propio, a supermercados y a distribuidores. Un producto andaluz que viaja por el planeta con un sabor único. “Yo como zanahorias que no son nuestras y no tienen ese sabor tan dulce”, sonríe Raquel junto a su padre. Ellos, y todo el personal, se esmeran para que todo vaya sobre ruedas.
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