El deportista "fuera de serie" superviviente de una de las mayores tragedias laborales de España

Juan Carlos Ferre Valls, alicantino de 57 años, afincado en Rota, perdió su brazo izquierdo en la explosión de la fábrica Mirafé, en Ibi, hecho que no le ha impedido practicar buceo y llegar a ser campeón de esquí, vela y windsurf

Juan Carlos Ferre junto a su hijo en el puerto de Rota.
Juan Carlos Ferre junto a su hijo en el puerto de Rota. CANDELA NÚÑEZ

El cielo adoptó un color extraño y un estruendo retumbó en los oídos de los vecinos de Ibi, en Alicante. Un día como hoy, 16 de agosto, del año 1968, ocurrió uno de los mayores accidentes laborales de la historia de España. Una catástrofe imborrable de la memoria de los que salieron vivos de la explosión de la fábrica de pólvora, Mirafé.

Aquella tarde se registraron 33 muertes y 16 heridos en la nave fundada por los hermanos Ferre, padre y tío de Juan Carlos Ferre Valls. Este alicantino, de 57 años, les perdió a ellos y a la mujer que le cuidaba cuando era pequeño. “Fue una desgracia”, dice este superviviente. Él estaba en la fábrica cuando pasó. Tan solo tenía 3 años y permanecía en un carrito mientras su madre echaba una mano a la familia.

El terreno se redujo a escombros y, a unos 40 metros, apareció en un campo de almendros. “Yo estaba tirado y alguien con su coche me llevó al hospital”. Juan Carlos no lo recuerda, se lo contaron, pero nunca lo sabrá con exactitud porque “todos los que estuvieron cerca de mí, en aquel momento, murieron”.

El alicantino comparte su historia de vida con lavozdelsur.es.
El alicantino comparte su historia de vida con lavozdelsur.es.  CANDELA NÚÑEZ

En el hospital estaba ingresada su madre, inconsciente, y su tío junto a ella. Fue a él a quien los médicos comunicaron que Juan Carlos tenía gangrena en el brazo izquierdo. “Mi tío decidió que me lo amputaran antes de que fuese a peor. Si el accidente hubiese ocurrido hoy, no hubieses perdido el brazo”, cuenta el alicantino a lavozdelsur.es. No fue consciente de nada. Para él, es como si hubiese nacido sin esta extremidad superior y tampoco siente ese dolor fantasma del que hablan las personas que han sufrido accidentes.

"Nadie se ha atrevido a reedificar allí, el sitio está maldito"

Los perros de búsqueda de la Guardia Civil encontraron a su madre debajo de los escombros. Fueron los únicos de la familia que sobrevivieron. “Nadie se ha atrevido a reedificar ese terreno desde entonces, está maldito, hay restos de pólvora, fueron muchos muertos”, comenta.

Diez años después de la explosión, Juan Carlos y su madre se mudaron a Rota, una nueva vida en la que ya se desenvolvía con un solo brazo. Para él, nunca fue un obstáculo y cuando terminó sus estudios de ingeniería informática entró en la heladería familiar. “El negocio me absorbió, hice lo que me han marcado, he tenido que seguir ese ritmo”, dice. Desde entonces, trabaja como hostelero mientras compagina su pasión por el deporte, mundo que descubrió a los 30 en unas vacaciones en Sierra Nevada, Granada.

Juan Carlos practica buceo en Rota, ciudad en la que vive desde los 13 años.
Juan Carlos practica buceo en Rota, ciudad en la que vive desde los 13 años.  CANDELA NÚÑEZ

“De pronto llegó un señor y me ofreció competir en esquí con gastos pagados. Pensé que era una cámara oculta”, recuerda. Era un ojeador que, por casualidad, le abrió un abanico de posibilidades antes impensables para él. En aquella época, este deporte y la natación eran los pocos que podían practicar las personas con capacidades físicas diferentes. Juan Carlos aceptó la propuesta y llegó a conseguir 17 medallas en campeonatos de España, dos de Oro y el resto de Plata y de Bronce.

“En esquí es donde hay más gente con problemas reales, vi a una persona sin brazos ni piernas, solo tronco, y le echaba unos huevos a la vida. Allí me di cuenta de que yo era un tuerto en el país de los ciegos”, expresa el alicantino, que, hasta entonces, se había encontrado trabas para poder hacer lo que quisiera.

"Soy un tuerto en el país de los ciegos"

Cuando fue a sacarse el carné de conducir, le sometieron a una prueba antes del examen para comprobar que realmente podía circular. “Me preguntaban que cómo iba a cambiar las marchas. Lo hago con el codo. Cuando lo demostré me dijeron unas palabras que no se me van a olvidar: Ya quisiera mucha gente con dos brazos, conducir como usted conduce”.

Sus palabras se pierden con el viento desde el puerto deportivo de Rota, al que se ha desplazado para colaborar en una limpieza de fondo marino con el club Capitán Garfio, al que pertenece. Desde hace más de 30 años practica buceo por afición, aunque le cueste el triple. Y no es el único deporte que se ha atrevido a probar. Su experiencia en el esquí le animó a querer superarse a sí mismo pese a las dificultades y probar disciplinas que no estaban adaptadas.

El deportista junto a su hijo pequeño.
El deportista junto a su hijo pequeño.   CANDELA NÚÑEZ
Su hijo observa el muñón.
Su hijo observa el muñón.  CANDELA NÚÑEZ

Cuando manifestó que quería aprender a hacer windsurf, los monitores se llevaron las manos a la cabeza. Para coger la botavara, elemento que permite llevar el control de la vela y la tabla, hacen falta dos manos. “Me dijeron que no me podían enseñar y que no iba a poder manejarlo en la vida. Llamaron a mi madre para decirle que yo estaba pidiendo algo imposible”, dice entre risas. Juan Carlos hizo oídos sordos, lo probó y acabó ganando competiciones. “Le decían a mi madre que su hijo no era normal y que era un fuera de serie”, sonríe.

"Me dijeron que no haría windsurf en la vida"

Siempre ha recibido el reconocimiento de las personas con las que se ha topado en los distintos deportes que ha practicado. Un chute de motivación que le hacía fuerte en una sociedad compleja. “Mi madre estaba acostumbrada a que yo probara todo, he montado en bicicleta, he cogido motos. Decía, si él no puede, ya se dará cuenta”, recuerda el deportista, que también fue clasificado para representar a España en el campeonato del mundo de vela, en Cádiz.

Juan Carlos es un ejemplo de superación y de lucha y no tiene ningún problema en contar su historia. “Los límites te los pones tú”, dice. Le reconforta pensar que puede ayudar a muchas otras personas en su misma situación y le gustaría transmitir esa fortaleza que le ha llevado a no rendirse nunca. El alicantino mira a su hijo Alan, que ahora tiene la misma edad que él cuando presenció el accidente. “¿Eso qué es?”, pregunta el niño con inocencia señalando el muñón de su padre.

Sobre el autor:

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Patricia Merello

Titulada en Doble Grado en Periodismo y Comunicación audiovisual por la Universidad de Sevilla y máster en Periodismo Multimedia por la Universidad Complutense de Madrid. Mis primeras idas y venidas a la redacción comenzaron como becaria en el Diario de Cádiz. En Sevilla, fui redactora de la revista digital de la Fundación Audiovisual de Andalucía y en el blog de la ONGD Tetoca Actuar, mientras que en Madrid aprendí en el departamento de televisión de la Agencia EFE. Al regresar, hice piezas para Onda Cádiz, estuve en la Agencia EFE de Sevilla y elaboré algún que otro informativo en Radio Puerto. He publicado el libro de investigación 'La huella del esperanto en los medios periodísticos', tema que también he plasmado en una revista académica, en un reportaje multimedia y en un blog. 

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