Sandra Peña tenía 14 años. Su familia ha difundido su imagen para que nadie la olvide. Por desgracia, este caso que ha causado conmoción en un colegio de Sevilla no es aislado. El suicidio en adolescentes ha vuelto a repuntar según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). En 2024, España registró 76 casos, 13 más que en el curso anterior. Eran jóvenes de entre 15 y 19 años. Y en total contabilizó 3.846 fallecimientos.
Según datos compartidos por Ubuntu, Asociación Andaluza de Supervivientes por Suicidio de un Ser Querido, en Andalucía, las provincias de Sevilla, Málaga y Granada fueron las que registraron mayor número de suicidios en cifras absolutas.
Elena acaba de terminar un grado en Psicología y, durante sus prácticas en un instituto de la provincia gaditana, vivió de cerca el caso de una joven de segundo de Bachillerato. Afortunadamente, se actuó a tiempo. “Llegó ya un momento en que no lo podía esconder más, se le notaban las autolesiones”, comenta la joven, que detalla todos los pasos que se siguieron en cuanto detectaron la situación.
Primero, el departamento de Orientación abrió un protocolo de prevención de autolesiones y casos de suicidio, después se realizó una entrevista con la familia y, finalmente, una reunión con el equipo directivo y con la psicóloga de la chica. “Todos se coordinaron para llevar un acompañamiento y un seguimiento tanto dentro como fuera del centro”, explica.
Este es un ejemplo sin desenlace fatal. Pero hoy en día la mayoría ha oído hablar de casos cercanos. “Sí, en mi pueblo una chica joven no pudo”, comenta Juana Fernández, profesora en el Departamento de Tecnologías de Medio Ambiente de la Universidad de Cádiz.

Tanto Elena como Juana acaban de asistir a un taller sobre Aspectos prácticos en el abordaje de la crisis suicida en jóvenes, organizado por el Servicio de Atención Psicológica y Psicopedagógica (SAP) de la Universidad de Cádiz (UCA). Es la primera vez que profesionales del Hospital Puerta del Mar se acercan a la universidad para hablar sobre suicidio y, sobre todo, dar a conocer prácticas de prevención con el objetivo de ayudar a quienes presentan estas conductas.
Anxo Bastida Calvo, psicólogo clínico; Jesús Sánchez del Solar, psicólogo interno residente en psicología clínica; y Cristina Caballero Pinzones, enfermera especialista en salud mental, forman parte de la Unidad de Salud Mental Infanto-Juvenil Puerta del Mar de Cádiz.
Este equipo se creó para dar respuesta al empeoramiento de los indicadores de salud mental en este sector de la población, sobre todo, agravado desde la pandemia. “Ahora, al haber más visibilización, hay más percepción de aumento de casos”, dice Anxo Bastida, que lleva casi tres años tratando a adolescentes.
En concreto, la unidad se encarga de atender a personas hasta los 18 años, pero, en su mayoría, trabaja con adolescentes a partir de 12 años, en el final de la etapa Primaria y principios de la ESO, y de 17 años. “A nosotros nos derivan a los pacientes más graves. Intentamos dar respuesta a las situaciones más preocupantes”, explica el psicólogo clínico.

Por lo general, los pacientes acuden a través de citas, sin embargo, a veces tienen que desplazarse a sus casas al encontrarse aislados. “Las conductas suicidas en jóvenes es un fenómeno muy complejo y no se puede reducir a una sola causa, necesitamos explicaciones que sean multifactoriales. A veces se simplifica mucho”, comenta a lavozdelsur.es.
Por su experiencia tratando a familias y adolescentes, Anxo extrae una reflexión relacionada con una de las numerosas causas que pueden llevar a esta conducta. “Hay una paradoja. En un mundo que aparentemente está más interconectado, encontramos que a los jóvenes de hoy les cuesta, quizás más que antes, poder integrarse en grupos, que es uno de los retos más importantes de la adolescencia”, explica.
Anxo habla de que la adolescencia está llena de desafíos como empezar a orientar un futuro laboral o establecer una red social propia. No es suficiente con tener una relación sana con la familia, sino que necesitan crear un círculo.
“No se puede tener una vida mínimamente decente sin tener amigos que hayas hecho por ti mismo. Esto es una dificultad, mantener relaciones cara a cara es cada vez más hostil para los jóvenes”, dice. Cuando estos adolescentes se sienten marginados, recurren a conectar con otros a través de redes sociales.


“Sabemos que existen comunidades que se agrupan en torno a sus pensamientos de suicidio o a las autolesiones. Los jóvenes encuentran en las autolesiones otro tipo de estrategias de manejo y les ayuda a integrarse. Comparten estos aspectos y ahí encuentran esa sensación de pertenencia”, explica el profesional, que advierte sobre esta práctica que asegura que no se escuchaba en su juventud.
“Hacerse cortes es un mecanismo para aliviar una gran tensión interna. Las autolesiones no tienen por qué estar detrás de una conducta suicida. Cuando me ocasiono un dolor físico, me alivia del dolor emocional. Dejo de estar tan abrumado, pero es una solución a corto plazo, que a largo plazo hace aguas”, sostiene.
¿Cómo actuar?
Entre las aportaciones, los profesionales destacan que “la esperanza se construye a veces en silencio, vínculo a vínculo” y acompañándoles en ese dolor. Esos síntomas emocionales que suelen presentar, como la apatía, la tristeza o la falta de energía.


“Cuando alguien dice que a veces piensa en la posibilidad de quitarse la vida, hay una tendencia a responder: No digas eso, por favor, con lo joven que eres. Es una respuesta bienintencionada, pero que de algún modo está deslegitimando a la persona que al fin y al cabo está compartiendo algo muy difícil”, explica Anxo.
La forma más idónea de actuar en estos casos es validando su emoción. El psicólogo clínico explica que es importante legitimarla. “El joven no ha escogido ese pensamiento, ni lo está haciendo voluntariamente, ni lo está pudiendo evitar”, sostiene.
Por tanto, “es importante transmitirle: aunque me duela mucho y no me gusta nada, respeto que es lo que estás pensando y entiendo que si has tenido esa gran valentía de comunicarlo es porque de verdad quieres agarrarte a la vida, porque hay un deseo de vivir”. Esa petición de ayuda supone un antes y un después para poder ayudar a esa persona y volver a vincularla a la vida.

“Es importante que tratemos de quitar el tabú que rodea a todo lo relacionado con la muerte y muy en particular con la muerte por suicidio. Nos resulta tan perturbador que tenemos una tendencia a no querer mirarlo”, expresa.
Margarita es una de las jóvenes que no ha vuelto la vista. Ella ha asistido al taller de la USMIJ y la UCA porque quería seguir formándose tras finalizar recientemente el grado de Psicología. “En la carrera habíamos visto teoría sobre el suicidio, pero la práctica nunca. A mí me ha parecido muy interesante. Los casos reales sorprenden más”, expresa.
En el caso de Juana, ha decidido asistir al estar en constante interacción con jóvenes por su trabajo como profesora. Además, es madre de dos niñas pequeñas y le gustaría saber cómo actuar. “Este taller sirve mucho para tomar conciencia de lo que es el dolor extremo”, añade.
Contactos de ayuda
- Ministerio de Sanidad: línea 024
- Unidad de Salud Mental Infanto-Juvenil Puerta del Mar dispone de teléfonos de atención a la ciudadanía: 956 20 31 15 y 956 20 31 14.
- Teléfono de la Esperanza: 717 003 717.
- Grupos de ayuda de Papageno: 633 169 129.
- Ubuntu, asociación andaluza de supervivientes por suicidio de un ser querido: ubuntu.asociacionandaluza@gmail.com. - 644 56 03 87
- Fundación Anar de ayuda a niños y adolescentes en riesgo: 900 20 20 10.




