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En dos lados. En uno, España, puerta de Europa; en el otro, Marruecos, salida de África. Los dos lados de un Estrecho que marcan el futuro de las personas según en qué orilla hayan nacido y que sigue siendo escenario de la desesperación de la gente que se lanza al mar buscando futuro, derechos y esperanza. Cuando las imágenes de los refugiados sirios deambulando por Europa, encerrados en campamentos y siendo tratados como delincuentes erizan el pelo e indignan a la población, se olvida que en España tenemos nuestra propia frontera sur, esa en la que organizaciones gubernamentales, activistas, periodistas denuncian la constante violación de derechos. Helena Maleno, investigadora especializada en migraciones y trata sobre seres humanos es una de las principales cronistas de aquella realidad; ese Pepito Grillo que golpea nuestras conciencias para que seamos conscientes de que para que el mundo occidental viva así, necesita de la explotación de seres humanos. Desde su otro lado, en Tánger, Helena trabaja con el colectivo Caminando Fronteras para apoyar a las comunidades migrantes con programas de educación y de salud, sensibilizando a la población y denunciando los abusos a las que son sometidas estas personas.

Por eso, antes de empezar la entrevista (jueves 15 de junio de 2017), no cabe hacer otra pregunta que saber si en esos momentos hay alguien pidiendo ayuda en el Estrecho.

Y Helena pide tiempo. No puede contestar; su teléfono rebosa llamadas y tiene que confirmar toda la información para que la búsqueda sea lo más exacta posible. Ya ha hablado con Salvamento Marítimo, ha alertado de la salida de pateras en sus redes sociales y horas más tarde, explica a lavozdelsur.es en profundidad cómo el día empezó a las cinco de la mañana, hora marroquí.

Efectivamente, sí hay gente pidiendo ayuda. A las cinco de la mañana llamaron desde dos pateras a remo, dos toys, una con diez personas y otra con siete, que habían salido a las dos de la madrugada, hora marroquí, de Cabo Espartel. Al mismo tiempo, hay otra patera a motor con 34 personas, que nos estaban llamando desde el Estrecho y que nos decían que en principio no veían nada, aunque finalmente han sido rescatadas por Salvamento Marítimo. Ahora hay otra patera con 44 personas que nos ha sorprendido bastante, porque en ella van 20 mujeres. Hemos hablado con Salvamento pero nos dijeron que lo gestionaba Marruecos puesto que habían salido al sur del Cabo Espartel más hacia la zona de Asilah pero, finalmente, parece que Salvamento ha sacado un medio aéreo. Esperemos que los medios aéreos españoles puedan apoyar la búsqueda aunque sea en una zona marroquí, puesto que Marruecos no tiene esos efectivos o no los saca para este tipo de rescates. Estamos muy preocupadas porque en esa zona del Atlántico suelen perderse.

"El momento más complicado es tener que comunicar a las familias que se ha abandonado la búsqueda"

Periodista, activista... ¿se pueden hacer las dos cosas a la vez? ¿En qué momento decidió usted que pondría su profesión a favor de esta causa?

El periodismo me desilusionó en un momento dado porque la libertad de expresión en el Estado español está bastante sesgada y en muchas ocasiones las propias empresas de comunicación no tienen a las periodistas en condiciones laborales adecuadas ni para que los periodistas ejerzan un trabajo que debe hacerse desde un enfoque de derechos humanos, de estar al servicio de la ciudadanía y al servicio de la democracia. Yo me desilusioné y vine a Marruecos como investigadora, me reciclé en temas de investigación social y como investigadora experta en migraciones y derechos humanos y, sobre todo, en la trata de seres humanos. En cuanto a mi faceta de activista, como ciudadana creo que es mi obligación.

Se ha convertido usted en la voz de los inmigrantes africanos en España, ¿cómo se lleva eso?

No sé si exactamente en la voz de las personas africanas en España. De lo que se trata es de buscar espacios para que ellas y ellos tengan voz. Por ejemplo, mi perfil de Facebook era personal y de repente me siguen más de 20.000 personas y allí intercambiamos ideas, conceptos, estrategias. No quiero ser la voz de nadie pero sí que es verdad que tengo una posición de privilegio que me permite dar sitio a esas voces en espacios donde nunca las tendrían. Es usar un poco mi privilegio —soy blanca, española aunque también migrante— para intentar  dar protagonismos a esas personas. A la vez, yo aprendo mucho de esas voces que son para mí un ejemplo.

Desde que se ponen en contacto con usted en mitad del mar, ¿cuál es el procedimiento que sigue?

Es distinto en cada situación. Hay pateras con las que estamos en contacto telefónico, porque son pateras que tienen cobertura y pateras que se han quedado a la deriva en zonas de cobertura, por ejemplo, en el Estrecho. Nosotras llamamos a los servicios de Salvamento e intentamos darles toda la información que esté en nuestras manos para que la búsqueda sea la más real y la mejor posible. A la vez, en este lado con las comunidades migrantes trabajamos en que entiendan los peligros que hay en esa frontera y para que puedan tener una posición de poder ante esos peligros —militarización de fronteras, devoluciones en caliente y entramado de las mafias—. Empoderamos, por un lado, a las comunidades migrantes para que sepan cuál es la información y cuáles los riesgos, y después alertamos a un servicio, que es un servicio del Estado y que creemos que debemos promocionar y afianzar puesto que es un deber del Estado esa garantía del derecho a la vida. Desde el colectivo y desde mi propia experiencia personal, siempre hemos resaltado que Salvamento Marítimo Almería es un servicio que tiene las mejores prácticas de salvamento cuando hablamos de personas migrantes en todo el Mediterráneo, que debe ser ejemplo no sólo por la humanidad que demuestran sino por la profesionalidad y por las técnicas que han llevado a cabo después de muchos años de experiencia de esa salvaguarda de la vida en el mar.El verano pasado hubo pateras durante días desaparecidas, ¿cómo vive esa espera?

Es cierto. En esos casos hay que contestar a todas las llamadas de los familiares durante días. Imagínate si hay siete personas en una patera, no sólo llama un familiar de una de esas personas sino que te pueden llamar desde África, desde Europa, familiares, amigos…es un momento bastante crítico, se reciben muchas llamadas de teléfono y tienes que explicar siempre lo mismo: cómo fue la última comunicación, dónde estaban, qué pasó, cuántos medios ha puesto en marcha Salvamento para buscarles, si estaban a la deriva, si también colaboró Marruecos. Después es muy angustioso cuando se decide dejar la búsqueda si no se han encontrado. El momento más complicado es tener que comunicárselo a los familiares. Hay familiares, además, que llaman a la policía y les dicen que no saben nada de eso porque oficialmente se buscó, por parte de Salvamento, pero no se encontró y eso no se notifica a la Policía, no se hace un registro de personas desaparecidas. Así que vuelven a llamarnos para decirnos que la Policía les ha notificado que no hay ningún desaparecido. Es otra vez una angustia, una angustia detrás de otra. Empiezan a enviarnos fotos, durante semanas se llama a las morgues de aquí, a las organizaciones que están también en España para preguntarles si han llegado cuerpos y es un duelo que dura meses. Cuando desaparece una patera, son días en los que hay que responder al teléfono de día, de noche porque ellos llaman intentando encontrar respuesta a cosas que muchas veces nadie les puede dar. No hay una respuesta de qué pasó, dónde, cómo desaparecieron y si aparecerán algún día.

¿Cuál es la situación de partida para que la gente se juegue la vida en el mar?

Estamos en un mundo global, un mundo con una injusticia social terrible, en el que el capitalismo está cambiando hacia un capitalismo feroz, donde las personas ni siquiera importan en esa estructura globalizada, ya ni la clase media ni el consumidor. Eso lo vemos en Europa con toda esa clase media empobrecida. Pues imagínate en zonas del mundo donde al capitalismo sólo le interesan sus recursos y donde las personas ya no interesan ni como productoras, ni como trabajadoras, ni como consumidoras. Eso está pasando en muchas zonas de África, donde las personas son esclavas. Para ese capitalismo global, de esas personas sólo interesa su sexo, sus órganos. Es muy terrible pero es una forma de construcción de un nuevo mundo, gestionada desde las ciudades globales donde los estados han perdido su poder. Imagínate en las fronteras: aquí quien está gestionando la política fronteriza ahora mismo son las empresas de venta de armamento. Detrás de esa política securitaria de las fronteras no hay ni siquiera posiciones ideológicas de la derecha. Las fábricas de armamento han visto que creando conflictos ganan dinero y que cuando las personas se mueven de esos conflictos también ganan dinero frenando el movimiento de esas personas, convirtiéndolas en esclavas como quiere ese nuevo capitalismo feroz y global.

Usted no sólo recoge el drama que se vive en el Estrecho, sino también en la valla de Melilla, ¿cómo calificaría las situaciones que allí se viven? ¿Se respetan los derechos humanos?

Del negocio de las vallas sabe mucho Indra —la empresa que presuntamente ha financiado de forma ilegal al partido en el poder (PP)— y me gustaría saber cómo ha influido Indra en las políticas que se han hecho en las vallas de Ceuta y de Melilla. No se respetan los derechos humanos porque las personas que transitan por esas fronteras, que han sido construidas como espacios de guerra y no como espacios de derecho, sobre todo, desde la entrada de empresas vinculadas a la venta de armamento, ya están despojadas de cualquier derecho. Ya ni siquiera son trabajadores, consumidores, sino esclavos. Pero es más, se envía un mensaje a la población y a la ciudadanía para que piensen que esos derechos no deben ser respetados porque la defensa del territorio —un territorio que al final no existe, que es otra construcción y otra mentira porque ese territorio está siendo desmantelado por ese capitalismo feroz y global— es mucho más importante que los derechos humanos de las personas que transitan.

"Son putas, son negras y malas madres. Y encima les quitamos los hijos"

Pone especial atención en las mujeres. La mujer negra y africana, ¿es la más discriminada?

Sí, en las mujeres africanas hay varias discriminaciones. Hay un racismo muy grande y muy fuerte, un racismo que hay que entender. Incluso la izquierda en el Estado español tiene comportamientos racistas igual que tiene comportamientos machistas. Es una mujer que por su extremea pobreza, ya han sido violados sus derechos fundamentales en sus países de origen, que es el motivo principal por el que salen las mujeres. Esas mujeres van a la búsqueda de derechos. Son inmensamente pobres y no tienen la capacidad para conseguir el dinero. Debido a esa violencia del tráfico y del control de fronteras, acaban entregándose a las redes de trata como una estrategia, entre comillas, migratoria. En los países de destino acaban convirtiéndose en putas que, además de negras, son malas madres. Y en lugar de verlas como víctimas de trata y esclavas sexuales, las consideramos putas y además les quitamos los hijos porque, claro, no se pueden ocupar de ellos y acaban en los servicios de protección de menores. Cuántas mujeres han perdido a sus hijos en el tránsito migratorio pero también en el tránsito de la explotación en diferentes países europeos. Son putas, son negras, son pobres, son malas madres. Lo tienen absolutamente todo.

Pero son mujeres muy resilientes, mujeres con una capacidad de resiliencia increíble, que aman a sus hijos, aunque la mayoría hayan nacido de situaciones de violencia, y que tienen una espectacular generosidad para haber asumido de dónde viene el niño y asumir el amor y la maternidad, una espectacular valentía para llevar adelante un proyecto de madre y también para aceptar cuál es su posición en el mundo y establecer estrategias. Cuando trabajamos en talleres dicen que son mujeres fuertes, mujeres de hierro, mujeres valientes, mujeres que merecen respeto.

Suena el teléfono y Helena tarda en responder. Vuelve con la mejor noticia: Acaban de rescatar a la patera de 44. Bueno, están en ello. He llamado a Salvamento Tarifa para verificar.

Ha tenido que vivir situaciones duras. ¿Qué es lo que más le encoge por dentro? ¿Y la mayor satisfacción?

Lo más duro es perder a gente que quieres, amigos, amigas, niños que has visto nacer, que has ido a sus cumpleaños y que se te queden ahí como en la memoria todo el rato. Muchos murieron por negligencias, por acción o por omisión de nuestras políticas de fronteras y nunca se va a hacer justicia. Nunca. Esa sensación de que no se buscan sus cuerpos y no hay una reparación. Eso es lo más duro.

Lo mejor es aprender de personas que tienen una capacidad de lucha enorme, que tienen valores enormes, que te enseñan lo que significa realmente la solidaridad, arriesgar la vida por el otro, lo que significa realmente ser esclava porque lo que quieres es el desarrollo de tu familia, de tu comunidad, o porque buscas un futuro para tus hijos o un futuro en derechos. Todo eso es lo que te hace aprender y valorar las pequeñas cosas. Creo que lo que más he ganado es estar en una posición desde la que puedo ver el mundo desde otro prisma, desde la que casi me despojo de un montón de cosas que he aprendido y que no quiero —racismo, colonialismo, esclavitud— y he tenido que reconstruirme aprendiendo. Es verdad que vengo de una familia pobre, con una situación bastante complicada, que de ella he aprendido muchísimas cosas pero las cosas se nos olvidan muy rápido y nos situamos en posiciones de privilegio sin entender lo que tienen que pagar los demás por nuestras posiciones de privilegios. Estoy muy agradecida a todo lo que he aprendido porque me ha enseñado a vivir de otra manera.¿Cómo ve que desde el otro lado del Estrecho, a tan sólo catorce kilómetros, el drama de la inmigración se haya normalizado?

Lo veo con tristeza. La normalización supone que no son personas, que o son criminales o son víctimas, que hay que acoger de manera profesionalizada. Los refugiados tienen que ir a este centro, a este lugar, no pueden escoger a dónde van, nadie les pregunta. Muchas veces, todo ese sistema de acogida que tiene el Estado es otra segunda frontera porque al final tampoco esas personas se las empodera, no tienen poder de decisión. Una vez un policía nos dijo están tuteladas por las ONG: tuteladas… si esta señora le da a usted mil vueltas. Ese sistema de acogida también es una forma de racismo. Son las putas, son los órganos que se consumen en Europa, son las mujeres en el servicio doméstico. Es ese sistema de esclavitud que nosotros tenemos que reproducir para poder seguir manteniendo los privilegios. Hemos normalizado que el sistema necesita a esas niñas de trece o catorce años moviendo dinero negro, siendo violadas de forma constante. Hace poco en un encuentro que hicimos del tema de trata, una superviviente de la trata nos preguntaba que quién creíamos que eran sus clientes. Pues eran policías, políticos, arquitectos y se me encogía por dentro el corazón porque estaban utilizando esclavas sexuales.

El mundo occidental parece haberse movilizado por el ascenso de políticos como Le Pen o por la victoria de Trump, ¿pero cómo calificaría la política migratoria de la UE? ¿Y la de España?

Nosotras qué vamos a decir del Estado español que ha sido pionero con el PSOE, con el señor Rubalcaba, en la política de externalización, de militarización de fronteras. Una política, la del PSOE y la del PP, que han copiado en Europa, Merkel por ejemplo ahora con Níger o Italia con Libia. Somos pioneros en esa violación constante de los derechos de las personas en las fronteras, somos pioneros en esas empresas que se han metido en el sector de la seguridad y que vienen del sector armamentístico. España está siendo pionera en esas políticas y Europa está sacando beneficio de esas políticas.

"Los CIE son agujeros negros en nuestros sistemas democráticos y en nuestras ciudades"

Organizaciones no gubernamentales, formaciones políticas e instituciones —la propia Diputación de Cádiz lo aprobó en pleno— han exigido el cierre de los Centros de Internamiento de Extranejeros (CIE). ¿Tiene sentido que unas dependencias de estas características sigan aún funcionando?

Los CIE no sirven ni para el objetivo para el que se crearon, las deportaciones. Eso no es real y son agujeros negros en nuestros sistemas democráticos y en nuestras ciudades. No sólo porque, por ejemplo, cuando una persona entra en patera, entra directamente a un CIE privándole de libertad sin haber cometido ningún delito, sino porque las personas que están ahí denuncian todo tipo de abusos, de racismo y de situaciones de violecncia que se dan. El vídeo que han hecho ahora los actores sobre los CIE creo que dicen mucho: imagínate que vas a llevar a tus hijos al colegio y te detienen y te internan. Quedarte sin trabajo es un motivo para privarte de libertad, por ejemplo. Ejercer la mendicidad es otro motivo para privarte de libertad. Es una locura y terrible. Forma parte del entramado de fronteras y seguridad. Hay que quitarlos y creo que lo entienden muchos ciudadanos porque ni siquiera cumplen con los objetivos bárbaros que ellos buscan y lo único que hacen es violar sistemáticamente los derechos humanos.

Sus llamadas de atención en redes sociales siempre incluyen la palabra Boza, ¿qué significa?

Boza es una palabra que usan las comunidades migrantes transformada, o sea, es una palabra que ellos le han dado un contenido y un sentido nuevo. Boza significa alegría, esperanza, victoria —es la acepción original que tenía pero ya significa mucho más—, Boza significa que has llegado a Europa, que has completado una parte del camino, mucha esperanza. Es un grito en medio de la locura y en medio de las violaciones de los derechos fundamentales en las fronteras.

Sobre el autor:

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Vanessa Perondi

Periodista.

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