Malos tiempos
Aida R. Agraso se declara no solo gaditana, sino "gaditanísima", que es algo así como el superlativo de los gentilicios de España y aun del mundo. Vecina durante otra época del barrio de San Severiano, en su Cádiz natal (1970), conoce de primera mano, por pura proximidad, todo aquello que los años 80 trajeron a barrios de trabajadores, barrios obreros, que no marginales. Porque no ha de recordarse solo esta década como la de la famosa Movida Madrileña, sino como unos años duros, muy duros en los que ETA golpeaba con fuerza, y la droga (quizá la heroína la que más) no se quedaba atrás minando la paz de los barrios más humildes.
Aida Rodríguez Agraso, autora de Media sangre, es licenciada en Periodismo por la Facultad de Ciencias de la Comunicación de Sevilla. Trabajó durante 15 años en Diario de Cádiz, llegando a ser jefa de sección de Cultura en este rotativo. Actualmente es la Jefa de Área de Publicaciones del Instituto Andaluz del Flamenco, de la Consejería de Cultura y Patrimonio de la Junta de Andalucía.
En Media sangre se cuentan las cosas como fueron; con sus desgracias, pero también con la habilidad de este rincón del sur de Europa, donde las tragedias lo son menos por ese humor que sus habitantes sacan donde a veces no hay más que miserias.
Yo parto de la base de que cuando uno escribe, en parte está escribiendo de sí mismo. En esta novela he intentado adaptar el lenguaje coloquial de la provincia de Cádiz al lenguaje escrito. Desde ese punto de vista, parece que estamos hablando serenamente, pero en realidad estamos diciendo cosas muy enérgicas. Pues por ahí van los tiros de la serenidad y la energía.
"El gaditano parece que habla serenamente, pero está diciendo cosas muy enérgicas"
Yo creo que más bien es un micromundo. Me parece mucho más acertado. Ese micromundo que transcurre en unas calles muy específicas en los años 80; una época muy dura porque en determinados barrios obreros, aunque esto pasó en Cádiz y pasó en media España, en realidad, la droga entró con fuerza. Porque la Movida Madrileña estuvo muy bien, pero fue muy jodida al mismo tiempo porque trajo la heroína. La droga hizo mucho daño en los barrios obreros. No en barrios marginales, no, en barrios obreros. Eran gente común y corriente, pero que de repente les cayó esa lacra que vino a cambiar todo lo que entendíamos como convivencia de barrio.
Los personajes así son mucho más atractivos para lo que yo quería construir: un Macondo pero en chico. Desde que tuve la suerte de leer a García Márquez me di cuenta de que se podía crear un micromundo, y a mí eso me pareció fascinante. Y eso es lo que he querido hacer de toda la vida, lo que pasa es que hasta ahora no he tenido la oportunidad de encarar algo como esto. Es mucho esfuerzo, un tono muy intenso que se mantiene durante toda la novela. Es una novela que te atrapa, no te suelta.
Es que en realidad, en este punto de la geografía, sabemos reírnos muy bien de nuestras propias desgracias. Es una forma de ser que a mí me encanta. A todo sabemos buscarle un punto positivo. La gente sabe el peligro que les rodea, pero lo viven con mucha naturalidad.
Me siento muy orgullosa de ser andaluza y del acento andaluz. Por eso lo he trasladado a la novela. La han leído en Santander, Zaragoza... Me han mandado mensajes alucinantes. El acento no echa tan para atrás como la gente dice.
Efectivamente. Pero me alegra de que lo lean como somos. Obviamente, el lenguaje hablado es trasladado a lo escrito. No se puede poner todo tal cual. Pero están muy cerquita los dos lenguajes.
Ha costado mucho trabajo. Encontrar el tono ha sido complicado. Y mantenerlo sin perder ese tono.
"La sociedad ha cambiado, ahora somos conscientes de muchas cosas"
Yo creo que no. Fue una etapa muy dura. No sé en el resto cómo se está viviendo. Yo ahora no vivo en el mismo sitio. Antes vivía en San Severiano, cruzabas las vías del tren y te encontrabas con todo eso. Pero creo que la sociedad ha cambiado, somos conscientes de muchas cosas. Espero que eso no se vuelva a repetir. Quedó mucha gente en el camino.
En Cádiz pasan cosas increíbles. Tu paseas por sus calles y sacas petróleo. Te pones a escuchar y sacas una historia.
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