Antonio Reguera, el mito de la bohemia, según Cádiz: "El humor me permite hacer la música que me da la gana"

El músico gaditano, leyenda regional para varias generaciones, repasa vida y carrera a punto de cumplir 75 años mientras llena locales escogidos con una orgullosa comunidad en espectáculos de reglas innegociables

Antonio Reguera, este jueves en el paseo marítimo del barrio de Astilleros de Cádiz.
Antonio Reguera, este jueves en el paseo marítimo del barrio de Astilleros de Cádiz. JUAN CARLOS TORO
04 de mayo de 2025 a las 09:00h

Un gaditano de 17 años -mejor respetar el anonimato- pregunta a su padre cincuentón: "¿Pero tan bueno es? ¿tan genio? ¿De verdad lo quiere tanta gente o es exageración tuya y de tus amigos?".

La respuesta del padre y de cualquier residente en Andalucía Occidental, con más de 30 ó 40 años de vida, es difícil de concretar, tan larga como este texto, puede que incoherente.

El intento torpe pasa por compararle con esas leyendas del blues o del deporte, la poesía o la pintura que apenas pudieron o quisieron salir de su entorno geográfico, en cualquier lugar del mundo, pero son idolatradas por sus paisanos. Tampoco queda claro esa que sea una contestación correcta.

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El músico y humorista, durante la entrevista con lavozdelsur.es  JUAN CARLOS TORO

Antonio Fernández de la Reguera (Cádiz, 22 de agosto 1950) es un héroe regional sin traducción posible, un icono hippie en el siglo XXI, un tributo sin banda a la libertad, el mayor influencer cuando Bill Gates ni había nacido, una forma de vida y qué vida, una leyenda doméstica para la provincia y otros andaluces, incluso algunos españoles.

Su aparente condición local y generacional complica la tarea de contagiar la fascinación a personas de poca edad, criadas en otro lugar, con otro lenguaje. Cada cual, en su momento y en su entorno, se cruza con los que acaba siguiendo, celebrando, aplaudiendo siquiera en casa, desde lejos.

"Mucha gente me pregunta por qué no hago nunca carnaval, un cuarteto, una chirigota, algo. Les digo que no es lo mío, no es lo que aprendí, lo que viví. De chico tenía hermanos muy melómanos".

"Escuchaban música en inglés, sacada de la base de Rota, rock americano. O los Beatles, luego Metheny, Beck, Vai, Satriani, todo eso. Así crecí, qué le voy a hacer, eso es lo mío, ha sido lo mío".

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Reguera bromea con gafas de sol, como sus "amigos Mick, Bruce o Paul".  JUAN CARLOS TORO

"Desde los ocho años, autodidacta," se recuerda tocando la batería. "Con 12, la guitarra, también aprendí sólo. Con 15 debuté en el Falla, en un programa matinal de aquellos de la radio, de música en directo". Era 1965. Una parte de la muchedumbre lugareña y de varios lugares que le admira hoy ni había nacido.

"La música es lo primero, siempre lo ha sido y siempre lo será". Es la pasión absoluta, el principio y el final pero, otro giro más, es el humor lo que le ha hecho famoso mundialmente (entendiendo el mundo como eso que limita con el Algarve al Oeste, con Motril al Este, el Estrecho al Sur y Cazalla de la Sierra por arriba).

La vida más libre que se recuerda

"El humor me ha permitido y me permite hacer la música que me da la gana", resume a tres meses de cumplir los 75 años. Esa que le sale viene formada por solos de guitarra eléctrica de clásicos gigantes en compañía de Agustina.

Sus historias son las que le han convertido en una estrella -un lucero, por lo menos- que sólo se aprecia según el lugar en el mundo que ocupe el observador. 

Tuvo una larga y conocida carrera en grupos de rock progresivo (Simun, especialmente), incluso como técnico y productor de otras bandas. Apenas veinteañero, se lanzó en solitario.

"Ahora ya no se pueden contar mis historias en televisión. Y si no es para contar mis historias, no voy"

"Empecé en 1972, en el Isecotel, a contar mis pamplinas entre una canción y otra". La costumbre se hizo programación y luego ley para los miembros de su creciente secta satriánica. Incluso tienen un nombre, "Alta Dimensión".

Sin renunciar nunca a su única religión, Stratocaster, sus historias -"todas mías, sacadas de algo que he visto o he oído de alguien cercano, pero mías"- ocuparon más y más espacio.

Los relatos, algunos con la duración de un episodio de una serie de comedia pero en toda tu cara, hablan de anécdotas cotidianas ensalzadas por un idioma único, propio y nuevo que sin embargo todo el mundo entiende a la primera.

En tiempos de autocensura y postureo, su verborrea (dígase gutural, como Reguera, la 'r' doble) está llena de bastinazos sexuales, escatología genital, referencias a la droga, inocentes blasfemias. Es un aspersor de irreverencia punkie.

"Alguna vez, algún alcalde me ha dicho que se iba a sentar donde no lo vieran porque le daba corte soltar carcajadas cuando digo mis cosas de flujos vaginales, de la nariz colorá o de lo que lleva el papa en el gorro. Cree que no está bonito que le vean".

También ha vivido la experiencia opuesta: "He visto a muchos alcaldes o policías partirse de risa cuando comunico por el micrófono la oferta durante mis conciertos: en la barra, al comprar seis bocadillos, medio gramo de coca gratis".

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Antonio Reguera canturrea con el puente Constitución de 1812 al fondo.  JUAN CARLOS TORO

La libertad tiene su precio. "Es cara la hija de puta". Su forma de entender la vida, la música y el humor -una misma cosa para Reguera- le ha supuesto limitaciones. 

Nunca llenó ni llenará estadios como hacen otros con menos capacidades y su relación con la tele se limitó, con algún coletazo, a la última década del siglo anterior y a la primera del presente.

"Ahora ya no se pueden contar mis historias en televisión. Y si no es para contar mis historias, no voy. Algunas veces me propusieron ir a sentarme en un sofá, a comentar la actualidad, las tertulias esas, con otra gente..." y remata su rechazo con una retahíla de adjetivos irreproducibles fuera de su territorio, el escenario.

El desayuno y el chalé en Sotogrande

Porque la fama nacional siempre rondó y las ofertas abundaron. Sus reglas -verso y pensamiento libre, manías dirán otros- le impidieron aceptar: "Mis hijos siempre me dicen que he dejado de ganar muchísimo más de lo que he ganado".

"Pues no me cambio por nadie. He sido y soy multimillonario en tiempo. Con todo el dinero del mundo no puedes comprar ni un minuto de vida, ni uno de tranquilidad y de felicidad con los tuyos".

"Ellos me dicen, dándome la carga, que podría tener un chalé en Sotogrande pero para qué quiero yo eso. Me quedan dos desayunos pero mis hijos me piden que empiece ya con la primera tostada porque parezco metido en manteca, estoy como siempre".

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Algeciras, 8 de mayo, y Cádiz, 16 de mayo, son sus próximas actuaciones.  JUAN CARLOS TORO

"Desde que salí de San Felipe Neri con 12 años no he tenido horario. El de mis conciertos, nada más. En el trabajo y cuando quedo con alguien soy un obseso de la puntualidad pero en lo demás siempre me he levantado cuando me ha dado la gana".

"Cuando me ha apetecido madrugar, he madrugado mucho y lo he disfrutado. Cuando viví la noche, la viví. Cuando he querido dormir, dormir. Ni un día de mi vida he trabajado en una oficina, en una empresa, con un horario. Ni un día".

Tampoco recuerda una jornada entera "sin tocar la guitarra. Un rato, más largo o más corto, pero todos los días sin faltar ni uno".

"No seré el más inteligente ni el mejor músico pero tampoco seré tan tonto ni el peor cuando he hecho toda la vida lo que he querido y con los que he querido", dice a modo de balance. "Todo ha merecido la pena, todo me ha llevado hasta aquí".

"Desde que salí del colegio con 12 años no he tenido horarios. El de mis conciertos, nada más y ahí soy un obseso de la puntualidad. Pero ni un día de mi vida he trabajado en una oficina, en una empresa, con un horario, ni uno"

A sus miles de seguidores, tan diversos, les gusta creerse miembros de un grupo clandestino, casi secreto, pero lo tienen crudo. Son demasiados. A las mayorías les cuesta ser discretas. Menos cuando estallan en carcajadas cada 20 segundos porque en las historias de Reguera, lo mejor está en el tránsito, el final da igual.

La vida artística de Reguera, inseparable de la otra, está regida por normas propias. Su talento, entendido como capacidad para hacer disfrutar, hace que todos las acepten si quieren tenerle enfrente y bajo un foco.

Cada espectáculo dura tres horas con 30 minutos de descanso. "Sólo Paul, Bruce, Mick y yo damos tanto", dice para autoparodiarse, con esa sonrisa gigante de niño travieso, casi cabrón, con esa oratoria atropellada que siempre repite y resalta la sílaba justa para sacar la carcajada del otro.

Sólo actúa en locales de tamaño medio, en los que se siente a gusto. Sala El Espejo, en Jerez, ha sido el último de sus descubrimientos. Ha llenado dos veces este año y piensa volver antes de que acabe 2025.

Las próximas ocasiones son Sixties (8 de mayo) en Algeciras y Momart (16 de mayo) en Cádiz. Otras veces, y las que vendrán en varios municipios andaluces, en locales similares de El Rincón de la Victoria o Gines, entre otros muchos.

"Nunca en ferias ni en fiestas privadas, nunca en celebraciones particulares". Hace 30 años que recibe constantes ofertas que inflamarían el ego de cualquier otro músico o humorista. Las manda a por tabaco.

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Mantiene su costumbre de actuar sólo en locales que le gustan, jueves o viernes.  JUAN CARLOS TORO

Que si Bertín Osborne, que si un grupo de millonarios en la corrida goyesca, empresarios de renombre, la boda de tal, la comunión de la hija de cual, 10.000 euros por un pase... Todo lo rechaza, lo rechazó y lo rechazará.

"El que paga una actuación privada es el peor, el que luego te la da mortal porque cree que tiene derecho a todo por soltar", dice.

"Lo mejor es actuar para un público que ya me conoce, al que ya conozco, que sabe a lo que va, al que respeto y me respeta. Nada de borrachos patosos por mucho que tengan un Rolex de reflejos cegadores y deslumbrantes en la muñeca".

El horario también está limitado. El show debe comenzar a las nueve o a las nueve y media, "no a las nueve y veinte ni a menos diez, la gente puntual es la que llega cinco minutos antes a una cita. Exijo intermedio, como Lawrence de Arabia, para que la gente pueda comer algo, ambrosías opíparas".

Las fechas también son concretas. "Jamás en sábado, porque el público lleva ciego desde las dos de la tarde. En jueves o viernes, un público que venga de ducharse en casa después de trabajar. Los dueños de los locales a los que voy me dicen que nunca hay un público mejor que el que tienen en mis actuaciones".

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Reguera asegura que la música, la guitarra, lo son "todo" en su vida.  JUAN CARLOS TORO

Actualizado y digital, con gran apoyo de sus hijos, agradece a las redes sociales (está en todas y con notable actividad) que le permitan publicar sus historias y anunciar unos bolos que siempre necesitaron poca publicidad.

"Internet es una herramienta maravillosa, como todas, si se usa bien. No me extraña que los niñatos que se inventaron las redes sociales sean ahora multimillonarios".

Con todas esas condiciones innegociables forma unas giras anuales que agotan las entradas nada más anunciarse. Advierte con orgullo que va a cumplir 75 años en agosto pero se siente en su "mejor momento". 

"Estoy mejor que nunca. Por lo menos, por dentro. Es verdad que la máquina tiene ya tres cuartos de siglo y me levanto como toda la gente de mi edad, como robocop, hasta que no llego al cubo de café me muevo como un robot antiguo", ríe, constantemente, "pero en la cabeza me veo como siempre, como un niño".

Por este orden: sexo, droga, rock, abstemia, playa, gimnasio y biografía pendiente

Otro grande de Cádiz, en este caso historiador de la cultura popular, publicó un amago. Cuadernos de ropavieja, de Javier Osuna, ya incluía pasajes y anecdotario de la vida del presidente de la Alta Dimensión de Cádiz. De hecho, presentaron juntos el libro en unos actos que se convirtieron en auténticos descojonamientos colectivos. Pero en esa obra hay referencias a varios artistas de distintos estilos. Cualquier conversación con Antonio Reguera permite fantasear con la idea de que su asombrosa vida sea resumida, si es posible, en una biografía propia, monográfica. Si también la firmara Osuna, el triunfo del gaditanismo no gadita sería absoluto.

"Miguel Ríos me pegó una bronca impresionante porque canté antes que él y, decía, demasiado bien"; "Teddy Bautista me llamó un mes seguido al Isecotel para ser guitarrista en Jesucristo Superestar, el musical, que me habría cambiado la vida pero no pudo dar conmigo. No había móviles y no me avisaron"; "Me cruzaba con Matías Prats hijo cuando empezaba en los pasillos de Antena 3 y le decía si quería un canuto antes de presentar el informativo, el pobre se espantaba"; las sensaciones al escuchar tantas noches en directo a Jesús de la Rosa y Chano Domínguez; las confidencias de Alejandro Sanz; los primeros surferos de Cádiz; todos los políticos, y sus familias, de todos los colores antes y después de Franco... El reguero de Reguera es infinito. Es un anecdotario con piernas y melena. Ha sido testigo directo, protagonista desde el escenario, más que en primera fila, de 50 años de la cultura popular española. Su listado es inabarcable por cantidad y calidad de los mencionados.

A todos esos nombres se une la experiencia propia, una vida de película. Nacido en una familia bien de Cádiz, se escapó en cuanto pudo camino del mal. El tópico sexo, drogas y rock&roll se encarna en el músico y humorista gaditano. "He cometido miles de excesos, miles, todos los imaginables, excepto heroína y homosexualidad, porque no me dio por ahí. Me llegan a gustar los hombres y, conociéndome, hubiera ido detrás de 20 soldados al día. De todo lo demás, barbaridades. Duele recordar a tantos amigos que se quedaron en el camino".

Reguera tuvo suerte. Genética y mental. Le llegaron el temor o la hartura a tiempo. Igual que la música, la abstemia apareció sin que nadie le dijera nada, sin motivo aparente. "De un día para otro lo dejé todo. Las drogas, todas, hace ya más de 30 ó 35 años. Luego, hará unos 15 o así, el alcohol. Igual, un día dejé de beber del todo y ya está. No echo nada de menos. Estoy tan limpio que cualquiera podría confundir mis dorsales con una patena y comer sobre ellos", dice con su lenguaje propio. Eso sí, se nota que ha conocido el agujero porque recuerda una regla básica: "Si has sido alcohólico o drogadicto alguna vez, con un sólo segundo, con una cosa que te tomes un solo día, vuelves al punto aquel, a dónde estabas, al boquete. Ya lo dice Anthony Hopkins, si lo fuiste una vez lo eres para toda la vida".

De aquel Antonio Reguera con un bar oscuro en Bahía Blanca, escala diaria de la bohemia y el golferío del Cádiz de los 90, quedan las bromas constantes sobre la droga y el recuerdo de los que tuvieron menos fortuna. "Por meditar, por hablar con uno mismo, porque yo no creo en nada, voy al Medinaceli todas las semanas. Pero no los viernes, que hay mucha gente y me la dan mortal".

Además de ese encuentro particular, desde hace ya casi tres décadas, sus rutinas diarias son las opuestas al descontrol: "Hay cuatro cosas que hago todos los días si no hace muy mal tiempo, tender en la azotea e ir a la playa, no entiendo a los que sólo la disfrutan en verano", también sin falta, ir al gimnasio y tocar la guitarra.

Mientras alguien se decide a empezar la biografía (tendrá que preparar unos discos duros de los gordos para tanta grabación), sus admiradores tienen la ocasión de disfrutarlo en directo, como siempre, en sus minigiras. También ahora, a los 75 años, en su "mejor momento".

 

Sobre el autor

Afot

José Landi

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