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Tres treintañeros toman el sol del medio día en un parque. No parece que tengan mucho que hacer más allá de hablar de sus cosas. A escasos metros, un rebaño de ovejas pasta. En la esquina de la calle, en el bar de Paqui, no hay nadie a quién atender en la barra ni en el coqueto comedor, aunque en la cocina la olla de berza está casi lista para aquel que se acerque hasta allí. Se podría decir que los escasos 600 vecinos de Mesas de Asta, a 11 kilómetros de Jerez, viven tranquilos. Incluso demasiado.

 

Desgraciadamente, la barriada rural sigue viviendo al margen de un tesoro que sigue sin ver la luz. En lo alto del cerro, a diez metros de altura sobre las casas, descansa lo que se presupone que es uno de los mayores yacimientos arqueológicos no sólo de la provincia de Cádiz, sino de Andalucía. Pero Jerez, como otras muchas veces, parece empeñada en darle de lado a su historia y a su patrimonio. Por eso, Asta Regia, a diferencia de otras ciudades como Baelo Claudia o Itálica, sigue durmiendo el sueño de los justos, a pesar de estar declarada como Bien de Interés Cultural desde el año 2000. “Esto podría darle mucha riqueza a la barriada, es una pena”, lamenta el delegado de alcaldía, José Antonio Fernández, cuando se le pregunta por el yacimiento y todo lo que ello conllevaría: autobuses cargados de turistas a diario, rutas a caballo, tiendas, bares… Lamentablemente, la finca donde reposa Asta Regia, una ciudad asentada sobre 42 hectáreas que vio pasar durante siglos a tartesios, fenicios, turdetanos, romanos y árabes, sigue siendo de propiedad privada. De momento, su actual propietario con el cual éste medio quiso hablar, sin éxito, no quiere ni oír hablar de realizar allí excavaciones y mucho menos de vender los terrenos si desde las administraciones no llega una oferta que le satisfaga.

 

Lo poco que se conoce de Asta Regia se lo debemos al que fuera director y fundador del museo arqueológico, Manuel Esteve, gracias a sus trabajos entre 1942 y 1956. A pesar de lo poco que pudo hacer debido a la precariedad con la que se trabajaba entonces, Esteve consiguió aportar un poco de luz y descubrir valiosos restos que dan a entender la importancia que tuvo en su día Asta Regia, algo que por otra parte ya se intuía merced a lo que de ella escribieron historiadores griegos y romanos entre los siglos I y III después de Cristo. Buena parte de esa importancia la daba también el estratégico enclave de Asta como ciudad costera, con todo lo que ello conllevaba en cuanto a comercio, en tiempos en los que el mar llegaba hasta la propia Jerez.

 

De hecho, hoy día todavía se aprecian miles de restos fósiles de conchas a los pies de la finca donde se asienta el yacimiento. Pero no sólo del mar, y del cercano Guadalquivir, vivía la ciudad. “Además de ser una población costera, hacia el interior la campiña es muy rica en productos cerealísticos. Siempre se ha hablado que el granero de Roma era la Bética, y de aquí salieron muchas toneladas de trigo y de aceite hacia el Imperio”, señala el arqueólogo Antonio Sántiago Pérez, uno de los que mejor conocen Asta Regia y un firme defensor de su puesta en valor. Sobre qué se podría encontrar bajo tierra, señala que en principio, dependiendo de dónde se excavase “podríamos encontrar estructuras islámicas más antiguas que las de Jerez. Pero claro, la ocupación islámica tampoco sabemos si ocupaba toda la mesa”. Así y todo, los mayores restos que se encontrarían sin duda serían los de época romana. “Se constituyó una ciudad en toda regla con todos los equipamientos urbanísticos que requería una ciudad. Cardus maximus, Decumanus maximus, Foro, zonas de acuartelamiento, de hábitat, templos… Es decir, una ciudad de la importancia de Baelo Claudia o de la misma Itálica”.

 

Un expolio permanente

 

Acceder a la finca donde se asienta Asta Regia es bastante sencillo. La valla que rodea sus más de 40 hectáreas, aún con espinos, es fácilmente salvable para cualquiera con un poco de agilidad. Y si no, siempre se puede encontrar algún tramo roto que no requiera ni la habilidad de pegar un salto. Los carteles que indican el yacimiento y aquellos otros que prohíben el paso no son impedimento para aquellos que, armados con detectores de metales, buscan cualquier pieza que les pueda reportar una valiosa recompensa en el mercado negro de objetos históricos. Sólo hace falta buscar un poco en algunas páginas de Internet para encontrar desde monedas bien conservadas a 40 euros la pieza, hasta figuras de dioses que alcanzan los seis mil euros. Eso por no hablar de lo que se puede encontrar en algunos mercadillos.En la barriada afirman que hace ya tiempo que nadie de allí se aventura a pisar el terreno donde se asienta el yacimiento por miedo a ser multado. “El Seprona te cruje como te pille”, afirma el guardia de la finca. Eso sí, todos recuerdan al padre Fidel , el antiguo párroco de Mesas de Asta, que hizo una pequeña colección en su domicilio merced a sus paseos por la finca y a los regalos que le hacían los vecinos. Desde monedas hasta baratijas, pasando por figuritas e incluso un sarcófago de plomo. Nada del otro mundo, pero desde luego, buena muestra de que Asta Regia ha sido vulnerable desde hace décadas.

 

Ahora, más que los vecinos curiosos, son profesionales del expolio, de cualquier punto de Andalucía, los que se acercan hasta allí, preferiblemente de noche, para buscar piezas. “Son mafias que conocen los sitios y las debilidades de los yacimientos e incluso para ellos es como una especie de juego, intercambiándose información. Les da igual la historia, y tampoco son coleccionistas. Ellos van a por el objeto material para poder vender”, explica Antonio Santiago, que también apunta al abandono  como otra manera de destrucción del yacimiento.  “Hay numerosas cárcavas que cortan el cerro, y luego está el tema de la agricultura. Allí se sigue cultivando y arando, y eso provoca estragos sobre todo en los estratos más superficiales, que corresponden a la etapa de ocupación califal. Todas esas actuaciones se podrían evitar, pero no están controladas, y eso está desmejorando lo que algún día nos pueda aportar Asta Regia”.

 

La arqueología como necesidad social

 

Son muchas las voces que hablan de la necesidad imperiosa de sacar Asta Regia a la luz, y no sólo por el aliciente eminentemente histórico y cultural, sino por la riqueza que ello generaría. Sin salir de la provincia, Baelo Claudia, cuatro veces más pequeña que Asta Regia, recibe anualmente una media de 140.000 visitantes. Y ni que decir tiene lo que significa Itálica para el pueblo sevillano de Santiponce. Así que, visto lo visto, hace falta preguntarse por qué Jerez aún no ha sabido explotar un tesoro de este calibre, sobre todo en estos tiempos en los que tanto se habla del turismo como fuente de empleo. Ya en la primera etapa de Pacheco en la alcaldía se trató, de manera más o menos seria, de trabajar en la expropiación de los terrenos en los que se sitúa el yacimiento. Quizás en esa época de bonanza se perdió la verdadera oportunidad de haber logrado ese objetivo que se podría haber retomado en 2000, cuando la Junta declaró Asta Regia como Bien de Interés Cultural.

 

Sin embargo, la administración autonómica no adquirió la parcela, y ya eso fue una mala señal. Desde 2000 a esta parte se ha oído en varias ocasiones la necesidad de comprar los terrenos –el propio Pacheco, cuando estuvo al frente de la extinta Gerencia de Urbanismo- , y de revitalizar el entorno por parte de los gobiernos de Pilar Sánchez y de García-Pelayo e incluso desde la patronal hostelera Horeca. Pero la realidad es otra bien distinta y parece que, o no hay verdadero interés o se piensa en invertir el dinero en otros menesteres.

 

Pero en este sentido, tanto Antonio Santiago como el también arqueólogo  Juan Francisco Sánchez Bonilla consideran que comenzar a darle vida a Asta Regia, y sobre todo empezar a generar empleo y riqueza, no tiene por qué convertirse en algo caro o ligado a su expropiación. Así, proponen “dar una vuelta de tuerca” al asunto y “no preguntarnos  sobre qué podemos hacer por Asta Regia, sino qué puede Asta Regia hacer por nosotros”. “Mesas necesita un impulso que reactive la zona, y hay actuaciones que sí se podrían hacer dentro de esta política de ‘no tenemos dinero’. Desde la propia administración local, el Ayuntamiento podría tener iniciativas sin costes. Aquí tenemos un museo arqueológico y tenemos arqueólogos profesionales que trabajan, con lo cual no hay un gasto extra. Y tenemos trabajadores de Infraestructuras que podrían perfectamente formar una cuadrilla y adecentar las excavaciones de Esteve con el control de un arqueólogo. Yo creo que en cuestión de unos meses las excavaciones de Esteve, que actualmente están llenas de vegetación, podrían adecentarse y eso serían pequeños pasos que se podrían dar para establecer un proyecto de investigación futuro, cuando se pueda y sea de titularidad pública. Hay muchas cosas que se pueden hacer antes, pero nunca dejar Mesas como está”.

 

De otro lado, Juan Francisco Sánchez comenta el gran potencial del entorno y de hecho presentó hace unos años un proyecto dirigido no sólo a recuperar la zona, sino a generar empleo en Mesas de Asta. Desde su punto de vista, una de las primeras cosas que se podrían plantear es “un centro de interpretación, rutas por la campiña e incluso incentivar la recuperación de cortijos que están en los alrededores, de los siglos XVIII y XIX”. También proyectó una acción conjunta con el museo arqueológico, ya que éste cuenta en su gran mayoría con piezas prcedentes de Asta Regia. “Sería darle vida al museo, que los visitantes pudieran visitar el lugar dónde se encontraron las piezas”. Así y todo, esto último sería más complicado hasta que no se expropiara el yacimiento o el propietario diese su consentimiento.Mientras eso ocurra, sobre Asta Regia seguirá cayendo una maldición que sólo las administraciones pueden romper. Falta saber si con las elecciones a la vuelta de la esquina se retoma el interés político por el yacimiento. Ya saben. En campaña todo es posible.

 

NOTA: lavozdelsur.es quiso contar para la elaboración de este reportaje con la directora del museo arqueológico, Rosalía González. Tras dos semanas de contactos con el Ayuntamiento, no hemos tenido respuesta alguna.

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Jorge Miró

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