Esperanza activa en tiempos inciertos

Agarrarse a la realidad sin viajar al pasado, ni tampoco en exceso al futuro: si conseguimos sentirnos bien en el presente, es mucho más probable que programemos un horizonte más saludable y optimista

Esperanza activa en tiempos inciertos.
Esperanza activa en tiempos inciertos. Miguel Parra

Probablemente sabemos mucho sobre cómo alterar el paso del tiempo. Tanto para ralentizarlo como para acelerarlo. Hay momentos en la vida en los que el tiempo vuela. Por ejemplo, cuando lo estamos pasando bien; en otros, el tiempo parece no transcurrir.

Quizás no lo sepamos, pero disponemos de los recursos para conseguir una cosa u otra. Lo mismo podemos permitirnos que pase el tiempo más lentamente cuando nos sintamos bien o en un estado de tranquilidad. Igual tienes la clave, tienes la experiencia, ese aprendizaje que ya forma parte de tu repertorio de conductas, para lograrlo. Si lo conseguiste en el incierto 2022  probablemente lo seguirás poniendo en práctica en este nuevo año.

Curiosamente para mucha gente el confinamiento temporal por la Covid-19 fue una experiencia de desconexión positiva, un tiempo de paz mental, de estar con la familia. En cambio, para otras fue un verdadero infierno, un antes y un después en sus vidas. ¿Cuál fue la verdadera realidad?  

Queda claro que en algunos aspectos el pasado 2022 ha dejado una huella de desasosiego que ha calado en lo más profundo de muchos ciudadanos. Una política con auge ultraderechista, la guerra en Ucrania y sus efectos colaterales en las sociedades, una consolidación de eterna pandemia, un cambio climático que sigue mostrando su indignación a modo de catástrofes naturales, el desarreglo de la sanidad pública o la generación millennial y centennial, y sus problemas para conseguir un futuro digno, pueden ser algunos ejemplos de un pasado año lleno de injustas sombras de otros  tiempos difíciles.

Pese a todo, hemos celebrado con normalizado clamor el Bienvenido 2023. Pero qué podemos esperar de un año que promete un continuo de tanta complejidad, ambigüedad e incertidumbre. Nada está escrito, por lo tanto, todo es posible.

No cabe duda de que del 31 de diciembre al 1 de enero nada se altera, pero aun así, no es posible estar seguros de cómo será 2023 simplemente por este temprano curso. Pero, ¿qué podemos hacer para sentirnos más razonablemente tranquilos, a pesar de este enturbiado pronóstico? Madeleine L’Engle escribió: “El verdadero optimismo sólo brilla en las tragedias”. 

Y es que la realidad puede estar condicionada por el célebre dicho según el cual la diferencia entre un optimista y un pesimista consiste en el hecho de que, ante una botella que contiene una determinada cantidad de vino, el primero afirma que está medio llena y el segundo que está medio vacía. La realidad de primer orden es la misma para ambos; pero sus realidades de segundo orden son diferentes y sería totalmente inútil tratar de establecer quién tiene razón y quién está equivocado. Nuestra percepción sobre la realidad influirá mucho en cómo la afrontamos. El psicólogo, filósofo y teórico Paul Watzlawick entiende que “la creencia de que la propia visión de la realidad es la única realidad, es el más peligroso de todos los delirios”. 

Probablemente el primer propósito a tener en cuenta para este nuevo año sea, aprender a tomar consciencia del presente. Si conseguimos sentirnos bien en el presente, es mucho más probable que programemos un futuro más saludable y optimista. No es necesario olvidar el pasado, ni es sano quedarnos anclados en él, pero sí aprender de esa experiencia. Tampoco es bueno irse demasiado al futuro, ya que esto nos puede conducir a la ansiedad. De hecho, si supiésemos lo que va a ocurrir dentro de media hora, seríamos multimillonarios. Así que mejor deja tu mente aquí. Uno de los maestros del mindfulness, Jon Kabat-Zinn, mantiene que “sólo hay una cosa que realmente habitamos y que tiene todo el potencial imaginable: el momento presente”.

Por lo tanto, con nuestras mejores intenciones vamos a pararnos y reflexionar en el presente para llevar a cabo una planificación de objetivos realistas, alcanzables. Cabe afirmar que para la consecución de lo programado es muy importante poner en práctica la fuerza de voluntad con actos de voluntad. Las cosas no se hacen solas.

Si quieres poner este año en práctica hábitos saludables como dejar de fumar, hacer deporte, cuidar tu alimentación o planificar mejor tu tiempo, tu vida, realiza un plan de acción, comprueba si merece la pena. Mira cómo vencer esos obstáculos que hay en tu camino para la consecución de estos saludables objetivos. Pero recuerda, la buena voluntad no sirve para nada sin actos de voluntad.

No sería bueno quedarse pensando en que las cosas que esperas ocurrirán antes o después. “La esperanza es el peor de los males, pues prolonga el tormento de los hombres”, auguraba Nietzsche. Pongamos en práctica la esperanza activa y no la pasiva. Una esperanza activa es cuando el individuo se moviliza, realiza actos para no acomodarse en la desidia que depara el destino. Tomemos conciencia y reconozcamos que la acción muchas veces genera inspiración y la inactividad más inactividad. Una esperanza pasiva sería aquella en la que nos vislumbramos en un futuro mejor porque nos entregamos a un destino de posible optimismo, sin garantías de realidad, y con el riesgo de que  mientras el tiempo pasa y pasa, podemos perder el sentido de nuestro objetivo, adentrándonos en una especie de anestesia mental donde ya sólo nos queda no desesperanzarnos mientras permanecemos en el acomodo de la esperanza.

Poner en práctica una Esperanza Activa hará que las acciones influyan en los pensamientos y emociones, tanto, como estos influirán sobre las primeras.

Si podemos aprender a reestructurar la visión del mundo viendo cómo es, nos ayudará a tener una nueva visión de éste. Sería como una nueva construcción, otra ficción, pero más útil y menos dolorosa (e igual de realista).

En un estudio de la Yeshiva University de Nueva York se detectó un rasgo común en la mayoría de las personas centenarias. Su hipótesis concluyente se basaba en que los individuos más optimistas y que gestionaban mejor sus dificultades viven más años y con mejor salud que el resto. Uno de los rasgos de personalidad de estas personas era que sabían relativizar los problemas y sacar un buen partido de los pequeños placeres de la vida.

No es necesario olvidar el pasado, ni es sano quedarnos anclados en él, pero sí aprender de esa experiencia

Emprender con fuerza y entusiasmo actos para resolver o mejorar los problemas, servirá para demostrarnos que podemos soportar los aspectos irremediables que tengamos. Esta será  la mejor prueba de reconocer que somos capaces de manejarlos y vivir con las dificultades que escapan a nuestro control. Recuerda, la acción conduce a la experiencia; la pasividad al aburrimiento. Tomar iniciativas convenientes en relación al futuro te permitirá estructurar tu vida, y por tanto estar menos excesivamente preocupado por ésta. 

Para vivir más razonablemente tranquilos y felices, también es saludable mantener o cultivar nuevos hobbies. ¿Cuál es el suyo? ¿Le gusta el deporte, el deporte combativo? (este viene muy bien para echar fuera la ira, las presiones. El pádel o el fútbol estarían bien para ello, entre otros.) ¿Le gusta la música? ¿Cine? ¿Socializar? ¿Realizar senderos en la naturaleza?, ¿Viajar? Si le apasiona alguno, ni se le ocurra abandonarlo, porque estos ayudan a combatir el estrés, las tensiones habituales del día a día. Estas actividades producen en nuestro cerebro un aumento en los niveles de neurotransmisores como la serotonina y endorfinas que producen un efecto placentero en nuestro cuerpo y mente, en nuestro ánimo. 

Y no se empecine queriendo disfrutar de lo que no tiene, pues no es posible. Si sabe mirar bien, cada día, delante de sus ojos, seguro que tiene un tesoro del que sí que puede disfrutar. Agárrese a ello, agárrese a la realidad, no viaje al pasado, ni tampoco demasiado al futuro  —sobre todo, si lo que vislumbra en él son hipótesis dramáticas o catastróficas sobre la vida—.

Aprenda a ser más realista, dé una pincelada de optimismo en su parcela más íntima, aprenda a ver la botella medio llena. No espere a que las cosas tengan que ser de otra forma. Muévase, ponga en práctica la esperanza activa y la buena voluntad con sus actos de voluntad, para que esas cosas que deseas, quiere controlar o realizar, ocurran. Tome conciencia del presente, aprenda a mirar lo que hay en él: vívalo, permítase disfrutarlo. 

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