jornaleros_boniatos05.jpg
jornaleros_boniatos05.jpg

En el caso concreto de Jerez, más allá de la concreción del brandy y el vinagre de Jerez como denominaciones de calidad, a esa apuesta por la agroindustria le ha faltado contenido.

En una de sus últimas novelas, El mapa y el territorio, el escritor francés Michel Houellebecq fija la desaparición del último trabajador industrial en Francia para la próxima década de los años 20. Como siempre hace, diciendo las cosas serias con un punto entre cínico y pesimista pero sin abandonar el humor, el actual malote de las letras francesas viene a constatar algo que todos sabemos y que se resume en que Occidente se ha convertido en demasiado caro para poner tornillos. Como quiera que los personajes de la novela siguen disfrutando sin problemas de los vinos, quesos y foies inevitables en la dieta —y la vida social— del país vecino, es un hecho que Houellebecq, sin decirlo, salva de esa situación apocalíptica a la industria agroalimentaria de su país y, por descontado, a sus trabajadores, al tratarse de denominaciones de calidad ligadas a territorio. Francia se puede llevar la producción de Renault al este de Europa, al norte del Magreb, pero no sus quesos.

No sé cómo verá la situación de Andalucía el escritor francés —que hay que recordar que pasa largas temporadas en Almería— pero es interesante hacer una comparación con Francia. Es un hecho que a los sueldos actuales —el salario mínimo en España es la mitad que en el vecino del norte— todavía se pueden (se podrían, para ser más exactos) seguir poniendo tornillos en Andalucía, por seguir con el ejemplo, y también es un hecho empírico que Andalucía no tiene el conocimiento, la capacidad tecnológica y de innovación que Francia. Entonces, y es ahí donde les quiero llevar, ¿qué tienen en común Francia y Andalucía, independientemente de las recetas políticas que apliquen? Pues que para los gobiernos de ambas la industria agroalimentaria es prioritaria, con especial atención a la ‘realeza’ de esta industria, las denominaciones de calidad. Y las denominaciones de calidad, la actividad económica y el empleo que generan, pueden subir o bajar… pero son para siempre. Y para siempre es mucho.

Champagne, Burdeos, Camembert, Roquefort… son nombres que desde hace siglos están en el imaginario de occidente como símbolos de calidad y savoir vivre. Desde su principio, la Junta de Andalucía comprendió que la industria agroalimentaria es clave para la economía de la comunidad, por lo que hizo suya la defensa de nombres con un hueco en el mundo a la altura de los franceses arriba citados, caso de Jerez-Xérès-Sherry o Jamón de Huelva, y también por el paulatino ascenso de otros nombres a este pequeño olimpo, donde son evidentes las posibilidades sobre todo del aceite (Segura, Mágina, Baena, etcétera) de calidad andaluz.

Pero en el caso concreto de Jerez, más allá de la concreción del brandy y el vinagre de Jerez como denominaciones de calidad, a esa apuesta por la agroindustria le ha faltado contenido. ¿Cuánto hace que en Jerez se habla de que su futuro es la agroindustria? ¿Veinte años, treinta? ¿Cuánto hace que se acuñó el término ‘Marca Jerez’ para que el nombre de la ciudad y su prestigioso vino arroparan de alguna forma a otros productos de la campiña, sin que haya habido actuaciones concretas al respecto? ¿Quince? ¿Qué contenido se le ha dado a esa buena idea? Ninguno, realmente no ha pasado de ser una ocurrencia afortunada. ¿Cuánto tiempo se ha perdido con que si el Parque Tecnológico Agroalimentario (PTA) lo controla el Ayuntamiento o lo controla la Junta?

Y lo cierto es que a lo largo de las dos últimas décadas se han ido asentando las bases para que Jerez tenga ese ansiado desarrollo agroindustrial, caso del plan de modernización de los regadíos del Guadalcacín, con una gran renovación de infraestructuras obsoletas por las que además se perdía una ingente cantidad de agua, o el mencionado desarrollo del propio PTA, un proyecto heredado del antiguo Centro Agroindustrial Integrado (CAI), que fue una apuesta personal y con presupuesto finalista de Miguel Arias durante su primer paso por el Ministerio de Agricultura. También, en la medida de sus posibilidades, los distintos gobiernos que se han ido turnando en el Ayuntamiento de Jerez han tenido al sector agroindustrial entre los máximos beneficiarios de ayudas y subvenciones.

En definitiva, en una zona con un paro como el que soporta Jerez, siempre se tiene la sensación de que nada es suficiente, pero es un hecho que se han producido importantes inversiones que no terminan de tener reflejo en la actividad económica de la ciudad, porque al final, de lo que se trata es de que se establezcan y/o se creen nuevas empresas, algo que no ha ocurrido. Ni ha habido grandes iniciativas a partir de agricultores de la zona —bien como empresas bien como cooperativas— tal y como ha pasado en otras zonas de España, ni tampoco grandes empresas transformadoras han sentido por ahora la necesidad de venir a Jerez.

Y ahí es donde debería entrar la ‘Marca Jerez’, conseguir entre todas las Administraciones que la ciudad, la comarca, reúna el suficiente atractivo para atraer y materializar inversiones para este sector. Generar algo diferente, diferenciado, por lo que la gente esté dispuesta a pagar un plus. Un nombre, en definitiva. Un nombre al servicio de un objetivo, que no es otro que conseguir que el máximo del valor añadido se quede en la zona y a partir de dicha actividad puedan crearse cientos, miles de empleos, en la comarca. Hay que seguir trabajando para que esas ‘patatas de Jerez’, ‘brócoli de Jerez’, ‘tomates de Jerez’ o incluso ‘algodón de Jerez’ dejen de ser productos anónimos en el mercado y tengan realmente ese apellido ‘de Jerez’, lo que significaría que buena parte de su manipulación, envasado y posterior comercialización se realice desde Jerez, bien sea desde el PTA, bien desde cualquiera de los parques empresariales existentes o por desarrollar. Ese es el objetivo. El objetivo es que Michel Houllebecq o sus personajes puedan disfrutar dentro de una década de una sabrosa Ratatouille (verduras y hortalizas horneadas, similar al pisto o la escalivada) a base de productos que lleven el nombre —con todo lo que hemos visto que hay detrás— de Jerez.

Sobre el autor:

btJPX1dv_400x400

María Luisa Parra

...saber más sobre el autor

Archivado en:

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Lo más leído