Más de 40 años del “boom” de las pelucas de Monna Lisa, el negocio que abrió una emprendedora en Jerez

La peluquera Milagros Díaz montó esta tienda en los 70 cuando este artículo estaba de moda y, años más tarde, se convirtió en una empresa especializada en productos de peluquería y estética que continúa al cargo de sus hijos Fernando y Miguel Casas

Paco y Elisabeth con las pelucas en el interior de la tienda Monna Lisa de Jerez.
Paco y Elisabeth con las pelucas en el interior de la tienda Monna Lisa de Jerez. ESTEBAN

Rulos, cepillos, secadores…. La creatividad también se refleja en el pelo. Un sinfín de looks que la tienda de productos de peluquería y estética Monna Lisa de Jerez empezó a ofrecer allá por los años 70 cuando por las calles se veían pelucas de mil colores. “Había un boom, la gente se las ponía como un complemento en la forma de vestir”, explica Fernando Casas, de 56 años, el jerezano que regenta junto a su hermano Miguel, de 47, el legado que dejó su madre a través de Casas Promociones Peluquerías.

Una mujer emprendedora, Milagros Díaz, en una época marcada por la moda de las pelucas como un atuendo estético, decidió montar la primera tienda en la calle Medina, 28. Tras estudiar peluquería, la jerezana, que no llegaba a los 30 años, lanzó este proyecto y empezó a vender pelucas de la franquicia Monna Lisa, nombre con el que bautizó al local. “La gente, en vez de ir a la peluquería y cortarse el pelo o cambiar de color, se ponía una peluca y ya está”, comenta el propietario frente a una estantería de productos que le resultan familiares. Cuando era pequeño, mientras estudiaba, siempre echaba una mano a su madre.

Años después, la tienda se trasladó a la calle Santa María, 15, un espacio más amplio en el que preparó una sala de peluquería además de continuar con posticería. Fernando recuerda que “con el tiempo, la peluquería no funcionaba como era deseable”. Por ello, Milagros optó por cerrarla y poner en liquidación todos los productos y materiales de los que disponía en el negocio. Pronto, las peluqueras se acercaron para comprar los objetos de segunda mano. Fue en ese instante cuando la jerezana vio una posibilidad de negocio y en 1980 puso en marcha la primera tienda de la provincia de Cádiz especializada en peluquería.

Elisabeth colocando un turbante a un maniquí.
Elisabeth colocando un turbante a un maniquí.   ESTEBAN

Con el tiempo, Monna Lisa siguió prestando atención a las cabelleras al cargo de Paco y Pepi, familia que la mantuvo alquilada durante décadas. Poco a poco, se fueron introduciendo más marcas de distribución en exclusiva. “Al principio había dos marcas nada más pero ahora hay mogollón”, explica Fernando que detalla la historia del negocio donde ha crecido. Él comenzó a trabajar en la tienda en 1992, cuando pidió excedencia para dedicarse de lleno a este mundo. “Estaba muy vinculado y le veía futuro”, reconoce. Han pasado casi 30 años desde que el jerezano tomara las riendas desde la antigua bodega Palomino y Bergara, a la que se trasladó por aquel entonces.

La tienda permaneció en esta ubicación hasta que, tras la jubilación de Pepi y Paco, los propietarios decidieron volver a la calle donde vivió sus primeros años. Así, apostaron una vez más, por el centro de la ciudad, y en febrero de 2020 abrieron una Monna Lisa “más grande y moderna”.  Fernando entra en una sala repleta de cabezas de maniquí que lucen distintas pelucas largas, cortas o con mechas. En su interior se ponen prótesis capilares, extensiones y pelucas hechas a mano con pelo natural. “Yo me acuerdo de que cuando era chico la gente venía con unas cajas con una cabeza dentro que tenía puesta la peluca”, expresa el propietario que también menciona al antiguo secador con el que se lavaban y cuidaban. “Todo por estética”, dice.

Paco preparando una peluca en Monna Lisa.
Paco preparando una peluca en Monna Lisa.   ESTEBAN

"Las pelucas están muy estigmatizadas, no es como antiguamente"

Pero hoy en día, desgraciadamente, ya no son un adorno de moda. La mayoría de las personas que las utilizan presentan enfermedades capilares o están sometidas a tratamientos citostáticos o de quimioterapia. Paco Cordero, de 30 años, es el profesional que se encarga de atenderlas en este salón. “Hoy en día las pelucas están muy estigmatizadas, no es como antiguamente, que actrices como Concha Velasco y las vedettes las pusieron de moda”, comenta el peluquero que ya lleva 5 años en la posticería y tras cerrar su negocio se sumó al equipo de Monna Lisa. El joven crea cada pedido con sus propias manos, “si retrocedemos en el tiempo, yo sería el artesano que le hacía las pelucas a los faraones egipcios”, explica. Después de trabajar con la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) y organizar desfiles benéficos, Paco pone su alma en satisfacer a los clientes a los que también ayuda a elegir turbantes hipoalergénicos y pañuelos. “Para mí es una oportunidad de seguir formándome porque esta tienda ha estado toda la vida vendiendo pelucas”, añade.

A lo largo de los años, Monna Lisa ha palpado la transformación que se ha producido en el sector. Fernando y Miguel la han visto con sus ojos, aunque aseguran que “la peluquería ha cambiado muy poco”. Por sus cabezas pasan las modas que vienen y van, los colores o los cortes de pelo. “Antes tu cogías una carta de color y había 15 colores y ahora tienes 140”, exponen. Según manifiestan, ahora se llevan los tonos pastel e incluso blanco. Echando la vista atrás, el hermano mayor menciona los artículos innovadores que dieron un giro al catálogo.

Los profesionales muestran las pelucas del local.
Los profesionales muestran las pelucas del local.   ESTEBAN

“En peluquería, los productos revolucionarios han sido el tinte con amoníaco y la permanente en frío, y en estética, el cambio de la depilación tradicional con cera al uso de la luz pulsada o láser. Ya lleva prácticamente 15 años en el mercado, parecía que al principio no había mucha confianza en él y llegó para quedarse”, señala junto al mostrador del local en el que se encuentra Elisabeth Canca, de 35 años, atendiendo a una señora que acaba de entrar.

Ella es una de las 40 personas que trabajan en total en las tiendas de Monna Lisa localizadas en Algeciras, la Línea y Ceuta. Desde el interior del local de la calle Santa María, Elisabeth se dedica a la venta y asesoramiento al público general y a centros o academias de peluquería y estética. Fiel defensora de la “venta-consejo”, la portorrealeña afincada en Jerez se encarga de resolver las dudas de los clientes. “¿Qué me pongo para tener el pelo ondulado?”  “¿cómo me hago un alisado?” son algunas, aunque, según la trabajadora, los productos más demandados son los tratamientos capilares y los tintes de color.

Elisabeth colocando algunos productos en la estantería.
Elisabeth colocando algunos productos en la estantería.   ESTEBAN

La profesional empezó en marzo, unos diez días antes de que decretaran el estado de Alarma. “Estaba formándome para profesora de la Junta, pero no había cursos y no salían”, comenta. Elisabeth está encantada con la acogida que ha tenido en la tienda donde “nos centramos en dar un servicio personalizado, siempre pregunto para qué necesitan los productos”. La peluquera y esteticista también montó su propio negocio “del que aprendí muchísimo”, pero tras convertirse en madre decidió probar suerte en el lugar donde ella misma compraba el material para su local. “Yo era clienta de ellos”, añade.

Aunque la pandemia ha hecho de las suyas y alteró los horarios comerciales, esta tienda que nació en Jerez sigue adelante con mucha ilusión. “Las peluquerías abrieron muy fuerte a primeros de mayo, fue un desmadre de ventas de productos. Claro, todo el mundo estaba que no había ido en dos meses”, destaca Fernando que durante el confinamiento donó 15.000 guantes al hospital. Este comercio local, de los de toda la vida, con más de 40 años entre pelucas y tintes, resiste.

Sobre el autor:

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Patricia Merello

Titulada en Doble Grado en Periodismo y Comunicación audiovisual por la Universidad de Sevilla y máster en Periodismo Multimedia por la Universidad Complutense de Madrid. Mis primeras idas y venidas a la redacción comenzaron como becaria en el Diario de Cádiz. En Sevilla, fui redactora de la revista digital de la Fundación Audiovisual de Andalucía y en el blog de la ONGD Tetoca Actuar, mientras que en Madrid aprendí en el departamento de televisión de la Agencia EFE. Al regresar, hice piezas para Onda Cádiz, estuve en la Agencia EFE de Sevilla y elaboré algún que otro informativo en Radio Puerto. He publicado el libro de investigación 'La huella del esperanto en los medios periodísticos', tema que también he plasmado en una revista académica, en un reportaje multimedia y en un blog. 

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