Hace dos años y medio que Carmen Espejo ya no saluda a la clientela habitual desde su sillita. "Aun incapacitada venía todos los días aquí al centro e iba todos los sábados a la peluquería. No fallaba", recuerda hoy su hijo Ladislao Rodríguez Espejo, actual propietario de la histórica Joyería Dogma, que en 2021 cumplirá su centenario. "Hay veces que entro y veo a mi madre ahí sentada", incide con voz cortada. Falleció a los 93 años. Una mujer dura y con donaire que cada día se acercaba a su joyería para darle vida y conversar con sus amigas. "¡Hombre, Carmen!", le decían muchas personas mayores. Desde hace unos años y, recientemente desde hace dos meses, la Joyería Dogma ha tomado un nuevo rumbo, un relevo generacional, ya que a día de hoy es la cuarta generación de la familia Rodríguez la que pasa por el negocio para "echar una mano" y en un futuro, quién sabe, continuar con la tradición.

Tradición que en 1921 forjó Ladislao Rodríguez, natural de Madrid y abuelo del ahora dueño de Dogma. "No llegué a conocerlo, falleció años antes de que yo naciera, de ahí que me llamaran como a él", explica el menor de seis hermanos de la familia Rodríguez Espejo. Su padre, Ricardo Rodríguez Rama, tampoco le habló mucho de él, pero sí guardó enmarcado el documento que autoriza la apertura de 'La Joyita', como en un principio se dio a conocer la Joyería Dogma. Se diría que poco conserva Ladislao de su abuelo, pero qué mejor manera de honrar su recuerdo que continuar con lo que él un día emprendió. El madrileño erigió un pequeño comercio de relojería, platería y óptica en la calle Doña Blanca una década antes de que estallara la Guerra Civil. Pero su "imperio" no quedó ahí, también abrió otros establecimientos en la calle Lancería, Medina y en la plaza Esteve, comercios que fue repartiendo a tíos y hermanos para así, construir un sustento para su familia. A los pocos años, en 1935, su primogénito cogió las riendas de su primer negocio y en 1985 sus tres nietos: Ricardo, Antonio y Ladislao Rodríguez.

"Nosotros tres hemos mamado esto desde pequeños y somos los que hemos querido continuar con la joyería", expone Ladislao, quien explica que sus tres hermanas prefirieron estudiar carreras universitarias, a excepción de la mayor, quien estuvo un tiempo detrás del mostrador hasta que se casó. Ricardo, el mayor de los hermanos, fue quien se quedó como encargado una vez que su padre le cede el testigo. Y viendo que el negocio daba sus frutos, en la década de los 80 el mediano de los hermanos, Antonio, inauguró la joyería San Francisco, en homenaje al edificio adyacente, la iglesia de San Francisco. Las joyas, apesar de ser un artículo lujo, se vendían bien, hasta que empezaron a florecer más y más competencia, junto al nacimiento de los nuevos centros comerciales de la ciudad. "Si hoy la gente viene aquí es porque busca nuestra profesionalidad, pero la gente de paso ya no entra", detalla Ladislao.

Lo que hoy es una joyería repleta de vitrinas llenas de oro y plata, en un principio fue un pequeño local especializado en relojería. "Pero mi hermano Ricardo se dio cuenta de que arreglando relojes no se ganaba dinero, entonces decidió introducir la venta de joyas", señala Ladislao. Hasta hace 45 años el mostrador del local se encontraba a varios metros de la puerta y hasta hace siete no existían vitrinas en el interior del local. Dogma ha evolucionado sin perder su esencia y se ha actualizado. Si bien continúan sonando los relojes de cuco como antaño, la joyería también vende de manera online desde 2014. "Si la gente joven no entra apenas, tendremos que hacer algo".

Son, junto a la ferretería La Tijera, uno de los comercios más antiguos de la ciudad, sin olvidar que también han conseguido sobrevivir a la crisis económica de 2008 ofreciendo artículos que no son bienes básicos. "Sufrimos bastante con la crisis. Nos ha repercutido, pero hemos salido adelante al diversificar el negocio y al alquilar algunas propiedades que tenemos". Ricardo Rodríguez ha sido el propietario de Dogma hasta hace apenas unos meses. Ya jubilado, su hermano pequeño, Ladislao, es quien está hoy al frente del negocio junto a sus tres hijos: Álvaro, Ricardo y Gonzalo. El primero es licenciado en Económicas y Empresariales, el mediano en Dirección Hotelera y el pequeño en Marketing y Comercio. Los tres han ejercido su oficio durante varias temporadas y alguno está empleado. No obstante, cada mañana abren Dogma a eso de las nueve y media para ayudar a su padre a llevar el negocio adelante. "Es una empresa que ya funciona y quieras o no, es un trabajo familiar estable", comparte uno de ellos.

Mientras Álvaro limpia unos pendientes de plata con nácar, una señora espera a que Ladislao traiga su reloj. "Me lo llevo puesto, que lo he echado mucho de menos", apunta la mujer. "¿Más que al marido?", bromea el encargado. "Hombre a mi marido lo veo cada día, pero esto lo miro a cada instante", bromea. Al hablar de la historia de la Joyería Dogma mientras los cuatro despachan a la clientela, algunas evocan imágenes, recuerdos ligados a dicho establecimiento. "Yo tengo una esclava de soltera que me regaló mi marido que es de aquí", comenta una señora con una amplia sonrisa. "Yo recuerdo a tu padre ahí", dice otra. "Esto es un negocio puramente familiar. Aquí viene a comprarnos la nieta que antes venía con su abuela o bisabuela", comenta Ladislao. Por el momento, aseguran que continuarán con el negocio, sobre todo porque tienen la mirada puesta en celebrar el centenario de 'La Joyita'.

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Claudia González Romero

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