Nieves no corre por la arena de Sanlúcar como el resto de perros que se cruzan al atardecer. Nieves pasea en carrito y con una mantita rosa. Y con la dignidad tranquila de quien sabe que todas las miradas son suyas. A su lado va Cari, empujando el carro y repitiendo como un mantra orgulloso: "Mi niña, qué guapa está". La escena, que podría parecer un sketch, es real y tiene testigos: el equipo del programa Patas arriba y Mar Vega, su presentadora, que al verla no puede evitar exclamar: "¡Pensaba que era una perrita!". No lo es, es una conejita en la playa.

La conejita tiene tres años y llegó a la vida de Cari "para darle amor y felicidad". Y lo ha conseguido. "Es como mi bebé", dice sin ironía. No es una frase hecha: la cuida, la cepilla a diario, la lleva al veterinario y controla con mimo su alimentación, basada en heno, verduras frescas y fruta variada. Tiene gustos claros: le gustan los piquitos y se vuelve loca por las peras conferencia. Las otras, ni caso.

Una conejita que no salta del carro

El carrito no es postureo ni excentricidad. Es comodidad, seguridad y rutina. "No salta de ahí, no se mueve del carro", explica Cari. El aprendizaje ha sido paciente, a base de refuerzos suaves y pequeños premios. Tanto, que Nieves acepta el paseo con una calma que ya quisieran muchos humanos un domingo por la tarde.

Nieves, Cari y Mar Vega, en 'Patas arriba'.
Nieves, Cari y Mar Vega, en 'Patas arriba'.

Cuando toca, Cari la saca y la deja caminar por la arena. "La sacamos mucho. Cuando vamos a comer a algún sitio, la llevamos. Donde dejan entrar animales", cuenta en el programa. La coneja vive suelta en casa y solo entra a su recinto para dormir. Incluso tiene hábitos higiénicos bien definidos: "Para hacer pipí se va al cuarto de baño. Eso se consigue con paciencia y con cariño". No hay truco, solo vínculo y constancia.

Una vida entre animales

Cari ya había convivido con animales antes: un caniche, un loro, periquitos. Los animales siempre han formado parte de su vida, en buena medida por herencia emocional. "A mi madre le encantaban los animales, era muy buena persona", recuerda. A su loro Niko lo disecó cuando murió, para seguir teniéndolo cerca. El apego, en su caso, no entiende de especies.

"Es lo mejor de mi vida, lo mejor que he tenido. La quiero mucho, es como mi niña", dice Cari mientras acaricia a Nieves. Mar Vega lo resume sin necesidad de adornos: es tanto lo que Nieves le aporta a Cari que resulta difícil explicarlo con palabras. A veces la vida aprieta fuerte y deja heridas profundas, como la muerte de una madre. En ese proceso, una conejita en carrito, paseando por la playa de Sanlúcar, puede convertirse en ancla, compañía y consuelo.

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Míriam Bocanegra

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