Todo el mundo lo conoce como Omar, el doctor Omar, como si el apellido de su enorme familia palestina fuese su nombre español. Pero no, es Fayez Abu Omar (Jerusalén, 1947), palestino de Jerusalén que lleva cerca de 60 años en España, pero que no ha faltado ni un año a su tierra y a su gente hasta el pasado 7 de octubre de 2023, cuando Israel declaró la guerra a Gaza tras los ataques de Hamas y el secuestro de 251 personas. “Mis hermanos me han dicho que es mejor que no vaya”, dice.
Y en esa afirmación, la impotencia se palpa. Él es un ejemplo más de la diáspora palestina que ha provocado que generaciones enteras hayan salido de su país. Porque la guerra no empezó el 7 de octubre. De una familia con posibles y de las más grandes de Jerusalén, Fayez vino a estudiar a España Medicina con 19 años. Terminó la carrera en Sevilla e hizo la especialidad en Madrid. Franco acababa de morir y él empezó a trabajar en un hospital con el nombre del dictador, pero, muy pronto, vio que la vida de la capital no le convencía y pidió el traslado a Jerez. Ahí empezó su aventura gaditana que lo ha llevado a trabajar como ginecólogo en Jerez, El Puerto —donde vive— y más de 30 años en Cádiz, entre Vargas Ponce y el Hospital Puerta del Mar.
En plena residencia médica, volvió a Jerusalén a ejercer su profesión con carácter voluntario para obtener una cédula de identidad. “Yo soy palestino, nacido allí, con orígenes remotos de allí y tuve que pedir permiso al Gobierno de Israel para que me diera un documento de identidad que, por supuesto, es distinto al de los israelíes. Es muy fuerte”, lamenta. Comenzó a trabajar en un hospital israelí y “me tuve que marchar, por la humillación a la que me sometieron; no te respetan, no te escuchan, te ignoran, no eres bienvenido”. Pudo acceder al Hospital de la Media Luna Roja de Jerusalén y durante un año trabajó en la maternidad del hospital atendiendo a mujeres palestinas.

“Con mi carné de identidad, me volví a España para terminar mi residencia y, afortunadamente, aquí me respetaban y me querían mucho”, rememora. Casado con una jerezana, Asunción, enfermera, en el año 1984 pusieron rumbo los dos a Jerusalén a montar una maternidad. “Mi familia me animó a volver a Jerusalén y trabajar allí. La idea era montar un hospital de día para los palestinos, una maternidad. Somos nueve hermanos y hay varios médicos en la familia. Conseguimos levantarlo a pesar de las trabas y problemas que nos pusieron, pero solo pudo funcionar unos pocos meses. Estaba destinado a la población palestina de Jerusalén, Belén, Hebrón, Ramallah, pero cerraron el paso de esas ciudades a Jerusalén y ya no venía gente. Asun montó todo el paritorio, el nido, la zona de enfermería, pero todo se fue al garete”.
"Estoy superagradecido a España"
Volvieron cerca de un año después y “me habían guardado mi puesto en el Hospital de El Puerto. Yo estoy superagradecido a España y a todos mis compañeros”. Su nacionalidad española es lo que le ha permitido ir todos los años a Jerusalén. “Tengo cuatro hijos y desde que son pequeños hemos ido a que conozcan sus orígenes, su familia palestina y lo que pasa en mi país”.
Y aun con pasaporte español, “me han humillado y amargado la vida cada vez que he entrado en mi tierra. Te preguntan un montón de cosas, te ponen pegas, para qué viene, qué va a hacer. Una de las veces, les dije, oigan, vengo a mi casa. Esta es mi casa”. Fayez hace una pausa y recuerda una anécdota que ilustra a la perfección esa humillación constante de la que habla. “Mi hija pequeña tenía una alergia a los pañales y solo había una marca que no le provocaba sarpullidos, así que decidimos comprar dos paquetes aquí en España por si allí teníamos problemas para encontrarlos. Al entrar, los soldados nos contaron las maletas, los bultos, y eran seis. Cuando nos volvíamos, me pararon: usted ha entrado con seis bultos, ¿dónde está el sexto? Me gritó. Si quiere le devuelvo la mierda, le dije”. También, “otras palabras feas en español y mi mujer me pedía que me callara, pero no podía aguantar tanto”.
"Dicen que Dios les prometió la tierra de Palestina como si Dios fuera un notario"
Iban siempre en verano y cuando se enteró de que su padre estaba enfermo, viajaba a Jerusalén cada quince días. Y otra vez lo mismo. “A pesar de mi pasaporte español, veían que era palestino y me paraban, me sentaban, me interrogaban. Ya, hasta contestaba yo las preguntas sin tener que hacérmelas porque me las sabía. Es una humillación exagerada al pueblo palestino”.
Pero ahora, “es un genocidio puro, mientras Europa mira hacia un lado y los países árabes, permanecen callados. Eso es lo que me duele más. Es una vergüenza”. “En tiempos de Palestina, antes de 1917, solo el 2% de la población eran judía, eran palestinos judíos y aquí vivíamos todos. Luego llegaron judíos de toda Europa, América, Europa del Este, Rusia. El sionismo quiere expulsar a los palestinos de Palestina y se han acogido a la religión cuando, en realidad, es un movimiento ateo. Pero ellos dicen que hace miles de años, Dios les prometió la tierra de Palestina como si Dios fuera un notario. ¿Quién puede creerse esa propaganda? En Europa, los europeos están dejando de creer eso. La gente ya se está dando cuenta quiénes son y la barbaridad que están haciendo”. Es más, “cuando la gente dice que los judíos son el pueblo más inteligente, yo niego la mayor, son los más torpes, porque están siendo utilizados por América y Europa que quieren que exista Israel para dominar todo el Oriente Medio. ¿Tú te crees que es lógico que un país tenga a sus hijos en el Ejército, siendo reservistas toda la vida y en guerra? ¿En qué cabeza cabe eso?”.

Y, ¿la violencia de Hamás? “Es que hay que ir al origen. ¿Por qué existe la violencia de Hamás? Una vez, en Toledo, un estudiante de periodismo me preguntó qué pasaba en Palestina y le dije algo muy sencillo: gente extraña entra en tu casa, te echa y te da una tienda de campaña para que malvivas en una esquina, mientras ellos se quedan con tu casa. Eso es lo que han hecho con los palestinos. ¿Tú qué harías? Nos han echado y la violencia institucional de Israel ha sido y es mucho más dura y continua. Desde la masacre a Der Yassin en 1948 al fanático sionista de Netanyahu. Su padre escribió un libro donde explica cómo eliminar a los palestinos”.
Entonces, ¿la paz? “Es muy difícil porque aquí entra la política y los intereses y porque ha llegado un punto que esto es, ellos o nosotros. No los judíos, sino los sionistas. No va a haber paz hasta que no se vayan los sionistas. Lo que queremos es un país donde vivan los judíos, los musulmanes y los cristianos con gobiernos democráticos y que se llame Palestina. Palestina existió siempre, hace miles y miles de años. Israel, desde 1948. Yo siempre querré volver a mi país y que podamos vivir en libertad”.
Con cuatro hermanos repartidos entre Estados Unidos, Escocia, Jordania y Egipto, Fayez tiene otros cuatro en Jerusalén. “Ellos están algo más seguros que los palestinos de otras zonas, pero lo están pasando mal y no salen de casa apenas. Y yo, mal desde aquí y temiendo por ellos”. Por eso, hace un llamamiento a gobernantes y a la población, “a que sean conscientes de lo que está pasando, que no miren hacia otro lado”.
Y con su tono pausado, pero contundente, responde sin ningún género de dudas. “¿La esperanza? Siempre existe para el pueblo palestino. Quieren eliminarnos, pero no van a acabar con nosotros”.