De Grazalema a Zahara por el Puerto de las Palomas.

Entre las carreteras secundarias de la provincia nuestra preferida es, sin lugar a dudas, la que une Grazalema y Zahara por el Puerto de las Palomas. A nuestro juicio, muy pocas carreteras se merecen más el calificativo de “paisajística” que la CA-9104, que une estas dos poblaciones serranas después de recorrer algo más de 14 kilómetros subiendo al puerto de mayor altitud de la provincia, el de las Palomas, de 1.189 metros. El hecho de ser una carretera de montaña obliga a circular por ella a velocidad moderada lo que añade sin duda un mayor atractivo a nuestra ruta. Y es que, en esto de los viajes, compartimos la opinión de que “recorrer pausadamente el territorio a ritmo constante y regular permite llegar a una especie de armonía con el espacio" (1).

El trazado de la carretera sigue, en muchos de sus tramos, la huella de los antiguos caminos de herradura que unían estas dos poblaciones serranas (Vereda de La Camilla, Camino de las Lomas, Camino del Pinar…), atravesando una de las zonas más montañosas y abruptas de la serranía y abriéndose paso por las laderas rocosas de la Sierra del Pinar, Las Lomas y Monte Prieto.

A pesar de las precauciones que exigen sus tramos más sinuosos, la CA-9104 constituye un itinerario privilegiado desde el punto de vista paisajístico. En este sentido, el recorrido de esta infraestructura viaria se caracteriza por ofrecer significativas panorámicas sobre destacados ámbitos y referentes paisajísticos de las provincias de Cádiz y Málaga, entre los que destacan las sierras de Grazalema, Ronda y las Nieves. 

El ascenso y posterior bajada del Puerto de las Palomas constituyen en términos escénicos los puntos álgidos del recorrido, ofreciendo al observador destacadas panorámicas sobre el embalse de Zahara, las moles calizas de la Garganta Verde o las sierras de Algarín y Malaver” (2).

Nos gusta esta “carretera con encanto” tanto si la recorremos de Grazalema a Zahara -disfrutando de las vistas de la Ribera de Gaidovar y de las Mesas de Ronda en el ascenso-, como si lo hacemos desde Zahara a Grazalema. En este caso, no deja nunca de sorprendernos, al iniciar el recorrido, sus empinadas rampas contra las que se miden los ciclistas (3), su trazado serpenteante por la ladera de la montaña, donde se divisan a lo lejos, como un muro almenado, los quitamiedos encalados que nos recuerdan a una “muralla china” en miniatura.
Y es que, si los paisajes que se ofrecen al viajero son excepcionales, la propia carretera es también una obra singular, bien integrada en su entorno. Así se juzga en la mejor publicación sobre carreteras y paisaje afirmándose de ella que su trazado es especialmente respetuoso con los condicionantes impuestos por la topografía. Sus características geométricas y de diseño de los movimientos de tierras y los elementos constructivos (muros de contención, barreras rígidas) favorecen la incorporación de la carretera a los distintos ámbitos escénicos con los que interactúa a lo largo de su recorrido. 

No obstante, en determinados tramos, fundamentalmente los que serpentean por las vertientes más abruptas, la presencia de los pretiles encalados de mampostería o los muros de contención encachados que sostienen lateralmente la plataforma remarcan la presencia de la carretera en el conjunto de la escena (2).

Una carretera con historia

Grazalema, que llegó a ser conocida como 'Cádiz la Chica' en los tiempos en los que contaba con 8.000 habitantes y sus mantas eran conocidas en todo el país, vio como a mediados del siglo XIX su industria artesanal comenzó a decaer, entre otras razones, por la competencia de los telares catalanes y las grandes limitaciones que la orografía imponía para la salida de su producción a los mercados provinciales y nacionales. Ginés Serrán Pagán ha planteado en diferentes trabajos (4) como la falta de una red de comunicaciones adecuada y los elevados costes del transporte tradicional, se encuentran también en la base del declive industrial de Grazalema durante la segunda mitad del siglo XIX. Y es que en esa época, más allá de los caminos de herradura que la unían con los pueblos de su entorno, ninguna carretera llegaba aún hasta esta localidad serrana, como describen, con todo detalle Luis Ruiz Navarro y Diego Martínez Salas en un magnífico artículo sobre los antiguos caminos de Grazalema (5).

No es de extrañar por ello que la gran aspiración de los grazalemeños durante décadas fuese la construcción de un enlace con la carretera de Jerez a Ronda, en la zona del puerto de Montejaque. La Memoria de la Diputación provincial de 1886, ya da cuenta de la conclusión de los estudios para su realización y casi veinte años después la Revista de Obras Públicas informa como dan comienzo las obras de esta carretera, en 1905, dentro del Plan de Obras Extraordinarias destinadas al “auxilio de la crisis agraria y alivio de la clase obrera” (6). Las conexiones por carretera con el resto de poblaciones colindantes (Villaluenga, El Bosque, Benaocaz, Ubrique y Zahara) tendrían que esperar todavía varias décadas.
En el caso concreto de la carretera a Zahara por el Puerto de las Palomas, existe el mito de atribuir su construcción -como el de otras obras públicas singulares y “antiguas”- a la época de Primo de Rivera. Sin embargo, hemos de decir que, aunque no tenemos datos fehacientes del momento exacto de su inicio ni de su finalización, esta carretera fue realizada por tramos a lo largo de casi cuarenta años. Un testimonio de primer orden lo aporta el ingeniero de minas y geólogo Juan Gavala Laborde quien en su Descripción Geográfica y Geológica de la Serranía de Grazalema (1917) se lamenta de la escasez de vías de comunicación entre los pueblos de la sierra gaditana: “En la actualidad sólo tres de estos pueblos están enlazados por carreteras a la red general: El Bosque, Ubrique y Grazalema... En El Bosque  termina una carreta que arranca de Arcos, y en Grazalema termina otra que parte de la de Jerez a Ronda en el Puerto de Montejaque.” En relación a la carretera que nos ocupa, este autor aporta valiosas referencias sobre las que se encuentran en proyecto y las que han iniciado ya sus obras: “En construcción se encuentran otras varias. La que arranca de la de Jerez a Ronda frente a Zahara, y que pasando por este pueblo seguirá hasta Grazalema, está casi terminada hasta el Puerto de los Acebuches. Esta carretera pasará en su día por el puerto de Las Cumbres y seguirá hacia el Puerto del Boyar para enlazar con otra proyectada entre Grazalema y El Bosque, pasando por las huertas de Benamahoma” (7).

A decir de Gavala, ese primer proyecto inicial hubiese hecho trazar la carretera por el Puerto de las Cumbres –no por el de Las Palomas- siguiendo el trazado del Camino de las Lomas. En todo caso nos apunta un dato de gran interés: en 1917 ya está casi concluido el acceso hasta elPuerto de los Acebuches. Entendemos que en las obras de este primer tramo primarían también los intereses de los grandes propietarios de fincas forestales y, en especial, los de la Dehesa de El Pinar, donde se talaron miles de pinsapos que no pudieron después sacarse de la zona por falta de caminos adecuados (7). Esta carretera era vital para acceder a la citada finca y queremos pensar que la explotación del bosque de pinsapos, iniciada en la década de los 20 del siglo pasado, se salvó por la lentitud de las obras.

La carretera: un riesgo para el pinsapar

Sea como fuere, lo cierto es que durante los años siguientes no se deja de trabajar en la carretera que ya está “casi terminada” a juzgar por el testimonio que nos aportan los ingenieros de montes Luis Ceballos y Manuel Martín Bolaños, cuando en 1928 visitan la Sierra de Grazalema en los trabajos de campo de elaboración de su Estudio sobre la vegetación forestal de la provincia de Cádiz, que vería la luz en 1930. En el capítulo dedicado al estudio de los pinsapares, elogian la decisión del Estado de adquirir las masas forestales de la Sierra de las Nieves en Ronda y escriben que “no han faltado plumas que aboguen por que se haga lo mismo con el del “Pinar”; se fundan en que se visita con menos molestias, que se reducirán todavía mucho con la carretera, hoy casi terminada, enlace de Grazalema con Zahara por Monte Prieto, ruta que al facilitar los transportes da más valor a la madera, y por tanto, constituye un serio peligro, en el actual estado de nuestra legislación, para conservar ese arbolado que pertenece a una propiedad particular” (8).

Esta preocupación por los posibles efectos negativos de la carretera sobre la futura explotación del pinsapar es también compartida, unos años después, por el entomólogo forestal A. Barbey. Nieto del célebre botánico Edmond Boissier (quien catalogó para la ciencia el pinsapo), visita el pinsapar a finales de la década de los 30. En 1931 publica su libro A travers les Forêts de Pinsapo d´Andalousie, en el que aporta valiosas pistas sobre la carretera al puerto de las Palomas que se halla en construcción en su tramo inicial. Camino del Puerto de las Cumbres para acceder al pinsapar, Barbey sale de Grazalema y escribe: "...sobrepasadas las últimas casas de Grazalema, se llega a una cantera a lo largo del camino en plena construcción. Averiguamos que esta nueva arteria, de carácter estratégico, parece destinada a enlazar Grazalema con Zahara. Nuestros colegas, los Sres. Ceballos y Bolaños, no están tranquilos frente a los posibles efectos desastrosos que podría conllevar la creación de esta calzada que debe pasar al pie de Monte Prieto, o sea, no muy  lejos de la base del pinsapar del Pinar. Es innegable que la excentricidad de este macizo y la extrema dificultad de extraer de él los producto leñosos, han asegurado su conservación” (9).
En la década de los 30, la carretera no estaba aún concluida. Así se desprende del relato que Ramón Fiol, médico jerezano y ateneísta, hace de una excursión en automóvil por la Sierra de Cádiz desde Jerez. Tras un alto en Grazalema después de visitar Ubrique, Benaocaz y Villaluenga, prosigue el viaje hacia Zahara, al no haber otra alternativa, por la carretera que conduce al Puerto de Montejaque: “Son las cinco de la tarde. Por aquellas alturas no molesta el rigor de nuestro Padre Helios, y por tanto, tomaremos puesto, de nuevo, en las entrañas de nuestro 'monstruo de acero', que cauto y fiado en el poder de sus frenos, descenderá de Grazalema hacia la bonita gruta de la Virgen de Lourdes que veremos al pasar y llegaremos después de 13 kilómetros por la sierra del Endrinal, de pintorescas perspectivas a la carretera general de Jerez a Ronda en su kilómetro 99” (10).

La carretera a Zahara por el Puerto de las Palomas continúa en obras y progresaba a duras penas. Así, por ejemplo, en 1933 se paraliza su construcción por una huelga de obreros. En diciembre de ese mismo año “se aprobaba el proyecto reformado de la carretera de Grazalema a la de Jerez por Zahara, trozo primero, con un adicional de 117.000 pesetas” (11).

Durante los 40, terminada la guerra, prosiguen los trabajos que se concluyen a comienzos de los 50. El célebre antropólogo inglés Julián A. Pitt-Rivers quien entre 1949 y 1952 realizó prolongadas estancias en Grazalema (para las investigaciones de campo de su conocido libro “Un pueblo de la Sierra” que publicaría en 1954) da pistas claras de que la carretera a Zahara por el Puerto de las Palomas todavía no está terminada y que para llegar hasta esta localidad serrana hay que dar un gran rodeo por el “valle” (la Ribera de Gaidovar): “Zahara está a sólo 16 km. de Grazalema en línea recta, pero por carretera hay más de 30, pues desciende el valle, rodea el pie de la montaña y luego sube a Zahara” (12).
Uno de los primeros testimonios escritos del recorrido completo de esta carretera lo aporta el geógrafo francésJean Sermet, quien visita a comienzos de los 50 distintos rincones de la geografía andaluza en preparación de su libro La España del Sur, cuya primera edición se publicará en Francia en 1953. Sermet, quien deja también recuerdo en sus escritos del puente viejo de Zahara, parte de esta población hacia Grazalema por una carretera recién “estrenada” y escribe: “Una carretera de vértigo parte de Zahara y, suspendida en balcón cerca de la cumbre de la montaña, conduce en catorce kilómetros hasta Grazalema, pueblo completamente blanco, de calles empinadas, en el seno del macizo subbético que lleva su nombre” (13). Ya no cabe ninguna duda: nuestro viajero ha tenido el privilegio de ser de los primeros en pasar por el Puerto de las Palomas a bordo de su automóvil, aunque en su camino la vegetación es escasa y se aprecian aún las cicatrices de la obra, como atestiguan las imágenes aéreas que se tomarán poco después, en el conocido Vuelo Americano de 1956, y donde la carretera se muestra ya en su actual trazado.

Si ustedes aún no conocen esta carretera paisajística, esta auténtica “carretera con encanto”, no dejen de recorrerla, deteniéndose en sus miradores. Y si ya han tenido la suerte de transitarla y de disfrutar de las vistas y del paisaje, ya saben que la primavera es el mejor momento para repetir el paseo. Que ustedes la disfruten.

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Jorge Miró

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