Un lustro sin la fábrica de botellas: "Cuando una multinacional dice esto se cierra, se cierra"

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Cinco años han pasado desde aquel 4 de septiembre de 2009 fatídico para el tejido industrial de la ciudad. Ese día, el comité de empresa de Vicasa Jerez recibió la amarga noticia que nadie se esperaba: La fábrica de botellas de la ronda de los Alunados, la de las tres míticas chimeneas, tenía los días contados. Nadie la esperaba porque pocos meses antes la multinacional anunció su intención de llevar a cabo un nuevo proyecto industrial a las afueras de la ciudad, que fue aplazado poco antes de dar el cerrojazo a la fábrica que ya existía. "Fue un impacto total. Todo el mundo estaba tan eufórico que llegamos a hacer una fiesta en la fábrica para celebrar que se iba a construir un horno con más capacidad en la periferia de Jerez", rememora Antonio Alba, quien fuera presidente del comité de empresa de Vicasa en Jerez. Alba recuerda amargamente el día que les comunicaron el cierre: "Hacía una calor agobiante el día que fuimos. Nos habían avisado desde el sindicato de Madrid que nos iban a dar una mala noticia. Pensábamos que nos decían que no hacían el nuevo horno. Te puedes imaginar la cara que se nos puso a todos... No nos levantamos por vergüenza".

Ese día comenzaron una ronda de movilizaciones que no cesó hasta el cierre, el 26 de noviembre a las 6:00 horas. En el preciso momento en el que las chimeneas de la factoría dejaron de echar humo se puso fin al último reducto del desnutrido tejido industrial de la ciudad. No se conocen en Jerez movilizaciones tan masivas como las que lideraron los trabajadores de Vicasa, que se resistieron con uñas y dientes al cierre de una fábrica con 114 años de historia. "Cuando una multinacional dice que esto se cierra, se cierra", comenta resignado Nicolás Gago, uno de los extrabajadores de la fábrica. Junto a sus compañeros Juan Carlos Andrades, Gabriel Alconchel, Francisco Ligero y al ya mencionado Antonio Alba, repasa cómo vivieron los últimos días de la factoría en la ciudad. Se repite una palabra para definir la situación: "Traumática". Y es que cuentan que eran como "una gran familia". De hecho, todavía quedan todos los miércoles para ponerse al día y no perder el contacto.

"Los resultados económicos eran los mejores del grupo. El rendimiento era el mejor, se vendía todo el producto... ¿Cómo se cierra una empresa que tiene beneficios?", se pregunta todavía Antonio Alba. Entonces se pusieron manos a la obra y el 29 de septiembre convocaron una manifestación de las más masivas que se recuerdan en la ciudad los últimos años. Aunque se muestra orgulloso de la lucha que protagonizaron, el carácter guerrillero de Alba le hace lamentarse: "Por mucho que luchamos no pudimos convencer a la multinacional para que se echara para atrás, aunque más fríamente luego hemos pensado que si no llegamos a ser tan bravos peleando no hubiéramos salido así. Las condiciones fueron bastante aceptables". De los 125 trabajadores de la fábrica, casi medio centenar se prejubiló, una treintena fueron trasladados a la fábrica de Alcalá y 40 se quedaron en Jerez, en el centro logístico al que quedaron reducidas las instalaciones de Vicasa.

Más de 40 años de su vida dedicó Juan Carlos Andrades a Vicasa. "Empecé en instrumentación y automatismo, en la parte de vidrio frío", cuenta al empezar la conversación. Andrades recuerda con nostalgia sus inicios y los mejores años de la fábrica. "En 1970 había alrededor de 980 personas trabajando. Más una lista de 300 eventuales que era rotativa. Trabajaban 6 meses, cobraban desempleo 18 meses y a los seis meses entraban otros 300", explica. Tantos trabajadores se dedicaban a decorar las botellas de Casera o de cerveza, que en lugar de llevar etiquetas iban pintadas. "Eso absorbía mucho personal", cuenta. La automatización de la fábrica fue haciendo que poco a poco se fuera reduciendo la plantilla y aumentado la producción: "Terminamos haciendo un millón de botellas diarias, 130 por minuto".

Para Andrades, como para el resto de sus compañeros, el cierre fue "traumático". E incide en la gran relación que tenían entre ellos. "Nos hemos llevado 40 años trabajando y estás con una persona ocho horas de noche, un domingo, un festivo, unas navidades… Es muy traumático tener que dejar la familia y tener que trabajar en Feria o Semana Santa". Juan Carlos no es el único miembro de su familia que ha trabajado en Vicasa. "He sido de las pocas personas que ha echado los dientes en la fábrica. Mi padre estuvo trabajando, mi madre cuando se quedó viuda entró como limpiadora, yo estudié FP gracias a una de las becas de fábrica..."; "A mí me llaman mañana y me voy a trabajar otra vez", dice sin pensárselo.

La familia de Gabriel Alconchel también está muy ligada a Vicasa. Su padre, su abuelo, su tío y su hijo también escribieron una pequeña parte de los 114 años de historia de la factoría en la ciudad. Alconchel prefiere no centrar la conversación en él, sino en "las personas que no tienen nada", y lamenta las consecuencia para otros trabajadores indirectos de Vicasa: "Había una mancha laboral que abarcaba gran parte de Jerez". Y no se olvida del apoyo que tuvieron durante sus manifestaciones: "Quiero agradecer al pueblo de Jerez que salió a la calle y nos apoyó. Fue muy emotivo. A la gente se le movió el corazón", recuerda. "Hago hincapié en los que no tienen nada y en mis compañeros que todavía están rebotando. Hay uno que lo mandaron a Alcalá y al año y medio para Zaragoza. Se compró un piso y todo y lo tuvo que dejar… Hay muchos traumas, por lo que nosotros (los prejubilados) nos podemos dar con un canto en dientes".

Su compañero Francisco Ligero se prejubiló in extremis. Cumplió 55 años (la edad mínima por aquel entonces) el mismo mes que les anunciaron el cierre. Ligero hizo el camino inverso a alguno de sus compañeros. Él vino desde Alcalá tras cuatro años en la factoría sevillana y estuvo 34 años en Jerez. La decisión de Vicasa "nos dejó en fuera de juego", comenta Nicolás Gago. "Ese día, cuando llegó el comité de Sevilla, en sus caras se leía todo, el golpe tan grande que nos habían dado". "La fabrica de Jerez ha sido desde siempre la más reivindicativa del grupo. Durante una huelga hemos abandonado el mantenimiento, que algunos compañeros de otras fábricas se ponían las manos en la cabeza cuando les contamos esto", comenta. Miembro del comité durante 14 años, durante las negociaciones con la empresa lo pasó bastante mal. "Es como el que está en el banquillo, sufre más que el que está jugando". Y destaca la labor del comité en los últimos días de la fábrica: "Cuando representas a 125 padres de familia tienes una responsabilidad muy grande, aunque hemos estado representados de la forma más digna", algo con lo que coinciden el resto de compañeros. Aunque también apunta que "esta multinacional no tira a la gente a la calle, no nos han dejado desamparados". ¿Qué futuro le depara al centro logístico que permanece en la ciudad? Gago lo tiene claro: "Tiene los días contados".

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Francisco Romero

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

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