La comparsa de Tino Tovar, que anuncia su despedida de las tablas por un tiempo, se impone en la décimosexta noche de concurso. 

El tiempo es eso que pasa mientras esperas que algo pase, es verdugo y vida, trenes y libros, mareas y lunas, madres y niños. El tiempo es relativo. Viaja a diferentes velocidades según quien maneje el timón. En Carnaval el tiempo se detiene, como la ropita tendía en un lavaero o las noches de guardia en una botica. Transcurre lentamente, como las tardes de melodías callejeras y lienzos en blanco. El tiempo descansa en un banco del parque, junto a una pareja de viejecitos que contemplan el devenir bajo la sombra de los árboles. A veces se queda paralizado, como las nubes del cielo de Cádiz con el viento en calma. Y todo eso que pasó hace tantos años resuena en nuestra memoria al oír una guitarra, como si de ayer mismo se tratara. El reloj nunca se para, pero hay canciones que estacionan para siempre en nuestros oídos a pesar de ese eterno tic-tac que nunca cesa.

En La esquinita De San Fernando hay una confluencia de voces enfrentadas. Serios problemas de afinación los de este coro. Un primer tango de presentación que concluye diciendo que no les quitarán las ganas de volver a cantar. Vaya. Segunda letra para Andalucía, "que es valiente y no echa las culpas de sus penitas a nadie de fuera". Cuplés de coro y un estribillo para cantar en la calle, donde no hay ninguna duda de que estarán. Los problemas de afinación se mantienen durante toda la actuación, las voces no están bien empastadas y los finales se van de tono. Mucho trabajo por delante el que le queda a este coro si quiere dejar de encabezar la lista por el final. Juan Fernández regresa con un tipo submarino con Dios salve a la reina. No son caballeros, sino caballas. Traen una presentación caletera que sufre la estridencia de la voz de Guillermo Cano. ¡Ojo!, que no es que cante mal. Momo me libre de afirmar algo así. Simplemente, digamos que tiene un timbre de voz que no encaja bien en las comparsas. En ninguna. Piropo a Cádiz desde el propio tipo en la primera letra. Segunda para la madre de su hija por traerla al mundo. Poco más que reseñar del resto del repertorio. Después de Sal Fermín, que nos deleitó la semana pasada, llega otra chirigota desde Aracena. La generación del flequillo ‘Palante’ no levantamos cabeza se estrena sobre las tablas. Se confirma, por el acento, que Aracena hace frontera con Vigo. Una idea un tanto pobre para desarrollar una chirigota. Son adictos al móvil, sin más. Casi como ir de altos, sin más.  Primer pasodoble para Manolo Cornejo. Segunda letra para para el correo ordinario. Les han faltado unos dieciocho meses más de ensayo. Esta chirigota estaba bien en la calle, era innecesario pasar al teatro. Por respeto al respetable, valga la redundancia.

La nueva comparsa de los Majaras llega con mucha fuerza. Juan sin miedo deja claro de dónde vienen desde el principio del repertorio. Una presentación potente y una música de pasodoble muy dulce, de esas que se mecen solas. La primera letra es para Antonio Rico Segura, Pedro el de los Majaras, que este año no preside la fila delantera de la comparsa. Recuerda cómo le pedía a la comparsa que supieran mantener su sello. La segunda letra es un dramón gordo de un domingo de Ramos lluvioso, con giro final para la hipocresía de los cofrades. Sobresalen demasiado las voces agudas por encima del resto, y esto rompe un poco la estética del pasodoble. Un estribillo bonito y un popurrí que toca varios temas que se pierden de nuevo entre la estridencia de algunas voces.

Si comienzan con un secuestro a Miguel Ángel Fuertes y a Manzorro, no seremos nosotros quienes les llevemos la contraria. Son Campeones por cojones. Buenos puntos en la presentación. Primera letra que comienza en tono humorístico  acabando en una crítica a la situación laboral muy bien hilada. La segunda para los límites del humor, con buenos puntos también en su desarrollo. Primer cuplé para la equipación de España, que finaliza con Albert Rivera que “na más que ve rayas”. Segundo para los móviles nuevos, con el desbloqueo con la mirada. Bien rematados los dos, y un estribillo coreado por el público. El popurrí quizá sea la parte que más flojea en algunas cuartetas, pero en términos generales sorprendió gratamente. Esperamos escucharlos de nuevo. Tic-tac, Tic-tac. “Yo soy el tiempo”. Gran presentación e imponente puesta en escena. Una exquisitez tanto por las voces como por la pluma de Tino, como de costumbre. La primera letra para la lucha del propio autor que vuelve a apostar por una idea compleja, un año más, porque siempre merecerá la pena. La segunda para su niño, que se pone el tipo con la misma ilusión cada año. La música del pasodoble acaricia cada una de las notas. Los cuplés no están malotes para ser de comparsa, con estribillo precioso como colofón. Popurrí un poco repetitivo, pero con algunas cuartetas muy bonitas. Destaca sobre las demás la última, en la que el autor anuncia su despedida por un tiempo.

Y como de costumbre, una joyita para el final. Lo mío es mío y lo tuyo es tuyo, pero lo mío es mejón (los envidiosos). El tipo no hay por dónde cogerlo. Curioso pasodoble contra el enchufismo muy enmarcado en el tipo. La segunda letra va contra los homenajes póstumos. En el primer cuplé se van a borrar del PP porque llevan gastado en entierros "todo el dinero de las comisiones". En el segundo ligan con una gijonesa por internet. Remate de pelo. Cantan todo el repertorio acelerado. En el teatro se han quedado sus familiares. Y unos servidores, porque no teníamos más remedio.

 

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Estefanía Escoriza

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