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Vecinos de Torremelgarejo, a apenas unos metros del Circuito, critican la decisión tomada hace años de cerrar el acceso a la barriada rural por convertir la calle principal en vía de servicio, restándoles clientela y negocio.

El zumbido de las motos de los Márquez, Lorenzo, Rossi y compañía resuena cercano en Torremelgarejo. Mientras a apenas 400 metros de la barriada rural unas 50.000 motos descansan en uno de los aparcamientos del circuito y decenas de miles de personas cargan sombrillas y neveras llenas de refresco para aguantar el fuerte calor de la mañana del sábado, en la barriada rural el trasiego de gente y de vehículos es mínimo.

Esto se lo han cargado, hombre. No hay derecho que estemos aguantando los ruidos que genera el circuito todo el año y que ahora, que podemos ganarnos dos pesetas, nos hagan esto”.    

Benito Doña, vecino de Torremelgarejo desde 1994 habilita su casa y su patio como parking y zona de acampada todos los años durante el Gran Premio. Se encuentra a la entrada de la barriada. Protegiéndose del sol con una sombrilla, Benito aguarda la llegada de moteros. Una pizarra anuncia la zona de parking y la venta de bebidas. “Antes, tal día como hoy había que decirle a la gente que se buscaran otro sitio porque aquí no se cabía. En tres días nos repartíamos entre tres unos 500 ó 600 euros. Ahora le pierdo dinero”, lamenta. Echando un vistazo a su patio se divisan siete tiendas de campaña. Aún cabrían tres veces más.

Los males de Torremelgarejo durante el Gran Premio se deben a la decisión de las autoridades, tomada hace siete años, de convertir la vía principal de la barriada, la calle Amargacena, en vía de servicio. Eso conlleva que la Guardia Civil corte el tráfico a pocos metros de la rotonda de acceso al Circuito y que se desvíe el tráfico por una carretera que llega hasta Guadalcacín, por lo que nadie, a no ser que sea andando, puede llegar a Torremelgarejo.

“Esté el gobierno que esté, son todos unos sinvergüenzas. Nos han encerrado como si fuéramos ganado. Incluso para llegar a nuestra casa nos hacen dar un rodeo de siete kilómetros por Guadalcacín. ¿Es que no se dan cuenta el dinero que deja esto? ¡Déjenme ganarme la vida, que estoy en paro!” La indignación de Benito crece conforme sigue hablando. “Por poner esta nevera en la puerta me hace pagar el Ayuntamiento 45 euros, y aparte tengo que pagar un seguro. ¡Que yo lo pago, no hay problemas, pero que me dejen ganarme la vida!”

A 50 metros vemos la única barra de venta de bebidas y tapas en toda la calle. Varios jóvenes, alguno descamisado y con tatuajes al más puro estilo de los que lucen las estrellas del Madrid o del Barça, beben Coca Cola y rebujito. “Vienen todos los años de Granada. Si no fuera por ellos ni abriría estos días”, dice Javier, propietario del local, que también recuerda tiempos mejores en Torremelgarejo.

“Como yo había otras siete barras instaladas en la calle, ahora fíjate”. Javier recuerda perfectamente que fue hace siete años cuando “nos cerraron el grifo”. “Me acababa de comprar el coche, y ya había calculado que las letras las pagaría con la motorada. Parece que lo hicieron a propósito”. En los buenos tiempos, el vecino señala que se ganaba “en tres días unos 3.000 euros, ahora llego con dificultad a los 600”. “Esto era abrir el viernes y estar abiertos de seguido hasta el domingo por la tarde”.

Así y todo, a Javier le parece que este año el Ayuntamiento ha abierto un poco la mano. “Otros años, el mismo viernes ya venía la Policía a ver que tuviera la licencia y el seguro en regla. Este año todavía no han aparecido. Lo mismo es por las elecciones, para que no rajemos tanto”.

Es entonces cuando aparece en escena Curro López. Luciendo gafas de sol y sombrero de paja para protegerse del sol, este catalán de 60 años no falta a su cita con Jerez desde hace 30, y en concreto, con Torremelgarejo, dada su antigua amistad con Javier y con el padre de éste, ya fallecido. “Él y yo plantamos ese árbol -afirma mientras señala uno situado en la cuneta- y cuando me muera quiero que echen mis cenizas ahí”.

Mecánico ya medio jubilado -“ahora me dedico a restaurar motos”- ha cruzado media España en su moto, una BMW, para llegar a Jerez. La primera vez que vino fue gracias a un amigo de Arcos, que a su vez conocía a un compañero de trabajo suyo que era de Jerez. Lo más curioso es que Curro llegó a disputar en sus tiempos mozos el Gran Premio de La Merced, aquel que se corría en un circuito urbano, mano a mano con el mismísimo Ángel Nieto. De ahí que su relación amorosa con Jerez venga de lejos, y por eso también puede hablar a la perfección lo que fue y lo que es ahora el ambiente en Torremelgarejo.

“Hombre, para Javier esto ha ido a peor, pero para mí que ya tengo una edad esto está mejor, porque está más tranquilo”, bromea. Más en serio, reconoce que “aquí antes había un ambiente muy bonito, esto se llenaba, la gente se lo pasaba bien y no pasaba nada. Pero bueno, yo seguiré bajando aquí mientras pueda”.

Nos montamos en la moto y ponemos rumbo a Jerez intentando pasar el control de la Guardia Civil. Nos dicen que demos media vuelta, pero al explicar que somos periodistas que hemos venido a hacer un reportaje nos dejan pasar. Hemos tenido suerte. Nos acabamos de ahorrar siete kilómetros extra de viaje. 

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Jorge Miró

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